Volver
';
El diario secreto de Goebbels: «El público alemán desea ser embaucado»

«El Führer ha venido a casa a tomar el té»

El diario secreto de Goebbels: «El público alemán desea ser embaucado»

Cada noche, durante 22 años, el ministro de Propaganda de Hitler recogía sus conversaciones con el líder nazi. Reproducimos algunos pasajes de este documento estremecedor.

Jueves, 12 de Septiembre 2024

Tiempo de lectura: 14 min

Joseph Goebbels (1897-1945) quería ser poeta, pero no consiguió publicar ni un triste verso. El resentimiento por esta vocación frustrada, aderezado con el odio a su propio cuerpo (era cojo y medía 1,50), cimentó su cinismo. «El público alemán desea ser embaucado», escribe en sus diarios. Desde 1923 hasta 1945 trabajó en ellos sin respiro hasta completar 7.000 páginas manuscritas y 36.000 dictadas que fueron confiscadas por los soviéticos. Durante la perestroika, el descubrimiento de copias microfilmadas en un archivo moscovita permitió reunir una edición completa. Para publicarla hubo que comprar los derechos al albacea de Goebbels, un siniestro banquero suizo llamado François Genoud, nazi hasta la médula.

«El Führer se alegra de que me quede con él toda la noche. Dice que mi presencia lo tranquiliza. Su confesión me llena de alegría. Siento que estoy con un hombre que trabaja bajo la protección de Dios»

Fue un flechazo mutuo. Hitler lo reclutó para mejorar la imagen del partido y Goebbels orquestó la campaña más sucia de la historia. «Soy un predicador, el alma del trabajador alemán está en mis manos, moldeable como la cera». Editó revistas que se mofaban de los judíos, organizó quemas de libros y ordenó soltar ratones en los cines donde se proyectaban filmes antibelicistas. Hitler pronunciaba unos 50 discursos anuales por la radio. Pero en el estudio de grabación se embarullaba. Goebbels procuró que siempre hubiese público en el plató. Una multitud que interrumpía con aplausos al orador. Como ministro de Propaganda, hizo instalar altavoces en las calles, y miles de vigilantes procuraban que se escuchase al Führer en fábricas y cervecerías.

alternative text
En familia. Hitler, con Goebbels, su esposa y dos de sus hijos. Tras caer Berlín, el matrimonio se suicidó en la Cancillería. Antes, envenenaron a sus seis hijos.

En su vida privada, Goebbels era mucho menos 'riguroso'. «Cualquier hembra me hace hervir la sangre y corro tras ella», decía. Su esposa, Magda, soportaba sus infidelidades. Le dio seis hijos. Tras el suicidio de Hitler, el matrimonio Goebbels se quitó la vida, pero antes asesinó a sus propios niños.

La biografía de su albacea, François Genoud, que también compró los derechos de los escritos de Hitler, es tortuosa. Durante la guerra fue espía de los nazis, traficó con diamantes y escondió toneladas de oro expoliado a los judíos. Cuando terminó la contienda, se las ingenió para blanquear su pasado y desempeñó un alto cargo en la Cruz Roja. Financió las redes que sirvieron para que jerarcas nazis escaparan de los aliados. Costeó las minutas de los carísimos abogados de criminales, como Klaus Barbie y Adolf Eichman. Feroz antisemita, financió el terrorismo árabe y estuvo implicado en el secuestro de un avión de Lufthansa en 1972. Se suicidó en 1996, a los 81 años, asediado por las denuncias y negando el holocausto. Debe de estar revolviéndose en su tumba: los beneficios de los diarios de Goebbels se destinarán a una fundación en memoria de las víctimas de los campos de exterminio. A continuación, algunos extractos de los diarios de Goebbels.

23 de enero de 1943: la caída de Stalingrado

¡Stalingrado está perdido! A mediodía, almuerzo sólo con el Führer en su refugio. La entrevista comienza con el análisis de la situación militar. Me muestra un resumen sobre la conducta de los italianos, documento que ha sido transmitido al Führer por oficiales del frente; parece casi una llamada de socorro. La información es tan atroz, que el Führer me ordena no divulgar jamás su contenido. Sólo es posible rebelarse ante tanta ligereza, cinismo y cobardía. Es cierto que los italianos han sido siempre una pandilla de cobardes, pero nunca se habían mostrado tan viles. […]

alternative text
El marketing nazi. Goebbels diseñó los discursos de Hitler y la propaganda del régimen. Fue clave en crear una 'estética' amenazante y poderosa.

