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Misión; 'frenar a Jonathan Jacob Meijer' Madres en pie de guerra El ‘esperminador’ en serie que tiene más de 500 hijos

El holandés Jonathan Jacob Meijer ha engendrado cientos de hijos donando su semen a través de clínicas de fertilidad, bancos de esperma o de forma privada. Las madres desconocían las dimensiones de lo que estaba haciendo y muchas de ellas han unido fuerzas con la intención de pararlo. Ellas cuentan su historia.

Por Dialika Neufeld

Viernes, 16 de Junio 2023, 14:31h

Tiempo de lectura: 10 min

Poco antes del juicio, el donante de semen sube un vídeo a su canal de YouTube. Aparece con camisa hawaiana y una botella de leche. Mirando a la cámara, dice: «Beber leche cruda es pura vida». Una melena rubia le cae hasta los hombros y no deja de colocársela mientras habla de las maravillas de la leche.

La prensa de medio mundo ha dedicado titulares a este hombre: «Donante de esperma en serie acusado por riesgo de incesto», «Un hombre engendra entre 550 y 600 hijos». Muchas personas de diferentes países lo felicitan por ello en los comentarios de su vídeo sobre la leche: «Enhorabuena por tus hijos, tío. Eres una inspiración», «Hola, papá, en Brasil podrías tener otros cientos tranquilamente». Meijer agradece los cumplidos: «Thnx man :)». También contesta con emojis sonrientes, como si todo le hiciera gracia. Pero entre los comentarios hay una petición directa: «Hola, Jonathan», le escribe una mujer. «¿Quedamos para hablar? Estoy interesada». Él responde que le mande un mensaje por Facebook.



Semanas más tarde, un jueves de mediados de abril, doce de la mañana. En el palacio de justicia de La Haya se han congregado más de 40 mujeres. Son las madres de los hijos de Jonathan Jacob Meijer. Entre ellas están Natalie y Suzanne, su hijo tiene ya 10 años. También está Marie, que ha venido por su hija, de 13 años. Y Eva y Mareike... y Chrissy, que tiene gemelos...

Jueza: Las demandantes exigen que ponga fin a sus donaciones a no ser que se trate de personas que ya tengan un hijo de usted. Y usted dice que le gustaría seguir donando, ¿es así?

Meijer: Sí. O que se me permita decidir a mí si lo hago o no.

«Saber que sigue engendrando hijos me pone enferma», dice una madre. Muchos hijos son ya adolescentes y de la misma zona, coinciden en el colegio. Sus madres se preguntan: ¿qué pasa si se enamoran?

De la mujer que dio pie a este proceso judicial solo se sabe su nombre de pila, Eva. Tiene un hijo de Meijer, de 3 años. Las acusaciones: el donante ha puesto en peligro a los niños y ha mantenido a sus madres en la ignorancia, además de haber atentado contra todos los estándares en la materia engendrando a cientos de hijos.

Para el juicio, Jonathan Jacob Meijer ha cambiado la camisa hawaiana por un traje oscuro. Meijer tiene 42 años, es youtuber, músico y, según dice, asesor de criptomonedas. En un cuestionario se describe a sí mismo como «soñador».

Este hombre ha donado su esperma durante años a través de clínicas de fertilidad, bancos de semen o de forma privada, en Europa y más allá. Se cree que ha engendrado a más de 500 hijos por todo el mundo; pero, según las demandantes, esa cifra podría llegar al millar. De acuerdo con el escrito de acusación, ha ocultado o mentido a los padres y madres afectados sobre el número real de hijos que llevaban sus genes.

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Madres de un niño de 11 años. Natalie Dijkdrenth (izquierda) y su mujer, Suzanne, se consideran víctimas en este caso. Natalie es una de las pocas inseminadas por Meijer que ha contado en público su caso. «Resulta inquietante lo que se parecen todos los hijos de Meijer», dice.

Los niños fruto de este engaño tienen entre unos meses y 15 años. Según el propio Meijer, han sido engendrados en Australia, Canadá, Kenia, Ucrania, Italia y Alemania. El número es especialmente elevado en La Haya. Sus hijos coinciden hoy en colegios y actividades deportivas, algunos incluso van a la misma guardería. Y en estos momentos hay varias mujeres más embarazadas de él.

Jueza: ¿Quiere añadir algo, señor Meijer?

Meijer: Se me ha descrito como un toro salvaje poseído por un impulso reproductor incontenible. Pero los que siguen mi canal de YouTube saben que no creo en la evolución, sino en la creación.

Hace algo más de 12 años, en 2010, Natalie Dijkdrenth hizo clic en el perfil de un atractivo rubio en una página web holandesa dedicada a poner en contacto a personas que quieren tener hijos con donantes de esperma. Una veintena de hombres se ofrecían. Muchos querían donar por métodos naturales, es decir, a través de relaciones sexuales, alternativa que para Natalie quedaba excluida.

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Yo quiero tener un millón de hijos... Jonathan Jacob Meijer con uno de sus incontables hijos. Se le estiman ya entre 550 y 600, pero podrían ser de más de mil. Él dice que dona su semen gratis y que lo hace «por los niños, la felicidad...»

