Chus Lago quiere ser Leopardo de las Nieves

David Sánchez VIGO

VIGO CIUDAD

Chus Lago durante la expedición en el Everest en 1999
Chus Lago durante la expedición en el Everest en 1999 cedida

Tras subir al Everest sin oxígeno, la alpinista viguesa prometió retirarse, pero un año después partía hacia Asia para lograr el premio que acredita haber escalado los cinco picos más altos de la antigua URSS

18 jul 2023 . Actualizado a las 10:19 h.

El éxito de Chus Lago reside en su dificultad para mantener promesas. En 1999 la montañera aterrizaba en Vigo tras lograr una de las hazañas más importantes del alpinismo nacional: convertirse en la primera mujer en tocar la cumbre del Everest sin botellas de oxígeno. Para ella, era inconcebible hacerlo de otra manera, creía que subir al pico con oxígeno era «como correr el maratón en moto», como dijo en una entrevista en La Voz por aquellas fechas.

Tras el baño de masas que recibió en Peinador durante su aterrizaje, la escaladora prometió que abandonaría el alpinismo para dedicarse en cuerpo y alma a su familia. Un año más tarde, Chus partía hacia China para batir un nuevo récord: ser la primera española en obtener el Leopardo de las Nieves, un premio que se concede a los que llegan a la cima de las cinco montañas más altas en el territorio de la antigua Unión Soviética. Estos días se cumplen 23 años del inicio de aquella iniciativa que demostró que el recorrido de Lago había quedado muy lejos de terminar tras la gesta del Himalaya.

Chus y la escalada se habían encontrado por primera vez cuando ella tenía 11 años y llegó al punto más alto de O Vixiador. Los 550 metros del monte de Candeán se le quedarían cortos a la montañera, que con el paso del tiempo no dejaría de rebasar esa marca hasta alcanzar el punto más alto de la Tierra: el metro 8.848 del Everest. No lo consiguió a la primera, ni tampoco a la segunda, pero al tercer intento la gallega completaría la hazaña.

No fue un camino de rosas. En el 2001, Chus compartía en La Voz de Galicia los peores momentos de la ruta. «He visto la muerte muy de cerca», comentó durante una entrevista. «Tuve que pasar por encima de media docena de cadáveres. Es una situación muy especial, dentro de un contexto también muy especial. Estás allí arriba sola, apenas al 8 % de tu capacidad y con las fuerzas justas para hacer lo mínimo. El agotamiento es bestial. No puedes hacer nada. Me preguntaba hasta donde estaría dispuesta a arriesgar. Un dedo o una oreja me parecen un precio razonable. La vida, nunca».

Chus no exageraba con estas palabras. Antes de terminar el Leopardo de las Nieves, la alpinista volvió de su expedición al Pobeda, entre China y Kirguistán, con una falange amputada y sin la yema de un dedo del pie. «Me han hecho una manicura extensiva», bromeaba.

Este contratiempo no la alejó de su objetivo. Por el contrario, tan solo seis meses después de haberse recuperado emprendió el camino hacia su nuevo reto, la montaña Korgenevskaya. Poco después de poner un pie en la cima, la viguesa ya tenía el otro en el siguiente pico, el entonces llamado Comunismo, ahora Ismail Samani. Antes de terminar el mes de agosto del 2004 Chus ya estaba volviendo a Vigo con el Leopardo de las Nieves en sus manos.

Tras haber tocado el techo de la Tierra y haber pisado la cima de cordilleras en los cinco continentes, Chus Lago seguía imaginando huecos donde poder hincar la bandera de Vigo. El mismo año que se hizo con la ansiada condecoración del Leopardo, la gallega ya partía cara al Polo Sur para conquistar nuevas cumbres a la par que nuevos récords. La Voz celebraba en las Navidades del 2004 la llegada de la alpinista a la cima del Macizo Vinson. No solo fue la primera mujer en el mundo en conquistar este pico, sino que fue también la primera española en llegar al Polo Sur. Al volver a Vigo, confesó que ya tenía en mente un nuevo reto, que sería el de volver a la Antártida y emprender una ruta en solitario.

Después de más de veinte años, Chus Lago se sigue estremeciendo al recordar estas expediciones. Recuerda con especial cariño a un alpinista de 70 años, exespía de la Unión Soviética, con una larga trayectoria como escalador. «Te encontrabas con un señor que acumulaba ocho Leopardos de las Nieves y que por la noche, en la tienda de campaña, se le saltaban las lágrimas a los ojos al hablar de su mujer», comenta por teléfono. De las situaciones extremas dice que ha llegado a conocer el lado más bueno de los demás, pero también ha descubierto la cara más trágica. Presenció la muerte de un montañero que estaba escalando la misma montaña que ella, que se cayó desde 2.000 metros cuando ella iba a su lado. Ella sufrió durante el resto de la escalada. «Me agarraba más fuerte, comía menosbebía menos». Su compañero, en lugar de continuar el descenso sin ella, que no podía caminar, se sacrificó y luchó por llegar juntos a la base de la montaña. La viguesa todavía se emociona al pensar en este compañerismo y recuerda con claridad el lema que repetían durante sus innumerables ascensos: «Si tú saltas por ahí, yo salto también».