
Jueves, 24 de Julio 2025, 12:09h
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La trágica epidemia de sarampión de 1712 se coló en el Palacio Real. Mató al heredero al trono de Francia y a su mujer. Quedaban huérfanos sus hijos, dos niños pequeños. Pero también enfermaron. Los médicos aplicaron las sangrías habituales al mayor de ellos, el nuevo heredero, y el niño también murió. Entonces Charlotte de la Motte Houndancourt, duquesa de Ventadour e institutriz de los pequeños príncipes de Francia, se atrincheró con el pequeño Luis en sus habitaciones. Prohibió el paso a los médicos. Desobedeció todas las órdenes. Y salvó así la vida de ese niño, que luego fue el rey Luis XV, al impedir que las sangrías lo debilitaran.
Luis nunca olvidó los cuidados de su institutriz, a la que estaba muy unido. Lloró un día entero por su querida maman cuando lo separaron de ella, a los 7 años, para ser educado por un preceptor varón. Y como rey mostró su cariño y agradecimiento a quien lo cuidó de pequeño: le regaló joyas, le otorgó el privilegio de acceder a sus aposentos privados y le encargó el cuidado de sus propios hijos.
Las nannies han desempeñado un papel importante en la Historia. Sin ir muy lejos de la duquesa de Ventadour, Luis XIV –predecesor en el trono y bisabuelo de Luis XV– se casó en secreto con madame de Maintenon, la institutriz de los hijos ilegítimos que había tenido con madame de Montespan, una de sus amantes.
Las cuidadoras de príncipes, nobles y de las élites cuando eran niños siguen siendo influyentes. Algunas de ellas han entregado su vida a los pequeños que han cuidado como si fueran sus hijos. Los han protegido. Les han dado afecto, disciplina, cuidados, compañía y han dejado su huella en ellos. La princesa Carolina de Mónaco, por ejemplo, ha contado que «teníamos una relación más cercana con la niñera que con nuestros padres. Para mi hermano y para mí, Maureen era la figura principal de nuestras vidas».
De niños, Carolina y Alberto apenas veían a sus padres. Raniero III de Mónaco y Grace Kelly se pasaban la vida de viaje, en fiestas, actos… Carolina ha desvelado que hasta los 14 años no comió con sus padres y que no recuerda haber mantenido con ellos hasta entonces conversaciones importantes. La cuidaba su nanna, Maureen Wood, de la que Carolina guarda un recuerdo maravilloso. Ha contado, por ejemplo, que cuando sus padres acudieron a la boda de Constantino y Ana María de Grecia ellos jugaron con Maureen a «asistir a una cena de gala». El chef preparó un menú especial, Carolina se puso un vestido de su madre, Alberto vistió un uniforme de su padre, pusieron música y bailaron los tres.
Maureen estaba siempre con ellos. Carolina y Alberto no soportaban su ausencia. Cuando se iba de vacaciones, corrían detrás del coche gritando «no te vayas». Y la echaban tanto de menos que pedían a su madre que la llamara de vuelta, cosa que Grace Kelly acababa haciendo: llamaba a la niñera y ella regresaba.
Del cuidado de nuestro rey Felipe VI y sus hermanas, las infantas Elena y Cristina, cuando eran pequeños hay poca información. De Elena y Cristina se una nanny inglesa, miss Christine People, de la que guardan un cariñoso recuerdo. Miss Christine aplicó el modelo británico de orden y disciplina, pero con un bonito vínculo afectivo. Se sabe que Cristina ha continuado la relación con ella de adulta. Más adelante, del acompañamiento y supervisión de las actividades oficiales de las infantas se ocupó Marisa Satrústegui, que llegó al palacio de la Zarzuela cuando Elena tenía 14 años y Cristina, 12. Del cuidado de su hermano, Felipe, se sabe todavía menos. No se ha difundido el nombre de sus cuidadoras. La historiadora Carmen Iglesias fue su preceptora, pero eso fue cuando ya era mayorcito y se ocupó de su formación académica.
Hay mucha más información de las nannies de la familia real inglesa. Fueron muy sonados los celos que Diana Spencer sintió de la cuidadora que el príncipe Carlos eligió para sus hijos, Guillermo y Harry, cuando la pareja se separó. Tiggy Legge-Bourke llenó páginas de papel couché al lado de los niños. Conectó con ellos y su magnífica relación perduró, Tiggy (que ahora, de casada, se apellida Pettifer) estuvo en la boda de Guillermo y Harry, ellos estuvieron en la suya; Harry es padrino de uno de sus hijos, y ella es madrina de Archie, el hijo mayor de Harry y Meghan Markle.
