Adiós a José Ignacio, el sintecho que recorría Vigo con su carrito

alejandro martínez VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

C

Fallece un indigente del que ninguna institución pública se hizo cargo

10 dic 2023 . Actualizado a las 02:23 h.

José Ignacio, el hombre del carrito, con el que deambulaba siempre por el entorno de la plaza de España, llegó al final de sus días. Falleció en el hospital Álvaro Cunqueiro, olvidado de sí mismo y también de las instituciones que tenían en su mano la posibilidad de sacarle de su situación de extrema indigencia en la que malvivía. Dormía en un portal de la calle Zamora. Algunas personas caritativas le daban comida y ropa de abrigo. El mes pasado cayó enfermo. Algunos vecinos lo vieron muy mal y llamaron a una ambulancia.

Fue ingresado en el Cunqueiro demasiado tarde. Su salud quebrantada por años de vida a la intemperie no resistió y el 27 de noviembre su corazón dejó de latir. José Ignacio rechazó siempre cualquier tipo de ayuda. No quería dormir en el albergue y prefería hacerlo al raso. Se alimentaba gracias a la buena voluntad de la gente. Pasaba las horas del día yendo de aquí para allá con su carrito de la compra en el que portaba sus escasas pertenencias.

El hombre tenía muy mermadas sus facultades mentales. Era imposible mantener una conversación coherente con él. Por eso se sabía muy poco de su vida. Casi nada. Ni siquiera hay certeza de que su verdadero nombre sea José Ignacio, como le conocían unos cuantos vigueses.

Llegó a la ciudad unos meses antes del confinamiento. Se había negado a estar en ningún hostal o albergue, como ofreció el Ayuntamiento a todas las personas que carecen de hogar. Vagaba por las calles con su carrito a cuestas. Cruzaba la carretera sin mirar y era un peligro para los conductores y para sí mismo. Subía las cuestas con dificultad mientras cargaba en el cesto de supermercado mantas, ropa vieja y alguna caja de galletas. José Ignacio era un enfermo psiquiátrico que se negaba a recibir ayuda y tampoco nadie lo hizo por él. Las instituciones lo dieron por perdido y era sabido que, más pronto que tarde, acabaría enterrado con un número en el área del cementerio de Pereiró que el Ayuntamiento destina a las personas que nadie reclama. Hubo particulares que se interesaron por mejorar su situación, pese a la inoperancia de la administración para este tipo de casos. 

Intentos de ayuda

Una abogada de la ciudad lo intentó muchas veces sin conseguirlo. La jurista llegó a entrevistarse hace años con un fiscal, que le había dicho que no podía hacer nada porque los servicios sociales del Ayuntamiento le habían dicho que se encontraba bien. El representante del Ministerio Público le dijo que no podía hacer nada porque además tenía muchos casos e incluso le preguntó a ver si ella podía conseguir algún informe psiquiátrico de José Ignacio. También lo intentó en el Concello, pero la respuesta fue la misma. Contaba que insistió tanto hasta que la propia concejala de Servicios Sociales le escribió diciéndole que lo sentía mucho, pero que como el hombre no quería recibir ningún tipo de ayuda, tampoco podían hacer nada.

La abogada también se asesoró en el Imelga, en Santiago, donde le confirmaron que, en este tipo de casos, hay que intervenir. La mujer imploró porque hicieran algo por el hombre, a pesar de la saturación de casos. «Están haciendo la vista gorda. Avisé durante el confinamiento, me tomaron nota, dijeron que me llamarían, pero nunca supe de ellos. El Ayuntamiento se lava las manos. Como no se queja ni arma bulla, pasan de todo», criticaba poco después del confinamiento.

El departamento de Bienestar Social realizó un seguimiento del indigente y, después de que rechazara cualquier tipo de ayuda, remitió un escrito a la Fiscalía para que iniciara un procedimiento para que pase a ser tutelado y fuera ingresado en un centro especializado. Pero, al final, nadie hizo nada por él.

José Ignacio siguió tirando de su carrito, sumido en la indigencia, sobreviviendo gracias a la ayuda de unas pocas personas, hasta que al final su cuerpo no pudo más y se murió.