Natalie está en el salón de su casa en Róterdam. Es una de las madres dispuestas a relatar sus historias. «Saber que ahora está engendrando más hijos me pone enferma», dice. Suzanne, su mujer, asiente. A su hijo Thijmen, de 10 años, le han contado lo mejor que han podido que tiene cientos de hermanastros, dice Natalie. «Formas parte de una de las familias más grandes de los Países Bajos», le dijeron. Natalie no se planteó recurrir a una clínica por un motivo: quería ver al hombre que iba a aportar el 50 por ciento del ADN de su hijo.

Extracto del perfil de donante de la web Spermaspenderinfo.net: «No busco una relación, solo quiero ser donante. Acepto el contacto posterior con el niño […]. Mi esperma es de alta calidad (de 80 a 100 millones por mililitro). Mi talento es la música».

Meijer le dijo a Natalie que le entregaría el esperma en un bote. En la página holandesa no usaba su nombre auténtico, sino que se hacía llamar Martin, lo que justificaba diciendo que trabajaba como profesor y que no quería que sus alumnos supieran que era donante. Tras pensarlo bien, Natalie decidió cerrar el trato.

Varias de las madres han creado un grupo de Facebook para hablar sobre Meijer: Donorkind 102 JJM. Ya reúne a 154 mujeres, pero la mayoría no se atreve a comentar públicamente el caso. Entre otras cosas, porque Meijer las ha amenazado con romper el contacto con sus hijos si lo hacen. Es un chantaje poderoso: para los hijos nacidos de una donación no conocer a su padre puede ser una carga psicológica muy pesada.

Las mujeres han subido al grupo de Facebook fotos de sus hijos, todos rubios. «Resulta inquietante lo mucho que se parecen todos», dice Natalie. La mayoría de estas madres lo que quieren es parar a Meijer. Pero también llamar la atención sobre el problema que este caso ejemplifica: la industria de la donación de esperma apenas está regulada a nivel internacional.

Prueba número 20: conversación de WhatsApp con la demandante Eva, del 3 de febrero de 2018

Eva: ¿Desde cuándo llevas ayudando a mujeres que quieren ser madres?

Meijer: Desde 2007. ¡El mayor va a cumplir los 10 este año! ¡No te caigas de la silla, jeje!

Eva: Jaja, no, todavía no. ¿Cuántos hijos has engendrado con tu esperma?

Meijer: 12.

Eva: ¿Y con cuántas madres?

Meijer: 8.

Eva: ¿Te has marcado algún límite?

Meijer: Sí, casi lo he alcanzado ya.

Meijer captó la atención de las autoridades holandesas en 2017. Un grupo de madres les puso sobre aviso e iniciaron una investigación. Resultado: además de sus donaciones privadas, entre 2007 y 2017 Meijer había donado al menos a 11 clínicas holandesas, como consecuencia de lo cual habían nacido 102 hijos. De ahí el nombre del grupo de Facebook: «Donorkind 102 JJM».

Meijer no gana dinero con su esperma. Asegura que lo hace por «los padres y las madres, por los hijos, por la felicidad». Pero obvia que sus excesos son una carga psicológica tremenda para los niños

En los Países Bajos, las clínicas obligan por contrato a no donar en otros centros y a limitarse a un máximo de 12 familias. Pero se trata solo de una directriz establecida por las propias clínicas. No de una ley. Y Meijer sabía cómo esquivarla. Natalie cuenta que quedó con Meijer en una cafetería en La Haya. «Me dio buena sensación», dice. «Si yo decía que adoraba los cachorros, él también. Si yo decía que era fan del esquí, hablaba de nieve». Además: «Tenía un pelo estupendo».

Ese mismo mes fue a recoger el primer bote de esperma, dice Natalie. Saca el móvil y muestra una foto de su hijo. Sonríe y dice: «Quiero a mi hijo, pero es producto de un tipo que ha repartido su esperma por todo el mundo. Es producto de su narcisismo».

¿Lo hace por narcisismo? ¿O por una necesidad de ayudar mal entendida? Si se hubiese enriquecido con sus donaciones, resultaría más sencillo especular, pero, salvo el coste de los viajes y las facturas de las pruebas médicas, Meijer nunca les ha pedido nada a las mujeres. De todos modos, para acceder a los pensamientos de este hombre lo mejor es ver sus vídeos: todas las semanas sube uno a YouTube. Ya acumula más de 630 clips.

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Leche... Jonathan Jacob Meijer en un fotograma de uno de sus más vitalizados vídeos en YouTube. En él habla de las bondades de beber leche cruda. Cuarenta madres han logrado sentarlo en el banquillo, pero entre los comentarios que otros le dejan en su canal de vídeos, muchas personas lo felicitan por su 'cruzada' por la vida...

Gracias a ellos podemos saber que le gusta el bosque y que sigue el movimiento Raw Primal, gente que se alimenta como en la Prehistoria. También que se opone a buena parte de los dictados de la civilización y la ciencia, que hace diez años que ya no usa champú y que renunció al desodorante hace un año. Un tema recurrente es Dios y el milagro de la vida. También afirma que la superpoblación es un mito. «Si la gente sigue sin tener hijos, el estadio final es la desaparición de la humanidad». Y, por lo que se ve, Meijer quiere evitar ese 'final'.