El Führer también está muy descontento con la Luftwaffe. Últimamente funciona algo mejor, desde que Milch se encarga de la organización de los transportes aéreos hacia Estalingrado. Pero sigue siendo insuficiente. Lo que recibe Stalingrado es lo justo para no morir; pero demasiado poco para vivir. Probablemente, tengamos que hacernos a la idea de que las 22 divisiones están perdidas. […]

«De momento, mi único temor es que le pase algo al Führer. Ya tiene 54 años, y no es cosa que se deba tomar a la ligera»

En medio de la entrevista, se recibe una llamada telefónica de Zeizler: la situación en Estalingrado es gravísima. Los bolcheviques han roto las líneas alemanas en seis kilómetros. Nuestras tropas no son capaces de resistir; disminuidas por el hambre y el frío son incapaces de combatir. La noticia afecta profundamente al Führer. Tenía la esperanza de que aún fuera posible mantener una fuerza armada en Stalingrado y liberarla más adelante.

Esto me anima a exponer mi programa con mayor énfasis. Repito todas las ideas que he definido tantas veces como mi programa. Lo titulo Conducción de la guerra total. Incluye el servicio obligatorio para las mujeres, la disolución de todas las instituciones y empresas no necesarias para la guerra y la subordinación de la vida civil al esfuerzo de la guerra. El Führer acepta de inmediato todo lo que le propongo. Incluso, en algunos puntos, llega más lejos. […]

Desde ahora, tenemos el campo libre. El Führer nos da rienda suelta. Sé perfectamente que, a causa de estas medidas, me crearé enemigos; no me importa. Si éstas permiten ganar la guerra, seré su artífice ante la historia.

alternative text
En acción. Goebbels durante uno de sus discursos 'motivadores'. Controlaba todos los medios en Alemania. En los periódicos sobre los que ejercía mayor control, un gazapo podía ser castigado con un campo de concentración.

De momento, mi único temor es que le pase algo al Führer. Ya tiene 54 años, y no es cosa que se deba tomar a la ligera. Él me dice que, de vez en cuando, enferma y que ya no se siente capaz de afrontar duras pruebas. Debemos ahorrarle preocupaciones. A pesar de estas crisis, de todo este peso, su fuerza interior sigue siendo admirable. Sabe tan bien como todos nosotros que, desde ahora, luchamos por nuestra existencia; pero, decidido a combatir hasta el final, él sigue firmemente convencido de que esta lucha se saldará con nuestra victoria.

El joven Mayor, que fue, por orden del Führer, el último en abandonar Estalingrado, presenta su informe en casa de Hitler y, luego, en la mía. Su descripción sobre Estalingrado es conmovedora. Las tropas no tienen alimentos ni munición ni combustible. Están sentadas en fila en sus refugios, hambrientas y ateridas de frío. La imagen de una antigua grandeza. Faltan palabras para describir este drama heroico. Muy delgado, este oficial tiene la mirada hundida; habla de manera agitada, pero se limita a los hechos. Describe la moral de las tropas como por encima de cualquier elogio. Sólo se puede admirar el coraje que demuestran estas gentes sencillas por la causa del Reich. En sus cartas, se despiden de sus familias; a continuación, miran la muerte de frente y luchan hasta el último cartucho. En todas las unidades circula la pregunta: «Para quién será la última bala, ¿para el ruso o para mí?». Muy pocos se rinden. ¡Qué heroísmo, qué dura y sangrienta lección para nosotros! Una lección que no podemos olvidar. Si tenía reticiencias en llevar a cabo mi programa, debería sentir vergüenza.

En el refugio del Führer, permanecemos ante la chimenea en compañía de Speer durante horas. Reina un ambiente melancólico. Las noticias de Estalingrado son opresivas. Pero debemos sobreponernos. El Führer se alegra de que me quede con él toda la noche. Yo también me siento feliz de hacerle compañía en este día trágico. Me ruega insistentemente que vuelva. Dice que tiene muchas cosas que contarme y que mi presencia lo tranquiliza. Esta confesión me llena de alegría.

31 de enero de 1943: «¿Queréis la guerra total?»

