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Gestor de toxicidad La epidemia de jefes tóxicos (y cómo 'limpiar' la oficina del mal rollo)

El 13 por ciento de los europeos asegura que tiene un mal jefe. El liderazgo tóxico es extremadamente contagioso. Termina contaminando a los trabajadores y a la propia compañía, con graves consecuencias económicas y para la salud. ¿Es la hora de desintoxicar la oficina?

Por Daniel Méndez

Viernes, 06 de Octubre 2023

Tiempo de lectura: 6 min

Adiós a los jefes. Una compañía británica ha puesto en marcha un experimento. En las entrevistas de trabajo preguntaron a los candidatos qué necesitaban de un superior. Se mencionaron cosas como autonomía, claridad en los objetivos, oportunidades de desarrollo personales y profesionales… «Y nos dimos cuenta de que lo que reclamaban se parecía más a un coach que a un jefe», explica Barnaby Lashbrooke, fundadora de Time Etc, empresa británica especializada en asistentes virtuales. «Así que los escuchamos. Reemplazamos a los jefes por coaches: uno por cada seis trabajadores».

Y su productividad mejoró un 20 por ciento, al tiempo que reportaban beneficios en su bienestar. «Como los jefes, los coaches están ahí para actuar como primer recurso cuando surge un reto. Pero, en lugar de dirigir desde arriba, ponen el foco en empoderar y apoyar al empleado para que encuentre la solución». Sin embargo, este experimento es una excepción. Demasiado a menudo, los cargos de responsabilidad son parte del problema.

El año pasado, la consultora de gestión McKinsey publicó un estudio internacional en el que uno de cada cuatro encuestados afirmó estar expuesto con frecuencia a comportamientos tóxicos en el trabajo. Por su parte, un estudio del instituto de economía del trabajo IZA, con sede en Bonn (Alemania), señaló que en torno a un 13 por ciento de los europeos tiene un mal jefe. Pero ¿en qué consiste esto exactamente? Los autores de este estudio utilizan siete criterios: respeto, reconocimiento del trabajo, ayuda a la hora de realizarlo, feedback o respuesta a comentarios y situaciones, apoyo para el desarrollo individual, buen trabajo en equipo…

Una empresa británica sustituyó a los jefes por 'coaches' y la productividad, lejos de bajar, mejoró un 20 por ciento

Los trabajadores valoran a sus jefes en cada uno de estos ítems en una escala del 1 al 5, y quien obtenga menos de 20 puntos es considerado un mal jefe. Aunque en realidad las cosas podrían ser mucho peores. Otro estudio realizado en Estados Unidos sostiene que entre un 13 y un 36 por ciento de los empleados norteamericanos tiene un jefe disfuncional: alguien que crea ambientes opresivos, falta el respeto a sus empleados y viola el llamado 'contrato psicológico', ese acuerdo tácito que describe el comportamiento que cabe esperar de un trabajador o de su empleador.

Los cinco arquetipos del liderazgo tóxico

«Inmaduro, mediocre, megalómano, racista, parásito supremo…». Estas fueron las palabras que algunos extrabajadores de Twitter proyectaron sobre la fachada de sus oficinas en San Francisco el pasado noviembre. Estaban dedicadas a Elon Musk, que había comprado la red social solo unas semanas antes. Llegó como un elefante a una cacharrería y despidió a la mitad de los empleados. Pero la fama de mal jefe –hay quien lo define como el peor del mundo– lo precedía. Gritos, despidos impulsivos, arbitrariedad, exigencia de horas extras, desinterés por el bienestar de sus trabajadores o incluso por las denuncias de racismo o acoso sexual.

Es imposible asegurar si, efectivamente, Elon Musk es el peor jefe del mundo. Pero, desde luego, no es el único caso paradigmático. Bill George, profesor de Harvard hasta su jubilación el año pasado (y con un largo currículo como ejecutivo en empresas), ha identificado cinco arquetipos de liderazgo tóxico: los impostores, las estrellas fugaces, los que tratan de racionalizar sus errores, los solitarios que no se dejan aconsejar y los que buscan la gloria. Mark Zuckerberg, CEO de Meta (al frente de Facebook e Instagram), encaja en los tres últimos arquetipos.

Ya hay empresas que cuentan con un 'gestor de toxicidad', encargado de buscar soluciones

No es casual que Elon Musk, Mark Zuckerberg y uno de cada ocho jefes en Europa tengan comportamientos tóxicos en el puesto de trabajo. Responden a una cultura empresarial que premia o, como mínimo, condesciende estos modelos de liderazgo. Y sus efectos perjudiciales salpican muchos aspectos de nuestra vida cotidiana. Entre ellos, la economía, por supuesto. Un ambiente laboral envenenado reduce drásticamente el compromiso del trabajador.

