Una asociación que atiende a pacientes de salud mental: «Estamos aquí porque el servicio sanitario no llega»
PONTEAREAS
Avelaíña, centrada en trastornos graves, ha abierto un programa para los leves porque no dejan de crecer
19 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.«Pensamientos negativos», avisa una pizarra del centro de Avelaíña en Ponteareas. Un grupo de personas con enfermedad mental han estado trabajando en esa sala cuestiones como la autoestima. Cada uno va aportando su punto de vista y sus ejemplos. La pizarra recoge algunos de esos pensamientos negativos que minan por dentro. «Solo saqué un 9,75 en el examen», «Todo va a ir mal», «No valgo para nada»... El taller es una manera de compartir problemas comunes y aprender a manejarlos.
Es una de las actividades que hace Avelaíña en Ponteareas, adonde llegó en el 2016. Esta asociación había nacido dos décadas antes en A Guarda, pero desembarcó en O Condado por necesidad. «Esto era una selva», repiten en la asociación en referencia a la situación de la salud mental de la población. «El 25 % de los que tenían algún tratamiento que les daba el médico de familia no tenían ni diagnóstico», dice el gerente, Rafael Álvarez. En este concello de 23.000 habitantes —63.000 sumando las comarcas de O Condado, A Paradanta y el municipio de Salceda— no existía una unidad de salud mental, los centros que tienen los psiquiatras y psicólogos del Sergas descentralizados, lejos del hospital, para estar más cerca de los enfermos. La unidad de salud mental era en Lavadores, en Vigo, así que muchos enfermos simplemente no acudían. El año pasado se abrió la unidad de salud mental de Ponteareas.
El taller de la pizarra sobre pensamientos negativos forma parte del programa Achego. Avelaíña hizo dos cosas en Ponteareas: abrió un centro de rehabilitación y el Achego. En el área de Vigo hay tres asociaciones sobre las que recae parte del peso de la atención a las personas con trastornos mentales graves y crónicos, principalmente esquizofrenia, psicosis o trastorno bipolar. Son Avelaíña, Doa y Lenda. Cada una con sus recursos y estilos, disponen de centros ocupacionales y de rehabilitación, así como de pisos protegidos para estos enfermos, sobre los que recae el enorme peso del estigma. El centro de rehabilitación de Avelaíña en Ponteareas pertenece a estos recursos.
Pero Achego es otra cosa. Se destina, precisamente, a los enfermos que no son graves. Nace de la constatación de que cada vez había más necesidades en salud mental, que desde la pandemia se han disparado. «Estamos aquí porque el sistema sanitario no llega», explica Rafael Álvarez.
Atienden a personas con recursos económicos limitados, que necesitan una atención psicológica para un problema no grave y para el que no existen otros recursos (como centros para víctimas de violencia de género o para drogadicción). Casi todos son casos de depresión, ansiedad e ideaciones suicidas o de autolesiones. «Cuanto antes coges estos casos, más baja el nivel de sufrimiento y también la medicación», dice la psicóloga Clara Suárez, responsable del programa, que comparte ubicación con el centro de rehabilitación, pero que cuenta con espacios y entrada propios.
En los tres primeros años preveían atender a un centenar de personas y triplicaron esa cifra. Han ido creciendo. Hacen consultas en A Cañiza. El programa cuenta con un servicio de información y asesoramiento que brinda apoyo a cualquiera que entre por la puerta. Y está la prestación que ofrecen la trabajadora social Rosabel Rodríguez y la educadora social Goretti Abalde. «En la salud mental es muy importante la influencia de los factores socioeconómicos», dice Rosabel, «casi siempre están en situación precaria y yo los acompaño a gestiones y trámites».
La psicóloga confirma que el perfil del paciente ha cambiado. «Cada vez hay más gente joven,», dice. En lo que va de año, el grupo de usuarios más numeroso es el de los que tienen entre 16 y 25 años. Un prototipo puede ser un joven que vive en un ambiente doméstico tenso o que sufre acoso escolar. Sus exigencias vitales son, sobre todo los estudios, pero sin apoyo familiar, empiezan a costarle. Al verse incapaz, su ansiedad va en aumento y empieza con síntomas depresivos. Entra en un pozo del que no sabe cómo salir. Entonces se aísla. En algún momento, cree descubrir que las autolesiones pueden ser una manera para escapar de la angustia física y mental que sufre. Cuando en el instituto descubren (o cuenta) las autolesiones, entonces contactan con Avelaíña.
Esta realidad es cada vez mayor. Por eso el centro ha intensificado su labor de prevención con charlas y talleres de educación emocional en los institutos, que muchas veces son los que lo demandan. El programa se coordina con otras instituciones, desde el Concello hasta los juzgados, pasando por la unidad de salud mental, para identificar a quien pueda ser beneficiario de sus servicios, además de ofrecer un apoyo integral. Pero siguen notando que falta mucha tarea preventiva, algo para lo que se necesitan recursos, y que sigue muy presente uno de los primeros problemas que detectaron cuando abrieron su centro: la falta de conexión de muchas zonas rurales mediante el transporte público, lo que lleva al aislamiento de su población y, particularmente, de quienes sufren la enfermedad mental.