Marie invitó a Meijer a su casa. Él entró en el baño «y llenó un botecito». Ella optó por autoinseminarse allí mismo con una jeringuilla. Al segundo intentose quedó embarazada

Marie ha elegido para nuestro encuentro un café en La Haya. No quiere que usemos su verdadero nombre, quiere proteger a su hija, de 13 años. Que su hija lleve un 50 por ciento del ADN de Meijer le hace «sentir muy mal». «Tengo sentimiento de culpa», admite.

Marie tenía 38 años cuando se topó con Meijer en Internet. No quería renunciar a ser madre y había decidido recurrir a un donante. Quedó con él en una cafetería, igual que Natalie. Meijer le habló de lo mal que lo pasaba un amigo suyo que no podía dejar embarazada a su novia y que por eso él quería ayudar. Por lo visto, le contaba esta historia a casi todas las personas que contactaban con él.

Desde el principio le transmitió confianza, dice Marie. «Si quieres hacerlo conmigo, me gustaría ir a tu casa y ver dónde vivirá el bebé», le dijo. Daba la impresión de que era algo que de verdad le importaba. Así que un día fue a la casa. Quería saber cuál sería la habitación del niño.

«En su siguiente visita llenó un botecito en mi baño», dice Marie. Ella optó por la autoinseminación en casa con una jeringuilla. Al segundo intento se quedó embarazada. Meijer la felicitó. «Un día, cuando mi hija ya era mayor, me llamó y me preguntó si quería tener otro hijo», cuenta Marie. Le pareció extraño. ¿Por qué lo hacía? No ganaba dinero con ello…

Con el paso de los años nuestro hombre empezó a actuar como si la donación de semen fuese una competición. Buscaba mujeres en distintos países y en diversas páginas web al mismo tiempo.

Prueba número 20: conversación de WhatsApp con la demandante Eva, del 1 de octubre de 2019

Eva: Te estoy eternamente agradecida, pero mentir de esa manera para propagar tus genes no está bien.

Meijer: Hey, para. Lo he hecho porque me parece hermoso hacer felices a las personas…

La imagen que las madres afectadas tienen hoy de Meijer no es uniforme. Muchas se sienten víctimas, pero también han cumplido su mayor deseo gracias a él. Y el propio Meijer parece feliz por el nacimiento de todos los niños. Siempre da la enhorabuena tras el parto, pide fotos... Es paradójico: Meijer asegura que todo lo hace por «los padres y las madres, por los hijos, por la felicidad». Pero obvia que sus excesos son una carga psicológica tremenda para los niños. ¿Cómo van a construir relaciones estables con tantos medio hermanos? «¿Cómo saber quién eres si hay tantas copias de ti?», pregunta una madre.

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El veredicto de la justicia. Jonathan Jacob Meijer durante el juicio al que lo han llevado varias madres de los hijos que han procreado con su sumen. El tribunal de La Haya le ha prohíbido donar su esperma bajo amenaza de sanción de hasta 100.000 euros. Las clínicas que conserven su su semen deben destruirlo.

Y, además, está el riesgo de incesto. Una gran parte de los niños nacidos de donaciones privadas procede de la región en torno a La Haya. Muchos están empezando a entrar en la pubertad y coinciden en actos deportivos o en el colegio. Sus madres se preguntan: ¿qué pasa si se enamoran?

El 26 de septiembre de 2019, Mareike Flory recibió un correo electrónico de Cryos International, el mayor banco de semen del mundo: «Nos ponemos en contacto con usted porque tenemos registrado un embarazo suyo con el donante denominado 'Ruud'. Y hemos sabido que 'Ruud' ha donado fuera de Dinamarca, con lo que ha vulnerado el contrato que tenía con nosotros».

La empresa Cryos proporciona semen en más de un centenar de países. Mareike y Chrissy Flory pagaron 1320 euros por sus servicios en 2017. Chrissy Flory dice: «Cuesta entenderlo. Todo está regulado a nivel europeo, incluso los plátanos, pero para este tipo de cosas no hay ningún tipo de reglamentación». La compañía declina toda responsabilidad.

Meijer estuvo en Kenia poco antes del juicio. En la foto de su perfil de WhatsApp aparecía en una playa. No era la primera vez que donaba en el país africano. Y es muy probable que aquel viaje también haya tenido como resultado un óvulo fecundado. Dos semanas después, el tribunal de La Haya anuncia su veredicto: a Jonathan Jacob Meijer se le prohíbe donar su semen bajo amenaza de sanción de hasta 100.000 euros. Las clínicas que conserven su esperma deben destruirlo.

Natalie dice: «Le ha arrebatado a nuestro hijo tener una vida normal. Y Meijer todavía es joven, es fértil…». Quién sabe qué podrá hacer en otros países, tal vez usando un nombre falso. El juicio no ha sido, ni de lejos, el final de esta historia, añade.


© Der Spiegel


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