La decana de los abogados de Vigo escribe con ChatGPT su discurso a los veteranos para advertir sobre la IA: «Querrá ganar a toda costa»

E. V. Pita VIGO

VIGO CIUDAD

XOÁN CARLOS GIL

El Colegio de Abogados de Vigo impuso la Insignia de Oro a los letrados que cumplieron 40 años de ejercicio. También prestaron juramento once jóvenes colegiados que se inician en la profesión

09 feb 2025 . Actualizado a las 00:54 h.

Hace unos días, un bufete de Vigo desvelaba que el uso de la IA había aumentado un 50 % su volumen de demandas. La decana de los abogados de Vigo quiso lanzar hoy un aviso a navegantes durante un acto en el que el Colegio de Abogados de Vigo impuso la Insignia de Oro a los letrados que cumplieron 40 años de ejercicio y tomó juramento a once nuevos colegiados en la sede de Afundación. 

La decana de los abogados de Vigo, Lourdes Carballo, sorprendió a su auditorio en el discurso de cierre del acto confesando que un emotivo texto que acababa de leer lo había redactado una máquina de OpenAI, concretamente ChatGPT 4. Su intención era avisar a los letrados de la irrupción de la IA en la profesión letrada. «La IA lo hará muy bien pero no tendrá la genialidad ni la innovación de nosotros. Este discurso nunca lo habría redactado yo porque siempre introduzco elementos diferenciadores. Solo le di una instrucción: haz un discurso para nuevos colegiados y otro para veteranos», explicó a los sorprendidos asistentes. «La IA podrá ganar a toda costa, nosotros podemos ganar pero justamente. La IA no va a tener empatía, nosotros sí», apuntó la decana.

«No se puede defender de cualquier manera, hay que obedecer unas normas. Nuestras prerrogativas son la libertad, lealtad, independencia, dignidad y confidencialidad y el secreto. Todo esto la IA no lo hará», dijo. «La confianza es la base de nuestro contrato, compartiendo buenos y malos ratos, pero la IA no va a tener esa empatía, la vamos a tener nosotros. Usad la IA como un instrumento al servicio al esencia de la abogacía, ejerciendo así enriqueceréis vuestras almas porque las almas no se enriquecen con dinero», añadió.

 La prueba de que el discurso de la decana fue escrito por ChatGPT es que, como ella dijo, la máquina ajustó el texto a los tres minutos de duración máxima permitida en el acto mientras que los seis homenajeados se excedieron de su tiempo de manera muy generosa cuando salieron a hablar en el estrado porque son humanos. Uno de los letrados contó incluso sus batallas de la mili, lo que prueba que lo escribió él mismo, y otros criticaron la nueva Ley de Eficiencia de la Administración de Justicia o sacaron a colación temas que preocupan a la abogacía como la mutualidad o el turno de oficio.

Homenaje por 40 años de ejercicio y nuevos colegiados

Los homenajeados en el acto fueron los veteranos Rafael de Larriva Pereira, José Luis Rodríguez Dacal, María Jesús Álvarez Orth, María Jesús Villafáfila Deza, Dominga Castiñeiras Madarnas y Antonio de Sas Fojón. 

Además, una decena de jóvenes colegiados que se inician en la profesión prometieron respeto a la parte contraria, lealtad al cliente, fidelidad a la Constitución, cumplir las normas deontológicas y guardar el secreto profesional. Como anécdota, la mesa organizadora, en la que estaba presente el Presidente de la Avogacía Galega, se olvidó de mencionar a una de las nuevas colegiadas y hubo que parar la ceremonia.

En la mesa organizadora participó la  decana de Vigo, Lourdes Carballo, así como altos cargos de los procuradores y del colegio. Impusieron las medallas a los veteranos el director xeral de Xustiza, el presidente de la Avogacía Galega y el fiscal jefe del área de Vigo.

