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La guerra psicológica entre las dos Coreas: K-Pop ensordecedor contra la

Nuevas estrategias bélicas en la frontera

La guerra psicológica entre las dos Coreas: K-Pop ensordecedor contra la 'invasión' de globos con bolsas de basura

El conflicto abierto desde hace 74 años se intensifica con el uso de métodos castrenses muy poco convencionales.

Viernes, 28 de Junio 2024

Tiempo de lectura: 3 min

Los caminos de la guerra moderna son inescrutables. Mientras en Ucrania y en Gaza no se detiene la devastación a lomos de tecnología militar avanzada y tácticas convencionales, las dos Coreas le han dado una vuelta de tuerca a su estancado enfrentamiento. Panfletos, globos, basura y K-pop, la música más popular en la región, son las armas en liza hoy en un conflicto que cumple 74 años.

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¿Armas? Un globo norcoreano cargado de basura (izda.) y una batería de altavoces instalada en la frontera (en la apertura del artículo).

Porque, pese al armisticio que en 1953 puso fin a tres años de hostilidades armadas, ambos países siguen en guerra. Psicológica, eso sí. Regar el territorio enemigo con folletos cargados en globos que el viento empuja hacia uno y otro lado de su hermética frontera es una práctica que solo detuvo el Acuerdo Intercoreano sobre el Cese de Actos Hostiles, en 2000. La 'paz del folleto' duró hasta 2008, cuando el halcón Lee Myung-bak ascendió a la presidencia surcoreana y trajo de regreso las tensiones... y las lluvias de panfletos.

Pese al armisticio firmado en 1953, ambos países siguen, 'de facto', en guerra

La actividad no ha cesado desde entonces, pero ahora, con ánimo innovador, Kim Jong-un ha decidido darle un singular toque creativo. En mayo, el dictador de Corea del Norte inició una nueva escalada enviando globos con basura hacia el sur. Agresión a la que su homólogo Yoon Suk-yeol ha respondido con otro alarde de ingenio bélico: aturullar los oídos de sus vecinos con oleadas de K-pop.

Prohibido más allá del paralelo 38 norte, este género musical prefabricado (los grupos son creados por empresas de entretenimiento), que combina pop, rap, dance, rock o R&B y que arrasa entre jóvenes de medio mundo, retumba en esa frontera desde hace semanas.

Se usan con ese fin los gigantescos altavoces que la expresidenta Park Geun-hye colocó en 2015 para transmitir mensajes propagandísticos tras la cuarta prueba nuclear (son seis hasta la fecha) realizada por Corea del Norte. Como respuesta a aquellos primigenios ataques rompetímpanos, se produjeron entonces disparos de artillería desde ambos lados de la frontera, si bien, al igual que sucediera con la larga lista de ‘incidentes’ entre ambos bandos que salpican este enfrentamiento interminable, no fueron a más.

Aquellos bafles fronterizos han sido ahora mejorados y son capaces de alcanzar, revelan funcionarios surcoreanos, los diez kilómetros de distancia durante el día y los 25 por las noches. Numerosos expertos bélicos han criticado la eficacia de esta estrategia contrarrevolucionaria, pero un oficial estadounidense citado por la agencia Reuters asegura tener constancia de varias deserciones motivadas por los efectos del K-pop entre la milicia del norte. Soldados fronterizos huidos confirman, de hecho, haber disfrutado hace años de las transmisiones surcoreanas cuyos contenidos, además del bombardeo de radio fórmula para adolescentes, también incluían pronósticos meteorológicos precisos y advertencias para que recogieran su colada en caso de haberla colgado al aire libre.

Una década después, las retahilas de consejos condescendientes siguen formando parte del renovado ‘arsenal’ de propaganda surcoreana, pero se le han añadido píldoras informativas con las novedades tecnológicas de Samsung, la mayor compañía del país; o críticas al programa de misiles del Querido Líder y a la represión del régimen de Pyongyang.

La avalancha de pop capitalista surcoreano, sin embargo, es ahora la protagonista absoluta del mensaje, ya que su intensidad se ha multiplicado de forma exponencial. Los mega éxitos de bandas como Seventeen, Red Velvet, Stray kids o BTS, líderes absolutos del género, con 45 millones de discos vendidos, retumban ahora con más intensidad que nunca por el paralelo 38.

No han trascendido las intenciones precisas que han llevado al Sur a recurrir a esta novedosa modalidad de guerra cultural, pero se antoja poco menos que imposible que los súbditos de Kim Jong-un vayan a sucumbir en masa al proscrito compás e imploren a su ‘querido líder’ que cambie de opinión –declaró en enero su total desinterés por la reunificación, objetivo irrenunciable para el Sur– y se siente por fin a negociar.

Pase lo que pase, es inevitable preguntarse: ¿cundirá el ejemplo musical e incruento en alguno de los 56 conflictos activos en el mundo? ¿Estará ya la OTAN analizando los efectos disuasorios de un buen bombardeo de reguetón y demás ritmos urbanos de moda en Occidente? Difícil, pero ahí queda.