Por la tarde, a las cinco, tiene lugar la manifestación tan esperada en el Sportpalast. La afluencia es impresionante. Recuerda el furor salvaje del pueblo. El público pertenece a todos los estratos sociales: desde el Gobierno hasta el obrero anónimo. Mi discurso causa gran impresión. La reacción del gentío apenas puede describirse. Nunca antes el Sportpalast fue testigo de escenas de tanta agitación como al final de la manifestación, cuando planteé al público diez preguntas. La gente respondía con una tormenta de aprobaciones. Esta manifestación causará gran impresión no sólo en el Reich, sino también en países neutrales e incluso en el enemigo. Mi oratoria está en plena forma; gracias a mí, la sala se encuentra en un estado que se asemeja, espiritualmente, a una movilización total.

«Mi oratoria está en plena forma. Hay que eliminar a estos judíos como ratas. En Alemania ya nos hemos encargado de ello. Espero que el mundo tome buen ejemplo»

Por la noche, algunos invitados declararon que esta manifestación fue una especie de golpe de Estado silencioso. La guerra total ya no es cosa de unos pocos hombres sagaces; desde ahora, tiene el apoyo del pueblo. Ya nadie del grupo de los dirigentes puede oponerse a ella. Esperemos que la frase que cerraba mi discurso se convierta en realidad: «Pueblo, álzate y que sople la tempestad».

27 de octubre de 1943: Diferencias con el Führer

En lo que se refiere a la posibilidad de una paz independiente con los ingleses o con los soviéticos, mantengo mi punto de vista que es diametralmente opuesto al del Führer. Él piensa que se podría alcanzar un acuerdo con los soviéticos, basándose en lo que ocurrió en 1939, tras la campaña de Polonia. De esta forma, tendríamos las manos libres en el oeste y podríamos aplastar a Inglaterra desde la base de operaciones que constituye la costa atlántica. Posteriormente, habría que plantearse cómo conseguir en el este el espacio vital que necesitamos. Pero esto no tendrá lugar forzosamente en un futuro próximo. Con resignación, el Führer dice que ya será demasiado viejo para llevar a cabo esta lucha.

«Mi punto de vista es diametralmente distinto al del Führer. Él piensa que se podría alcanzar un acuerdo con los soviéticos y así tener las manos libres en el oeste para aplastar Inglaterra»

Le expongo mi tesis sobre la relación de fuerzas que existe en Inglaterra, sobre la doctrina del balance of power, sobre la evolución de la guerra en este sentido, guerra en la que Inglaterra lleva todas las de perder políticamente, si sigue actuando como hasta ahora. En una palabra, presento los argumentos para demostrar al Führer que un acercamiento al partido angloamericano representaría grandes ventajas. Me remito al ejemplo de 1932. En la lucha por hacerse con el poder en Alemania, no fue con los comunistas con quienes nos entendimos para derribar a la plutocracia, sino con la plutocracia para derribar al comunismo. Mis argumentos no convencen al Führer aunque encuentra en ellos elementos atractivos.

23 de julio, 3 y 23 de agosto de 1944: Tras el atentado fallido de Hitler

Me reúno de nuevo con el Führer. Sale de su refugio para venir a mi encuentro. Nuestras primeras palabras me trastornan. Estoy emocionado hasta lo más profundo de verlo delante de mí, sano y salvo. La escena no está exenta de solemnidad. Tengo la sensación de estar frente a un hombre que trabaja bajo la protección de Dios. Sin embargo, su aspecto es el de una persona cansada. Su frente muestra heridas superficiales; cojea ligeramente, ha sufrido quemaduras y en el brazo tiene contusiones. Aparte de esto, no tiene nada.

Lo único que me preocupa es que el Führer se ha hecho muy viejo. Da impresión de fragilidad, causada por sus heridas. Todo su ser se caracteriza por una extrema bondad. Nunca lo había visto tan entrañable como aquel día. No se puede sentir más que afecto por él. Es el mayor genio vivo de nuestra época. Junto a él, alcanzaremos la victoria, o nos hundiremos heroicamente.

[…]

alternative text
Wagner, la banda sonora. La ópera y los perros eran dos aficiones en común de Hitler y Goebbels. Arriba, escuchan a Wagner con Otto Dietrich.

A mediodía, vuelvo a hablar con Keitel sobre el proceso del juicio del 20 de julio. El Führer ha dado la orden de constituir un tribunal de honor formado por mariscales y generales, entre los que figuran Keitel, Guderian, Scherff, Specht y otros. […] Los condenados a muerte serán ahorcados vestidos de presidiarios. Me parece una buena decisión, y gustará a todo el pueblo alemán.

