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El reverendo cristiano que ha ayudado a más de 1000 personas a huir del Kim Jong-un

El Oskar Schindler de Corea del Norte

El reverendo cristiano que ha ayudado a más de 1000 personas a huir del Kim Jong-un

Un reverendo lleva 23 años recorriendo rutas imposibles para salvar a los coreanos del norte que huyen del régimen del terror. Su historia se cuenta en el documental Beyond Utopia (que ahora se puede ver en Filmin). Ya ha rescatado a más de mil. Entre ellos, la familia de Woo Yeonbo. Ellos mismos nos cuentan su odisea.

Viernes, 10 de Noviembre 2023

Tiempo de lectura: 7 min

No se nos permite tener teléfono móvil. Si la Policía te pilla con uno, tienes un problema», afirma la norcoreana Woo Yeonbo, de 50 años. Pero, aquella mañana de domingo, ella estaba resuelta a hablar con su hermana, que había huido a Corea del Sur. «La echaba tanto de menos». Woo se levantó muy temprano, a las cinco. Su ciudad se encuentra a orillas del río Yalu, el accidente geográfico que marca la frontera con China. La mujer tenía por delante siete horas de caminata hasta llegar a la montaña donde había quedado con el contrabandista que le iba a facilitar un móvil.



Woo ahora también vive en Corea del Sur y es una de las protagonistas del documental Más allá de la utopía, un filme que recoge el testimonio desgarrador de personas que huyen del país más opresivo de la Tierra. Como a la mayoría de los norcoreanos, a Woo las autoridades le habían dicho que vivía en la mejor de las naciones, en una utopía. Aunque a Woo algo no le cuadraba, no sabía qué era; «no tenía ni idea de lo que había al otro lado».

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Un héroe trágico. Seungeun Kim se embarcó en la ayuda de los norcoreanos en los noventa, cuando pre-senció «el río de la muerte», en la frontera con China, en el que muchos perdían la vida al huir. Luego, una tragedia personal, la pérdida de su propio hijo, lo impulsó a dedicar su vida aún más a ello.

A Woo la videollamada con su hermana aquel domingo de 2018 le abrió los ojos. Su hermana y su hermano aparecieron en la pantalla del teléfono. Ambos habían escapado y vivían cerca de Seúl. Charlando con ellos, descubrió otro mundo, donde existían los días festivos, la calefacción, las comodidades... Cuando un año después las autoridades amenazaron con desterrarla a ella y a los suyos a una zona inhóspita por tener familiares desertores, Woo, su marido, sus dos hijas (de 5 y 10 años) y su madre cruzaron el caudaloso río Yalu para llegar a China. Hasta ahí llegaban los planes de fuga de Woo. «Pensaba que, si cruzábamos la frontera, llegaríamos enseguida a Corea del Sur». Nada más lejos de la realidad. En China, aliado de Corea del Norte, corrían un riesgo mortal. Los desertores son enviados de vuelta a su país, donde son sometidos a terribles castigos, y hay abultadas recompensas en metálico para los chinos que los entreguen.

«No sabía qué hacer –dice Woo–. Ni a quién preguntar. Vagamos por la montaña durante una semana». Hasta que encontraron una cabaña vacía, donde se refugiaron. Cuando un granjero descubrió su escondite, lejos de delatarlos, decidió ayudar a la familia. Los puso en contacto con un pastor surcoreano llamado Seungeun Kim, famoso por ayudar a los norcoreanos a escapar. Enviaron al pastor un vídeo donde aparecía la familia Woo suplicando: «Por favor, ayúdanos a vivir».

Imágenes del documental 'Más allá de la utopía', que recoge la huida de la familia de Woo Yeonbo y la de otros norcoreanos, ayudados por el pastor Seungeun Kim

Ese vídeo con los rostros de una familia desesperada en China aparece en el documental. Esa nación es el único camino factible para escapar de Corea del Norte. La frontera con Corea del Sur está sembrada con dos millones de minas.

Matar a los hombres, vender a las mujeres

Cuando Kim Jong-un llegó al poder, en 2011, convirtió la deserción en un acto de traición. Duplicó la altura de las torres de vigilancia en la frontera e instaló aún más cámaras. «Empezó a recompensar a los soldados si mataban a los que trataban de escapar», dice el pastor Kim. Las mujeres que logran llegar a China corren el riesgo de ser vendidas a los traficantes de sexo. «Pero no pueden vender a una abuela de 80 años para prostituirse», dice el pastor.

Cuando se trata de una familia, como la de Woo, con poco interés para los traficantes, estas mafias se ponen en contacto con organizaciones cristianas y les piden dinero a cambio de su liberación. El pastor Kim tuvo que hablar con su iglesia en Corea del Sur, Misión Caleb, y pedirles que aprobaran fondos para un intento de rescate. En aquella época, un rescate costaba unos 3000 dólares, según el pastor. Ahora, el férreo control de China y Corea del Norte ha elevado el coste a 20.000.

Woo y su familia no sabían nada del mundo exterior. Al cruzar el río y llegar a China, creían que estaban cerca de Corea del Sur. Nada más lejos de la realidad. Vagaron por tres países hasta lograr la libertad

El pastor es una pieza muy buscada por el régimen norcoreano; por eso, para hablar con él, hay que cumplir ciertas normas de seguridad. «Corea del Norte envió gente para asesinarme, dos veces», dice. Ya no puede viajar a China, porque sabe que en cuanto pise el país lo detendrán. Cada correo electrónico y cada llamada «podría ser un espía, podría ser una trampa», cuenta.

