Javier Pitillas: «Todo se puede, no hay que rendirse nunca»

VIGO CIUDAD

XOAN CARLOS GIL

El fundador de Discamino de Santiago ha hecho la ruta 72 veces pedaleando junto a personas ciegas, sordas y autistas que sí pudieron

23 abr 2021 . Actualizado a las 01:41 h.

La raza humana vale la pena. Aunque no faltan motivos para ponerlo en duda, porque son legión los comportamientos insolidarios y la agresión indiscriminada de los que tienen al aprovechamiento personal como guía exclusiva. Pero escuchar a Javier Pitillas (Vigo, 1962) carga las pilas. Es imposible no sentir máxima admiración cuando se le ve pedalear por Vigo, Galicia, media España, desde Roma, por los Pirineos o los Alpes junto a sus copilotos con discapacidad. Ellos ríen o cierran los ojos y sienten. Se empapan de sensaciones, del aire, de los baches, de los gritos de ánimo de los viandantes. Son su alimento, el que les hace más soportable vivir en una silla de ruedas, no poder andar, no tener brazos o piernas, convivir con un desorden de sensaciones y hasta estar postrado en una cama hasta la siguiente vez en la que Javier y los voluntarios de Discamino pongan el tándem, el triciclo o la silla en marcha para empezar a pedalear.

Lo lleva haciendo con la compañía de ellos desde el 2009, cuando Gerardo, un chico sordociego le dijo al acabar el Camino en el Obradoiro: «Javier, busca más personas con problemas como yo para hacer el Camino durante muchos años». Van 72 caminos desde entonces, en todas sus rutas posibles, hasta atravesando montes, y en todos los artilugios con pedales o ruedas imaginables.

«Es impensable estar en el mundo sin preocuparse de los demás. Es una forma de vivir», dice enfundado en su uniforme de sargento de la Policía Local de Vigo, la otra actividad con la que reparte su vida, y en la que se centra también en atender la movilidad de personas con discapacidad.

Entrena con sus copilotos cinco veces a la semana, y él lo hace además en los tres turnos diarios. La serpiente multicolor de Discamino circula casi todos los días, haga frío o sol. Los 90 copilotos, los usuarios, lo están esperando.

«Todo se puede, no hay que rendirse nunca», dice como primera lección obtenida de las personas con discapacidad a las que incluso llega a definir como «amigo velcro», en el caso de Gerardo, al que conoce desde 1996. Da tanto o más de lo que recibe, pese a tener ya como único referente visual un ínfimo punto de luz. Los pilotos se comunican con los que no oyen o ven con el tacto sobre sus espaldas o manos. Son uno, en la carretera, en las comidas, en los albergues, asegura Pitillas. La fusión emocional y sensorial se va ajustando en los entrenamientos y se hace automática en los 800 kilómetros desde Roncesvalles, o siguiendo la Vuelta a España, o haciendo cumbre en el Galibier o en Alpe d'Huez. «Gerardo, por ejemplo, pasa mucho tiempo de silencio, de oscuridad en su vida cotidiana y de repente le ves reír y le preguntas qué le pasa. Entonces te cuenta una anécdota de la ruta, una experiencia que le da fuerzas toda la semana».

Oscar Vazquez

«Estamos a disposición de toda la gente con discapacidad que quiera hacer el Camino», pide que se diga y él mismo repite dejando su número de teléfono incluso a los estudiantes cuando acude a colegios a dar charlas. Y no lo hace por quedar bien. Lo atestiguan las familias como la de Fernando, un chico de Cádiz que vive en una cama y que le es imposible pedalear o estar sentado. Discamino le dio cobertura. «Unos compañeros de Cádiz le pusieron ruedas especiales a la cama y a empujar desde Sarria hasta Santiago», cuenta.

La campaña a favor de la concesión del premio Princesa de Asturias de la Concordia a Javier Pitillas ha atraído el interés de más voluntarios. Cuarenta pilotos tienen ahora, pero no sobran manos. Hay que conducir furgonetas, preparar comidas, los albergues y pabellones de deportes para que todo esté listo al final de cada etapa.

«Hay que mover los 70 kilos de cada uno, los 70 del copiloto en muchos casos y los 40 o 50 del tándem» o vehículo adaptado a las necesidades de cada usuario, avisa. Pero reitera que el esfuerzo vale la pena, las familias con un autista, con personas con discapacidad ganan, experimentan lo que es dar algo de autonomía a los hijos que tienden a sobreproteger. «Nosotros no paseamos gente, hacemos deporte con ellos», apostilla para alejar la imagen de cuidador o asistente.

Pitillas no lo publicita, pero es Medalla Castelao y tiene la Condecoración de la Orden del Mérito Civil que reconoce una conducta ejemplar. El trato de servicio, de preocupación por los demás lo pide a todos sus compañeros policías de cualquier cuerpo. «Creer que se es Dios por ser policía es un error, una mentira, es ilegal y ridículo. Nuestro trabajo es proteger, estar al servicio de la ciudadanía», recuerda, y por ello insiste en decir como despedida que «si conocen a alguien que quiere hacer el Camino y no puede, aquí está Discamino». 

EN DETALLE

Primer trabajo

Profesor de educación física en Valencia. Fue dos veces subcampeón de España de 400 metros y campeón de veteranos. «Si no vas a unas Olimpiadas no eres atleta», considera.

Viaje más especial

«Uno de los Caminos con una persona muy especial. Se acaba de morir hace poco», dice conteniendo la emoción.