Según una encuesta de la consultora Gallup, solo un 23 por ciento de los trabajadores se siente conectado con su equipo y su empresa. En Europa, el porcentaje baja hasta el 13 por ciento. Y esta falta de compromiso, según ese estudio, le cuesta a la economía global cerca de 8,2 billones de euros anuales.

Y afecta también a la salud. Un estudio de la Escuela de Negocios de la Universidad de Mánchester habla de líderes oscuros: aquellos que muestran signos de narcisismo o psicopatía (o ambos a la vez). Añadiendo una personalidad maquiavélica, tenemos los tres vértices de la llamada 'tríada oscura', un concepto psicológico útil en criminología y en gestión empresarial: explican comportamientos tendentes a la autopromoción, la frialdad emocional y la agresividad. Los subordinados que los padecen tienen un 20 por ciento más de probabilidades de sufrir depresión.

Y hay un 41 por ciento más de probabilidades de que en el lugar de trabajo se den casos de bullying, y no solo por parte del jefe tóxico: el modelo es contagioso y acaba contaminando a todo el equipo. Hay estudios que demuestran que el estrés mata a tantas personas en Estados Unidos como el tabaquismo. Las jornadas laborales largas se relacionan con un incremento de la mortalidad del 20 por ciento: aumentan el riesgo de accidentes cardiovasculares e ictus.

Cuando la cultura empresarial es el problema

¿Qué hacer si nos vemos ante esta situación? El primer paso es la prevención: detectar tendencias tóxicas de los candidatos ya en los procesos de selección. Este tipo de situaciones están en manos de la empresa. Es ya incluso una realidad la figura de un 'gestor de la toxicidad': alguien interno o externo encargado de analizarla y buscar soluciones. Debe escuchar y detectar pistas emocionales en lo que dicen o hacen los empleados subalternos, con menos margen de maniobra. «Ante una amenaza, el cerebro humano reacciona de dos maneras: lucha o huye», explica Jordi Alemany, consultor y formador de equipos directivos.

«El problema ante un caso de liderazgo tóxico es que a menudo viene avalado por una cultura empresarial que los promueve. Mi recomendación habitual si sufres este tipo de liderazgo es: construye un plan para irte de manera voluntaria y minimizar el impacto». Buscar una alternativa mejor puede ser más productivo que intentar transformar una organización entera.

Aunque hay pasos previos, por supuesto: tratar de no implicarse personalmente, hablar con el departamento de recursos humanos; si el conflicto va a más, documentar por escrito los episodios y conservar pruebas: e-mails, chats… Muchos optan por una 'renuncia silenciosa' como estrategia de supervivencia: seguir adelante, haciendo lo mínimo posible para no perder el empleo.

Pero las nuevas generaciones están cambiando la manera de entender el trabajo. Y esto implica una mayor movilidad y un mayor protagonismo de la vida que tiene lugar fuera del ámbito laboral. El hartazgo se ha traducido en Estados Unidos en lo que se ha venido en llamar la 'gran renuncia'. En España, recuerda Alemany, solo durante el primer semestre de este año, más de un millón de trabajadores ha renunciado a su contrato. ¿Estamos ante una gran renuncia patria? No exactamente. Pero sí es un signo de que muchas cosas están cambiando en nuestra relación con el trabajo. Y también se está transformando la cultura empresarial.


Los trabajadores españoles están enfadados... y mucho. El 20 por ciento afirma estarlo diariamente en su puesto de trabajo, una cifra por encima de la media europea, que se sitúa en el 14 por ciento, según los datos del Informe anual sobre el estado del trabajo en 2023, de Gallup. El estudio también aporta datos sobre el compromiso laboral, el estrés y el clima empresarial en los distintos países. Y los resultados en España tampoco son buenos: solo el 10 por ciento de los empleados españoles se siente «comprometido» con su trabajo, lo que nos sitúa como el cuarto país con menor compromiso laboral de Europa.

En cuanto al estrés, un 36 por ciento dice sentirlo a diario y ocupamos el puesto 22 del ranking: aunque esta cifra ha disminuido en un 8 por ciento respecto al año anterior. En cuanto al clima laboral, solo el 26 por ciento considera que es un buen momento para encontrar trabajo. Esta cifra sitúa a España en el puesto 36 de 38 países analizados.