Miguel Vázquez: «El interés que hay ahora en Vigo por la cerámica indica su buen momento»

María Jesús Fuente Decimavilla
maría j. fuente VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

M.MORALEJO

Solo 14 alumnos de entre casi 200 solicitantes logran plaza en la EMAO

30 ene 2022 . Actualizado a las 11:57 h.

Junto a Carlos Corral (hijo del reconocido gaitero Antón Corral), Miguel Vázquez es el profesor más antiguo de la Escuela de Artes y Oficios de Vigo. Con él se inició hace 36 años la especialidad de cerámica. La admiración que despierta es tal, que conseguir una plaza para sus clases es casi tarea imposible. Solo 14 personas lo lograron este curso de las cerca de doscientas que lo intentaron. Miembro de la Academia Internacional de Cerámica de Ginebra, no es amigo de presumir de ello ni de los premios. Admirador de Ryoji Koie, se define como un manipulador cerámico que ha integrado la docencia en el día a día como algo creativo.

—¿Pasa por un momento dulce la cerámica?

—Vive un buen momento, aunque a veces se convierta en moda. Hay muchos cazarrecompensas que se acercan a ella y eso genera un poco de confusión. Yo siempre les digo a los alumnos que se aprovechen del momento, que no siempre ha sido así. Hoy hay muchos talleres y pequeñas escuelas que han salido de aquí y exalumnos en la Bienal Internacional de Aveiro.

—¿Ese interés existe solo en Vigo o es general?

—Las solicitudes dan una idea del interés que despierta en la sociedad viguesa y traspasa el ámbito local. La cerámica es una materia que se está reinventando desde el paleolítico, llevamos toda la vida entre ella: suelo de gres, pared de azulejos, adornos, abalorios, hasta para hacer nuestras necesidades necesitamos la cerámica. El proceso atrae porque es muy primario, solo necesita tierra, agua y fuego.

—¿Cuál es el perfil de sus alumnos?

—Es de sectores muy amplios, no solo de las artes aplicadas, bellas artes o arquitectura, también del ámbito de la joyería, arte urbano... Por ejemplo, hoy en día tiene una relación muy importante en restauración. Hay muchos restauradores en contacto con ceramistas. Buscan una relación más íntima entre contenido y continente: el soporte, la bandeja, el plato de tal forma, color y textura... Algunas relaciones con la cerámica se recuperan o aparecen nuevas, como en el mundo de la ilustración. Tengo muchos alumnos ilustradores, se acercan a la cerámica como soporte para llevar a cabo ilustraciones.

—Habrán salido miles de piezas de la escuela.

—Muchas. La cerámica es una técnica indirecta, la experimentación continua es esencial. Yo hago una cosa, pero hasta que no sale del horno no lo percibo. La docencia me ha ayudado, porque no es fácil vivir de la escultura cerámica, pero nunca he abandonado la realización de una obra personal, ya sea en el campo de la escultura o en la realización de objetos de autor para uso cotidiano, una parte más cercana al diseño. A veces me sorprende que a estas alturas siga disfrutando y necesitando de la cerámica para existir.

—Tendrá las manos gastadas...

—Las manos se gastan. La enseñanza de cerámica conlleva un desgaste físico, con independencia de la disciplina artística.

—¿Con qué materiales trabaja?

—Son muy diversos. Desde la humilde arcilla roja hasta la sutileza de la porcelana, a la que muchos llaman oro blanco. Con todos me siento bien. Cuando tienes una idea buscas el material y el proceso más adecuado para lo que quieres comunicar, un objeto útil o una escultura.

—¿Hasta qué punto le han marcado sus viajes?

—Destacaría China y Japón. Trabajé casi dos meses en Tokoname. Con anterioridad estuve con una beca en el European Ceramic Workcentre de Holanda, el más puntero en cerámica artística.

—¿Qué supuso su amistad con Elena Colmeiro?

—La conocí en 1987 en la Casa de la Parra, el CGAC de entonces. Nuestra amistad siguió hasta que desgraciadamente nos dejó. Fue un referente para mí, la manera de afrontar el hecho creativo, su honradez y, a veces, su tozudez, siempre me pareció revelador.