La historia heroica de este pastor empezó a mediados de los noventa, cuando viajó a China por primera vez como misionero. Fue una revelación. «Vi cadáveres de norcoreanos flotando en el río Yalu. Me quedé estupefacto. Nadie los enterraba. Los chinos cogían palos para empujarlos a la parte norcoreana, y los norcoreanos los volvían a empujar hacia los chinos. Era un río de muerte». En la frontera fue abordado por huérfanos norcoreanos que le pedían ayuda en su propio idioma: «Era la primera vez que veía a norcoreanos. Éramos la misma gente –afirma–. ¿Cómo pudo cruzar este niño de 5 o 6 años? Para sobrevivir, me dije. Empecé a llorar y decidí dedicar mi vida a ayudar a esta gente».

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Los supervivientes. La familia de Woo ahora en su casa de Seúl. La niña pequeña, de 9 años, dice que quiere ser bailarina. La mayor, de 14, quiere probar «tantas cosas como sea posible». Su nueva vida, que lograron tras un periplo increíble, les parece un regalo.

Con la hambruna que mató a tres millones de personas a finales de los noventa, a los norcoreanos que huían se les dijo que buscaran una cruz, es decir, la Cruz Roja. Pero algunos se confundían y se arremolinaban bajo la cruz de la iglesia donde Kim trabajaba en China. Uno de aquellos refugiados era una joven, Esther. Ambos se enamoraron y Kim empezó a investigar cómo llevarla a Corea del Sur. Así encontró la red de 'intermediarios' que ahora emplea para sus rescates.

Esther, su esposa, fue la primera persona a la que rescató. Sin embargo, la vida no iba a sonreír a la pareja. Su hijo nació con daños cerebrales y murió siete años después, mientras Kim estaba en una de sus misiones de rescate.

«Había salido a salvar a otras personas y no fui capaz de salvar a mi propio hijo», dice. La tristeza era tan enorme que Kim incluso pensó en el suicidio. Él y su mujer estaban destruidos hasta que ambos decidieron consagrar su vida a una misión: salvar a todos los norcoreanos que pudieran en memoria de su hijo. Ya han rescatado a 1012.

«Cuando nos perdimos en las montañas, me odié a mí misma —recuerda Woo—. La vida de todos mis familiares estaba en mis manos. Ahora les digo a todos ellos: 'Os he hecho el mayor regalo de la vida'».

Para salvar a Woo y su familia, Kim sobornó a un policía chino que debía llevarlos en su coche patrulla durante cientos de kilómetros hasta llegar a una ciudad llamada Qingdao. Para proteger la ruta, el documental no revela cómo cruzaron de China a Vietnam, pero una vez allí el propio Kim voló hasta ese país para verlos, pese al peligro: sabe por la inteligencia surcoreana que no debe viajar a Vietnam, tampoco a Laos, Birmania y Camboya, todos ellos aliados de Corea del Norte.

En Vietnam, Woo y su familia se instalaron en un piso franco: la abuela se maravilló al ver la ducha: «¡El agua cae como una cascada!». La felicidad era mucha, pero todos sabían que solo habían hecho una primera etapa del viaje.

El plan era cruzar ilegalmente de Vietnam a Laos a través de una selva montañosa. Esta era la parte que más angustiaba a Kim. Desde Laos pasaron ilegalmente a Tailandia. Una vez en ese país, Kim les dijo que buscasen una carretera e intentasen ser detenidos. Las autoridades de Tailandia, una vez que hayan demostrado que son desertores norcoreanos, se encarga de que lleguen a su destino: Corea del Sur.

Hay un plano maravilloso en la película donde aparece el pastor sentado en una barca, mirando a la familia de Woo ya a salvo. «Estaba feliz –comenta–. Pero al mismo tiempo tenía sentimientos encontrados. Pensaba en los que se quedan atrás. En historias como la de Soyeon».

Lee Soyeon es una mujer de 47 años que desertó sola hace más de una década. Su hijo, Cheong, por entonces solo tenía 6 años y se quedó con su abuela en Corea del Sur. Decidida a reunirse con él, la mujer acudió al pastor Kim para sacarlo de allí. Pero el rescate salió mal. Dos horas después de cruzar el río Yalu, el pequeño fue detenido y devuelto a su país. El pastor cree que Cheong, que ahora tiene 19 años, está en un campo de prisioneros políticos llamado Kaechon. «La gente piensa que es mejor morir que acabar allí», dice la madre, que confía en que hablando públicamente pueda presionar al régimen.

Hay miles de historias como la de esta madre, exiliados separados de sus familias y miles como la de su hijo, que son capturados y «devueltos a lo peor». En medio de ellos, la huida de Woo y su familia parece un milagro. «Cuando nos perdimos en las montañas, me odié a mí misma –recuerda Woo–. La vida de todos mis familiares estaba en mis manos. Ahora les digo a todos ellos: 'Os he hecho el mayor regalo de la vida'». Su marido asiente: «Yo, desde luego, me siento como una rana en un pequeño estanque, dentro de un pozo, mirando al cielo».


© The Sunday Times Magazine


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