También Cayetano Martínez de Irujo, hijo de la duquesa de Alba, continúa enlazado con su adorada nana (Margarita Cayarga). Para él, ella fue una madre protectora, incluso le salvó la vida cuando se cayó de pequeño a una piscina. Cayetano era feliz con Margarita, pero lo apartaron de ella a los 6 años y pasó a ser cuidado por dos niñeras perversas que le pegaban y humillaban. Lo ha contado en sus memorias. «Nunca pude renunciar a nana. Cuando salió de Liria, me escapaba a su casa; luego me traía su marido medio a escondidas de vuelta al palacio. Hasta su muerte ha seguido teniendo un papel fundamental en mi vida. Su casa siempre ha sido mi refugio. Aparecía allí como los huérfanos que buscan un hogar. Nunca dejé de ir a visitarla, de ir a comer con ella y dormir una siesta en el sofá cogido de su mano como cuando era pequeño», ha contado Cayetano
Escapaba del maltrato de las cuidadoras que le asignaron tras nana: Fräulein Blessel, una austriaca que «me pegaba con un bambú»; y Olga, una española que le daba palizas y lo humillaba.
Nana fue todo lo contrario a eso. Margarita murió –un año después que la duquesa de Alba– y Cayetano es el tutor de Margaret, la hija de su nana, que es tres años menor que él y nació con síndrome de Down. Cayetano vive con ella y la cuidará siempre: se lo prometió a su segunda madre.
También perduró el más profundo afecto entre Miguel Bosé y sus hermanas con su tata Reme (Remedios de la Torre). En sus memorias, Bosé detalla que esta mujer sencilla de Saelices (Cuenca) les regaló atención, educación, sensatez, protección, cariño, disciplina, sentido común y amor auténtico a él y a sus hermanas, Lucía y Paola. Reme siempre estaba con los niños mientras sus padres, el torero Luis Miguel Dominguín y Lucía Bosé, salían y se peleaban.
Reme tomó la batuta de la casa cuando no había dinero y plantó cara a los padres de 'sus hijones', como llamaba a Lucía, Miguel y Paola, sus niños. A Luis Miguel Dominguín le dio un bofetón y a Lucía Bosé la regañó y corrigió muchas veces. En una ocasión, Lucía iba a salir de fiesta demasiado descocada, desairada porque su marido estaba con otra mujer. Reme le dijo que una madre y una señora como Dios manda no salía así de casa. Consiguió que Lucía, una mujer con mucho carácter, se cambiara de ropa.
Las cuidadoras han sido un pilar en la formación emocional de las élites. Lo siguen siendo. En Norland College (Inglaterra) se forman cada año cien alumnos seleccionados (hay más del doble de solicitudes de ingreso) que cuidarán de niños de familias patricias que después se sentarán en consejos de administración, escaños o tronos. A los hijos de los príncipes de Gales, por ejemplo, los cuida una de sus alumnas, la española María Teresa Turrión. Las niñeras formadas en Norland College están bien pagadas: cobran sueldos de hasta 140.000 euros al año.
Las nannies han sido, son y serán muchas. Marion Crawford cuidó a Isabel y Margarita de Inglaterra. Fue una 'traidora' que después publicó intimidades de la familia. Helen Lightbody fue la niñera de Carlos III; Sheila McNair, de la reina Sofía de España; Manuela Sánchez Prat,' fue la 'seño' de Luis Alfonso de Borbón y su hermano, Francisco, nietos de Franco.
Otras niñeras han interferido de otra manera en las familias en las que han trabajado. Ben Affleck intimó demasiado con Christine Ouzounian cuando era la cuidadora de sus hijos con Jennifer Gardner, con quien estaba casado. Y Jude Law se arrimó demasiado a Daisy Wright, cuidadora de sus hijos con Sadie Frost, cuando estaba a punto de casarse con Sienna Miller. A las cuidadoras de ahora los famosos les exigen firmar cláusulas de confidencialidad y cumplir duros requisitos. Se dice que las nannies de los niños del clan Kardashian cobran cien mil euros mensuales, pero no pueden llevar joyas y deben estar siempre disponibles. El rol de la institutriz ha sido duro, durante siglos era la única salida para mujeres solteras de cierta formación. Lo refleja de maravilla Charlotte Brönte, que fue institutriz, en su novela Jane Eyre.
También Walt Disney se fijó en las niñeras. Persiguió durante dos décadas a Pamela Lyndon Travers para que le cediera los derechos de su libro Mary Poppins. Disney, que hasta entonces solo había hecho películas de dibujos animados, logró llevar a la niñera mágica al cine. La cinta, en la que se mezclan animación y la acción en vivo, se estrenó en España en 1965, hace ahora 60 años. Y fue un exitazo: ganó cinco Oscar. Su versión edulcoraba a la niñera. La auténtica Mary Poppins era mucho más Rottenmeier que la imagen que dio de ella July Andrews en la película. «Era imposible mirarla y desobedecerla», dice de ella su creadora. Y lo de Rottenmeier, un sinónimo de severidad y frialdad, lo comprenderán los que hayan visto Heidi en la infancia.