El 'bloqueo' de las emociones Botoxmizados: Cómo el bótox está acabando con la empatía
El uso de las toxinas que suprimen las arrugas y la gestualidad del rostro hacen que sea más difícil la comunicación no verbal entre personas. Pero, ahora, investigadores de la Universidad de California en Irvine advierten que el uso del bótox podría limitar en las personas que se lo aplican, la capacidad de entender las expresiones faciales ajenas. El estudio revela cambios en las regiones del cerebro ligadas a las emociones.
Miércoles, 15 de Noviembre 2023
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Ni inteligencia artificial ni botón nuclear ni asteroide contra la Tierra. El fin de la humanidad llegará con el bótox. ¿Que si exageramos? Pues seguro que sí, pero algo de eso podría haber. Al menos en una de las partes que más nos ha hecho avanzar: la empatía. Y es que, según las últimas investigaciones, esa parálisis muscular que consigue provocar la toxina botulínica no solo borra las arrugas, sino también la expresividad que depende de esos músculos y eso tiene un efecto colateral: no ser capaces de comunicar emociones con los gestos faciales afecta a la habilidad de reconocerlas en los demás, una herramienta humana indispensable para la comunicación y la interacción social. ¿Es o no el fin?
La sorpresa llegó cuando, al analizar los resultados, los investigadores se dieron cuenta de que las inyecciones habían provocado cambios en la actividad de la amígdala
Pero, ¿qué ocurriría si prescindiéramos de toda esta comunicación no verbal? ¿Recuerdan los tiempos de las mascarillas? ¿Cuánta información nos faltaba al no ver el rostro entero? Pues bien, esa es la línea que han seguido los científicos estadounidenses para ver cómo afecta esa ‘juventud congelada’ a lo que se conoce como «retroalimentación facial». Y es que, de acuerdo con esta teoría, cuando vemos una cara alegre o enfadada, contraemos o flexionamos los músculos del rostro para recrear esa expresión. Se trata de una especie de mecanismo espejo que imita y ayuda a nuestro cerebro a entender las emociones.
Que el uso del bótox y otras prácticas estéticas que provocan cierta 'parálisis' facial afecta a la capacidad de comunicarse con gestos puede parecer evidente. Esas frentes incapaces de contraerse, los ojos que no provocan arruga alguna al entornarse o bocas que sistemáticamente sonríen cuando hablan, contribuyen a crean confusión no verbal en la comunicación con otros. Pero ahora, un estudio va un paso más allá.
La investigación de la Universidad de Irvine se centró en medir la actividad cerebral en diez mujeres de entre 33 y 40 años a las que se le había inyectado la toxina botulínica para inducir parálisis temporal del músculo responsable de fruncir el ceño, más conocido como músculo glabelar. Los científicos registraron la actividad cerebral de estas voluntarias mientras observaban imágenes de rostros que mostraban distintas emociones antes y después de recibir el tratamiento. La sorpresa llegó cuando, al analizar los resultados, se dieron cuenta de que las inyecciones habían provocado cambios en la actividad de la amígdala, una región cerebral clave para reconocer e interpretar las emociones; y el giro fusiforme, que se encarga de reconocer los rostros.
Y, aunque plastificar la cara a partir de una cierta edad es uno de los retoques estéticos más extendidos, la Sociedad Española de Medicina Estética (SEME) advierte: el perfil del paciente ha cambiado y, si hace una década, la edad media de iniciación era a los 35 años, ahora ha bajado a los 20. «El uso de redes sociales, la posibilidad de usar filtros y la aparición de aplicaciones que permiten cambiar las formas del rostro han contribuido a generar nuevas necesidades en pacientes jóvenes», explicaba el doctor Sergio Fernández, vicepresidente segundo de SEME. Concretamente, el informe habla de las ‘baby botox’, una tendencia que consiste en infiltrar dosis más bajas de toxina botulínica para disminuir o prevenir ciertas patologías antes de que aparezcan.
En este sentido, algunas celebrities, como la cantante estadounidense Ariana Grande, ya han mostrado su arrepentimiento por tratamientos como el bótox o el relleno en los labios. «Siento que mi relación con la belleza ha cambiado mucho con los años, sobre todo porque empecé muy joven», confesaba a Vogue.«Me he puesto un montón de relleno en los labios, igual que bótox. Paré en 2018 porque sentí que era demasiado. Me sentí como que me escondía… Durante mucho tiempo, la belleza fue como una herramienta para esconderme», concluía.
Pero también hay estrellas que han manifestado su desacuerdo con este tipo de tratamientos, como la actriz Meryl Streep que con 74 años sigue siendo partidaria de no tocarse la cara. «Cuando lo veo en la gente que conozco, es como una interrupción de la comunicación con ellos. Es como una bandera ante la vista, y eso, para un actor, es como llevar un velo: no es algo bueno», asegura.
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