Una poda a destiempo de las glicinias en Doutor Cadaval

Antón lois AMIGOS DA TERRA VIGO@TIERRA.ORG

VIGO CIUDAD

Antón Lois

El proceso, realizado en la floración, debilitará a esos ejemplares y los hará vulnerables a las enfermedades

24 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Hoy queríamos presentarles a unas de nuestras ilustres vecinas vegetales y, de paso, despedirnos en parte de ellas. Se trata de las glicinias (o glicinas, Wisteria sinensis). Se trata de un arbusto leñoso trepador originario de China y Japón. Su principal característica es su habilidad como trepadora, por lo que se extendió rápidamente por todo el mundo como arbusto ideal para jardinería y especialmente cubierta vegetal en pérgolas, a la que añadía sus muy aromáticos racimos de flores blancas azules o violetas.

Nuestra amiga está adaptada a los climas frescos y no es muy exigente en cuanto a la luz ni a los tipos de suelos aunque soporta regular la contaminación, cosa que en Vigo es un poco problemática. Puede llegar a alcanzar los 20 metros y, si la dejan vivir, superar los 300 años de edad.

Estos días les toca a las glicinias iniciar el desarrollo de sus hojas y su floración, que cada vez se adelanta más gracias a la catástrofe climática, y aquí empieza la despedida. En la plaza de El Pueblo Gallego, en la calle Doutor Cadaval (llamada así por el periódico que tenía allí su sede, donde actualmente se ubica el edificio del colegio de arquitectos) existían unas hermosas pérgolas de glicinias. La estructura de las celosías y pérgolas de la plaza se diseñaron precisamente con esa finalidad: que las glicinias terminaran creando una cubierta vegetal que proporcionase sombra, frescor, aroma de las flores y, de paso, un hábitat para decenas de pequeñas aves urbanas. Así lo definían quienes diseñaron el proyecto, Guadalupe Piñera y Jesús Irisarri, que pretendían, y lo consiguieron «crear una plaza a la que el ciudadano se pueda incorporar de forma natural, desde cualquier lugar y en la que estuvieran presentes los cambios estacionales a través de la vegetación» y, de esta forma, las glicinias de la plaza efectivamente acompasaban su fenología al cambio de las estaciones.

Pero el pasado 13 de marzo, el concello decidió podarlas, justo cuando empezaba su floración, es decir, exactamente en el peor momento. Utilizando maquinaria pesada fueron sucumbiendo uno tras otro los ejemplares de glicinia en un proceso que, finalmente, más que una poda resultó ser una decapitación. Podar salvajemente estos arbustos, precisamente en el momento de comenzar su foliación y floración primaveral, las debilitará (si sobreviven a la poda) al tener que redoblar el esfuerzo de rebrotar. Este debilitamiento las convertirá en vulnerables a infecciones y enfermedades que, a continuación, justificará que se tengan que talar definitivamente por estar enfermas. Un plan perfecto, sin fisuras, como diría Torrente.

Paralelamente, el Concello acaba de desahuciar a unas cuantas decenas de pequeñas aves urbanas como gorriones (cada vez más escasos), paporrubios y xiríns que, justamente estos días, ya en plena época de cría, estaban empezando el proceso de construir sus nidos entre las amables ramas de las glicinias, como todos los años anteriores y que junto a rulas, merlos y las cada vez más escasas gaviotas daban vida a aquella plaza.

En el catálogo de árboles singulares del Concello de Vigo aparecen referenciados los cuatro ejemplares de glicinias, de unos 80 años de edad, que están el Parque Municipal Quiñones de León. Estando afortunadamente ubicadas en un jardín protegido con la catalogación de Bien de Interés Cultural estos ejemplares tienen alguna probabilidad de sobrevivir a la motosierra municipal, aunque tampoco bajemos la guardia.