Un bingo con orgullo

Alejandra Pascual Santiago
alejandra pascual VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

XOAN CARLOS GIL

El «show» del Mono Vintage Bar lo presentan dos artistas drag queens

10 ago 2020 . Actualizado a las 13:29 h.

Un bingo único, desinhibido, divertido y multicolor en un local loco, canalla, fresco y con aires de Barcelona, Madrid e Ibiza. El Mono Vintage Bar es el bajo en el que se sortea, cada viernes por la noche, el bingo más solicitado de Vigo. ¿La clave del éxito de sus llenazos? La dedicación y el mimo con el lo preparan Alejandro Outerelo, impulsor de esta reinvención del concepto de juego y gerente del negocio, y sus artistas, Ingrid Mosquera y Kettypinn, las drag queens que se encargan de la puesta en escena. Porque, más allá de ser un bingo, es todo un espectáculo. «Somos un cóctel explosivo», admite el reponsable del Mono Vintage.

A partir de las 21.30, en el 37 de la calle Velázquez Moreno los números no se cantan sin más, sino que se anuncian a base de rimas «picantonas» con la intención de «hacer reír a nuestros clientes y desconectar», explica el gerente. El ochenta es el ocho y el culito pelao. Incluso, a veces, tales ocurrencias se adaptan al público. Un día Kettypinn entonó el número 44, dedicado a su tía, allí presente, haciendo una rima con la palabra «barato» que no se podría escuchar en horario infantil. Ambas lo recuerdan con gracia. «Todos los números se cantan con algún tipo de ingenio que son cosecha propia», destaca Ingrid Mosquera.

Por cantar la línea regalan un chupito y por el bingo una copa. Alejandro Outerelo dio forma a este proyecto hace siete años, en su antiguo bajo de la calle Hernán Cortés. Desde entonces, esta reinvención del bingo se ha ganado a un público fijo. «Cuando llegamos al nuevo local jugábamos una única sesión. Entonces, empezó a conocernos más y más gente y, hoy en día, ya hemos ampliado a dos pases», relata el impulsor de esta actividad. Desde el confinamiento, las reservas las anuncian en redes sociales, «y solemos llenar en ambos pases, tanto en el de las 21.30 como en el de las 23.00. El bingo representa el 50 % de la facturación semanal», añade.

Otro aspecto diferencial del bingo del Mono Vintage son los juegos que organizan entre ambas sesiones. «Convertimos el local en una red social en persona donde la gente interactúa entre sí», explica Outerelo.

Las dos animadoras que dirigen las sesiones necesitan cinco horas de preparación antes de estrenarse en la sesión de las 21.30. «Solemos quedar a las 16.00 para llegar al local puntuales», dicen con responsabilidad. Ambas coinciden en que «el maquillaje es lo que nos lleva más tiempo». Actualmente, en plena pandemia, las artistas capitanean el bingo protegidas con una pantalla. «Lógicamente no pueden llevar una mascarilla porque no lucirían su maquillaje, que es uno de los aspectos más relevantes de sus personajes», explica el dueño del bar más divertido de Vigo.

En cuanto llegan a la perpendicular de la calle del Príncipe no dejan a nadie indiferente. Su vestuario no pasa desapercibido, siempre logrado, estridente, llamativo, ruidoso, a la última y caracterizado por los tacones de aguja de diez centímetros como mínimo.

«Empezamos con el bingo hace siete años y, al principio, nos poníamos una peluca y ya», cuenta Outerelo. Conforme pasaban los meses iban mejorando sus caracterizaciones, en parte gracias a la llegada de Ingrid Mosquera, que se reconoce como «una apasionada de la moda y el maquillaje». Y hasta hoy en día, que tanto ella como su compañera se han convertido en todas unas «artistas», en palabras de sus clientes. «Cuando terminamos un bingo ya estamos pensando en el siguiente. Hemos vestido con estampado de leopardo, estilo súper glamurosa, burlesque... Desde que llegué, en diciembre, no hemos repetido vestuario», recuerda Kettypinn.

Ingrid Mosquera, quien ya ha participado en varios certámenes de drag queens, llegó hace dos años al show del Mono Vintage. Kettypinn es algo más novata en Velázquez Moreno. Ambas han llegado para quedarse. Fruto de ello es haber conseguido cierto caché en la farándula viguesa, lo cual se refleja en más de diez clientes que acuden hasta este local, precisamente, porque son ellas las que dirigen, con mucha gracia, el cotarro.