XOAN CARLOS GIL

Rafael Delarriva, perteneciente al coro, admitió que la medalla «nos mete de lleno en el club sénior» y es una cuestión de resiliencia. Empezó en 1984 en un juzgado de Distrito, en la calle Príncipe, y en su primer juicio no pegó ojo por la noche y desayunó una tila. Ganó y eso le animó a seguir. Entre lágrimas agradeció la comprensión de su esposa e hijos «por el tiempo robado». Con el coro, irán a Bruselas este verano y él mismo cantará al final. 

José Luis Rodríguez Dacal recibió la medalla de su propio padre, ya nonagenario. Propuso a la junta impartir cursos sobre mayor organización en los despachos y la difusión de sesiones de prevención social para conocer los elementos de seguridad social y productos financieros.

María Jesús Álvarez Orth recordó a su padre, funcionario judicial, a su mentor, y a su pareja, recientemente fallecido, y el cual estaba orgulloso de su profesión. «Es una profesión con pocas flores pero 40 años después me sigue gustando», contó ante el auditorio.

María Jesús Villafáfila Deza advirtió que esta insignia «no es un adiós». «La profesión crea lazos cuando prestas servicios a las personas», indicó. Recordó un reciente convenio europeo que protege a los abogados y que incluye leyes tan obvias que se pregunta si han cambiado los tiempos. «Cuando yo empecé a  ejercer existía una ley procesal de 1881 que exigía un acto de conciliación y la de 2025 propone un medio adecuado de solución de conflictos», explicó, dando a entender que nada había cambiado. También se refirió al pago de las costas, citada en la nueva Ley de Eficiencia, y le vino a la memoria el día que su padre le regaló un azulejo que ponía la siguiente frase: «Al cura y el abogado háblale caro». Recalcó que «nunca se abusa de la Justicia», aunque sea gratis, y lamentó las carencias del sistema mutualista, «que se convirtió en un gran fondo pero no atendió la finalidad de proporcionar una jubilación honorable de los abogados». Respecto a los abogados de oficio, resalcó que la defensa es un servicio público. 

Dominga Castiñeiras Madarnas propuso, jocosamente, entregar una insignia de platino para los colegiados que vayan a seguir quince años más. Su discurso se centró en los detalles humanos que tuvieron sus colegas hacia ella. Cuenta que hace más de 20 años tardó una hora en llegar a un juicio, porque se equivocó de hora, y los abogados de la parte contraria, Álvarez Gándara y Juan Griñó, le pusieron una excusa a la jueza para convencerla de que había que suspender la vista como consideración hacia ella, lo que siempre agradeció. Ella se colegió en Bilbao y, en aquellos años no había Lexnet, y le apuraron tanto el plazo en la oficina judicial que, para ganar tiempo, un suplente se ofreció a escribir él mismo la demanda por el demandado «y lo hizo tan bien que ganó el caso».

Antonio de Sas Fojón dijo que si su padre estuviese presente en este acto se quedaría perplejo porque a los 17 años lo echó de casa y se alistó 36 meses en la Marina. Le concedieron una rebaja de 18 meses para estudiar la carrera de abogado aunque fue degradado. Empezó sus estudios en Santiago cuando arrancaba la movida de los años 80, empezaba la Xunta a traer funcionarios y se iniciaba el apogeo de los peregrinos. «En mi primer curso, me iba a tomar un café en Santiago, los camareros me llamaban Don Antonio y me pasaba allí toda la tarde, pero en tercero de carrera ya me echaban para dejar sitio a los funcionarios de la Xunta», bromeó.

Sas Fojón recordó un congreso de Derecho en Cuba donde oyó un discurso de Fidel Castro durante tres horas y, tras ello, renunció a especializarse en laboral. Acabó trabajando durante décadas como abogado de responsabilidad civil y médica en el Hospital Povisa y asesoró al Celta, en la época de Karpin y Mostovoi. «Yo no me voy, me quedo, no me voy a jubilar, el cliente me va a jubilar, me encuentro con fuerzas, este Sánchez nos hace estudiar nuevas leyes como la de la Eficiencia», concluyó. Y aconsejó a los nuevos colegiados: «Lo primero es la lealtad». Algo que, indudablemente, los distinguirá de ChatGPT.