Ángel, el sintecho de Vigo asistido por una vecina y que vive en la puerta de un banco cerrado

María Jesús Fuente Decimavilla
maría j. fuente VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

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Laura Carrera le lleva todos los días comida y le ha facilitado mantas y ropa para que aguante el frío

01 feb 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

A falta de que los servicios sociales públicos le proporcionen un techo o cualquier otra solución, Ángel Ramilo, natural de Sárdoma, sobrevive en la entrada de una entidad bancaria cerrada a la altura del 90 de García Barbón gracias a la generosidad de una vecina. Laura Carrera acude todos los días desde su casa en Julia Minguillón hasta la puerta en la que se asienta Ángel para llevarle un plato de lo que ha cocinado ese mismo día a su familia. Ayer tocaba fabada. «La acabo de hacer y viene calentita; el domingo fue arroz con pollo, otros días, tortilla, sopa, cocido...», comenta la benefactora. Gracias a ella y a algún trago de vino, cuando tiene ocasión, Ángel sobrevive a las noches gélidas de los últimos días. La vecina le ha dado dos mantas y ropa de su marido, además de un carrito para guardar sus pertenencias.

Otra residente del número 92 se ha encargado de llamar al 010 del Concello para comentar el caso y reclamar una solución. «Han dicho que si está en un sitio privado no pueden hacer nada, aunque tiene los pies en la calle», comenta la mujer.

Pese a ser vigués de nacimiento, Ángel residió en Madrid y Cádiz, donde trabajó como cantero, según cuenta él mismo. «Llevo dos años en Vigo, tengo una hermana, pero no puedo vivir allí porque mi cuñado no se lleva bien conmigo, no sé por qué, yo no hago daño. Mi hermana pasa todos los días por aquí y me quiere, pero no deseo líos, si tuviera una casa más grande tendría mi habitación», explica. El albergue no le soluciona su situación porque solo le permiten estar 10 días y cuando se acostumbra a la cama, vuelve a la calle.

«Voy al hospital cada dos por tres, tengo de todo, ¿no ve como camino? No estoy bien (y señala con la mano en la cabeza), pero no me llevan a tratar», indica.

Sobre el vecindario, comenta que la gente de esa zona le respeta, otra cosa, añade, es que le quieran. «Si me quisieran de verdad me quitarían de aquí. Ahora mismo tengo ganas de mear y no sé donde. Antes me dejaban en el bar, pero ahora ya no», apunta. Recuerda que unas jóvenes que le dijeron que eran de Cruz Roja estuvieron hablando con él en una ocasión y le aseguraron que volverían el día 17 para ir a un centro, pero no han vuelto.