Donde el fútbol solo se entiende si juegan todos

míriam vázquez fraga VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

Oscar Vazquez

El club donde empezaron Brais Méndez o Rubén tiene la premisa clave de que nadie se quede sin protagonismo

15 ene 2018 . Actualizado a las 05:05 h.

El fútbol humilde cuesta a quienes a base de dedicación lo hacen posible «salud, dinero y sacrificar tiempo de estar con la familia». Pero a cambio, añade a lo anterior Arturo Rey Costas, les da la mayor de las satisfacciones: «Trabajar con los críos, que son lo mejor que hay. Lo mejor del deporte». Ellos son el secreto para que el hoy coordinador de la base desde alevines para abajo del Santa Mariña vigués lleve 35 años formando parte del club en el que ha hecho de todo. «He sido entrenador, lo sigo siendo cuando hace falta y, además, directivo, que implica hacer de fontanero, de soldador o de lo que vaya surgiendo», cuenta divertido.

Rey Costas presenta a la suya como una entidad acostumbrada a sobrevivir a las dificultades. «Esto no es el Celta», dice de un club donde sin embargo dieron sus primeros pasos jugadores como «Rubenciño» -así se refiere a él el coordinador- Blanco o Brais Méndez. Incluso Aspas pasó una temporada con ellos. En el Santa Mariña hay que convivir con una diferencia de cuatro grados hacia arriba o hacia abajo respecto a Vigo ciudad según la estación del año. «Esta semana se helaba hasta el pensamiento», decía sobre la pasada. También con un césped que provoca continuas lesiones o unos vestuarios con más de 30 años. Pese a todo, «el 90 % de los que empiezan quieren seguir con nosotros categoría tras categoría».

Los rasgos que más les definen son dos: empezar a trabajar con niños desde los cuatro años -algo que ahora es más habitual, pero en lo que ellos fueron pioneros cuando se rechazaba a pequeños de esas edades diciendo que los clubes «no eran guarderías»- y garantizar que de alevines para abajo ni un solo niño se quede sin minutos ningún fin de semana. «Aquí juega todo el mundo y el trabajo de lunes a viernes se ve recompensado. Sabemos lo triste que es para un niño no ir convocado», reflexiona. Antes, explica, confeccionan un equipo más si es preciso para que nadie quede excluido. «Nuestro espíritu es que aprendan que hay que trabajar y esforzarse y que a la vez disfruten», indica Arturo. Con el mismo objetivo y que se relacionen con otros niños, es habitual su presencia en torneos en toda Galicia y fuera durante las vacaciones.

El Santa Mariña cuenta con 19 equipos federados que se van hasta un total de 22 si se les añade el conjunto de veteranos y los más pequeños, de cuatro y cinco años. En total, suman unos 350 deportistas y una treintena de técnicos en continua formación. El coordinador ha sido testigo de un crecimiento exponencial que tuvo un gran impulso en el momento en que pudieron contar con campos de hierba sintética. «Antes jugábamos en tierra y ese cambio ayudó mucho a crecer. Empezamos con dos equipos alevines y ahora tenemos cinco», ejemplifica el crecimiento.

Con los niños de cuatro años, el objetivo es «transmitirles ilusión por el fútbol», principalmente a base de juegos. Es un proceso paulatino, con unas semanas de prueba para ver si el chaval está a gusto antes de integrarle definitivamente en la disciplina del equipo que le corresponda. «Cuando pasa ese tiempo se habla con los padres y se decide. Son pequeñitos y a veces no saben lo que quieren», comenta. Luego, a medida que pasan las categorías, se aborda todo el proceso con más seriedad. «No es que lo otro no sea serio, pero son chiquititos y a veces se ponen a llorar. Tienes que cogerles en el colo, darles un caramelo... Así empezaron Rubén, Brais o Yelko», rememora con ternura.

Aspas o Jonathan Pereira, que estuvo una larga etapa con ellos y al que guardan especial cariño, llegaron en alevines. «Estamos contentísimos de tener muchos jugadores que pasaron por aquí y ahora juegan en Primera o Segunda. Siempre estamos atentos el domingo a ver si jugaron, cuánto tiempo, los fallos que tienen...», dice. Tienen contacto con sus padres y en la mayoría de los casos, también con ellos. «No son gente que se olvide de sus orígenes y se lo agradecemos mucho».

A día de hoy, es bastante habitual que cuenten en el equipo sénior con canteranos que han crecido en el seno del propio Santa Mariña. Aunque no los que les gustaría, porque las circunstancias impiden que todos puedan llegar. Hasta alevines no hay problemas, a partir de ahí les pesa la falta de campos. «Es doloroso y da quebraderos de cabeza, pero si vemos que no van a poder jugar, les intentamos buscar otro equipo», cuenta. Lo importante es ayudarles a seguir lo que comenzaron en Cotogrande.