Primera huelga ferroviaria en Vigo

Jorge Lamas Dono
jorge lamas VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

cedida

El sindicato de trabajadores mantuvo un pulso con la patronal de 14 días, pero lo perdió y muchos empleados fueron despedidos

03 oct 2021 . Actualizado a las 00:46 h.

El Gobierno presidido por Antonio Maura, entonces en el Partido Conservador, decidió, el 11 de febrero de 1903, enviar soldados del cuerpo de Ingenieros para suplir la ausencia de trabajadores en la empresa de ferrocarril del ramal Vigo-Pontevedra, la Compañía del Ferrocarril de Medina a Zamora y de Orense (sic) a Vigo (MZOV). Desde el día 8, se vivía una huelga debido al conflicto planteado por los afiliados a la Unión Ferroviaria, asociación de trabajadores mayoritaria en la ciudad. Los huelguistas reclamaban el cumplimiento de una serie de acuerdos alcanzados en agosto del año anterior.

 Era la primera huelga de trabajadores del ferrocarril que se vivía en Galicia. Estaban en huelga 169 trabajadores, de los cuales 127 pertenecían a la estación olívica. Los empleados se organizaron en comisiones para tratar de paralizar todos los servicios. Incluso se reunieron con los exportadores de pescado para pedirles que no enviasen a sus trabajadores para realizar las tareas de carga, con el fin de que estas recayesen en la compañía ferroviaria.

Al mismo tiempo, las sociedades agrarias se habían puesto a favor de los huelguistas. Incluso los maquinistas, que tenían un estatus distinto al resto del persona, se negaron a conducir las locomotoras mientras los servicios no fuera prestados por personal competente.

La compañía se negó a reconocer el sindicato e incluso despidió a sus representantes, agravando la situación. Los soldados del batallón Murcia, con sede en Vigo desde finales del siglo anterior, fueron utilizados como mano de obra en las tareas de carga y descarga en la estación viguesa a cambio de un jornal de dos pesetas.

 «Mueran los traidores»

Y la Guardia Civil se desplegó por los andenes de la estación viguesa para evitar la acción de los piquetes. Aunque la compañía trató de contratar trabajadores que suplieran a los miembros del sindicato, no pudo encontrarlos en el número suficiente.

Sin embargo, unos pocos trabajadores de los talleres no secundaron la huelga. «Mueran los traidores», fue la respuesta del sindicato a través de un cartel colgado en la entrada de aquel servicio.

El gobernador de la provincia, en un intento de solucionar la situación, trató de convencer sin mucho éxito a los trabajadores de que en el plazo de un mes empezaría a funcionar el montepío prometido, pero los trabajadores querían mayores seguridades. Mientras tanto, «se advertían grandes defectos en el servicio», tal como explicaban los periódicos de la época.

Pocos días después, la huelga se extendió a la línea Vigo-Ourense-Monforte, creando un grave problema de abastecimiento en la ciudad, que notaron de una forma más grave los comerciantes y los exportadores de pescado. El día 22 se soluciona el conflicto en la línea con Ourense, pero se recrudecía en la otra línea, con algún sabotaje en las vías. Finalmente, consiguieron algunas mejoras en el horario y el jornal, pero no en su filiación sindical, concluyendo el conflicto. Fue una derrota para el sindicato Unión Ferroviaria, que se saldaría con numerosos despidos y, consecuentemente, con la desaparición de esta asociación obrera. Aquella derrota estuvo motivada por la escasa capacidad para prolongar el conflicto, motivo que provocó en otras ciudades españolas el fin de asociaciones similares. Aquel asociacionismo primitivo carecía de una organización sólida y de estructuras estables que pudieran hacer frente al gran número de compañías involucradas en el ferrocarril.

Sin embargo, Unión Ferroviaria de la línea MZOV se había mostrado muy activa en el conjunto del sector ferroviario español, llegando a participar en un congreso nacional de trabajadores, y creando en la propia ciudad una escuela laica propia para dar instrucción a los hijos de los trabajadores.

De hecho, en los orígenes del sindicalismo ferroviario, en los primeros años del siglo XX, Vigo es un punto de referencia para otros territorios españoles junto a Cataluña o Bilbao.

La presencia del ferrocarril en la ciudad de Vigo se remonta a 1881, año en el que se abrió la línea de conexión con Ourense, aunque la orden de construcción de la línea está fechada en el año 1860. En junio de 1884 se inauguraba el tramo de conexión con Pontevedra, pero no fue hasta 1899 cuando los vigueses pudieron llegar en tren a Santiago de Compostela. La historia cuenta que los plazos para concretar proyectos ferroviarios en Vigo se ralentizan mucho más que en otras partes.