[…]

En lo que se refiere al juicio del próximo lunes, el Führer se ha mostrado de acuerdo con el procedimiento que he propuesto. Enviaré un ejército de periodistas de primera clase, que redactarán sobre el asunto un informe formidable destinado al gran público. Previamente, el sábado, me entrevistaré con Freisler y repasaré con él, punto por punto, el modo en que debe desarrollarse el juicio. No se tolerarán alegatos verbosos o debates prolijos; los acusados no tendrán la posibilidad de proferir sandeces pacifistas; deberán expresarse únicamente con relación a los hechos.

[…]

Estoy viendo la película del juicio de Helldorf. Observo abatido su hundimiento ante el tribunal. Tienen un tono lloroso y declara abiertamente haber actuado como un traidor y haberse comportado sin fe ni ley hacia el Führer. Me resulta conmovedor ver a ese hombre tan cercano a mí en otros tiempos.

23 y 26 de agosto de 1944: La batalla de Francia

En lo que se refiere a la batalla de Francia, los aliados tienen grandes esperanzas en la actividad del maquis francés. Efectivamente, nos hemos visto superados por los movimientos clandestinos, cosa que yo no había previsto. Nuestra inteligente y clarividente política extranjera ha conseguido convertir a unos franceses pacifistas en combatientes nacionalistas. Apenas se puede imaginar peor fracaso. Ni ingleses ni americanos han tenido problemas para hacerse con la población gala. La política que hemos desarrollado allí les ha dado las condiciones más favorables.

4 de diciembre de 1944: Adolf viene a tomar el té

El Führer nos causa a todos extrema alegría al aparecer para tomar el té con nosotros. Causa sensación, porque hace ya años que ha dejado de hacer visitas privadas. Pero aceptó la invitación de Magda, y se muestra encantado de encontrarse de nuevo en nuestra casa, en nuestro círculo familiar. Es fácil imaginar nuestra felicidad. Se le recibe como a parte de la familia, y los niños se han puesto pantalones largos para la ocasión. El Führer se alegra de que nuestra casa esté, en relación con otras, intacta y se entusiasma con los niños, que no había visto desde hace cuatro años. Se maravilla con todos ellos, especialmente con Helga y Hilde, convertidas ya en auténticas señoritas.

«Al Führer las bajas en la guerra le causan gran dolor. Pero subraya que él no ha escatimado medios para que la lucha se desarrolle de forma más humana. Es Churchill quien siempre ha querido que la guerra adopte esta forma bárbara»

El Führer se queda con nosotros durante dos horas, de las que aprovechamos cada minuto para charlar y evocar recuerdos. Se extiende sobre los problemas de la degeneración del arte, a la vista de unos cuadros de buena factura que hemos colgado en su honor en las estancias de nuestra casa. También hablamos de música y de los combates. Él está muy impresionado por la violencia de la guerra aérea que lleva a cabo el enemigo y las pérdidas que deploramos le causan gran dolor. Pero, una vez más, subraya que ha hecho todo lo que estaba en su mano por evitar este tipo de guerra, lo que es totalmente cierto. No ha escatimado medio alguno para que la lucha se desarrolle de forma más humana. Es Churchill quien siempre ha querido que la guerra adopte esta forma bárbara.

12 de marzo de 1945: Los judíos vuelven...

Los judíos reaparecen a la luz del día. Su portavoz es un tal Schwarzschild, de siniestra reputación, que aboga en la prensa americana por que Alemania no tenga derecho a un tratamiento de favor bajo ningún concepto. Hay que eliminar a estos judíos como ratas. Gracias a Dios, en Alemania ya nos hemos encargado de ello. Espero que el mundo tome buen ejemplo.

13 de marzo de 1945: Ya no hay ministerio

El ataque de Mosquitos de esta noche tiene consecuencias trágicas para mí, ya que alcanza a nuestro ministerio. El bello edificio de la Wilhelmstrasse ha sido destruido por una mina. La sala del Trono, la galería Azul y la sala del Teatro, que yo mismo hice reconstruir, son un campo de ruinas. Se me revuelve el corazón ante la idea de que una obra de arte haya sido arrasada en un segundo. […] Hace exactamente 12 años, este mismo día 13 de marzo, entré como ministro en este ministerio. Muy mal presagio para los próximos 12 años.

28 de marzo de 1945: Un ambiente de fin del mundo

El jardín de la cancillería del Reich ofrece un espectáculo desolador. No es más que un montón de escombros. Se están reforzando las instalaciones del refugio del Führer, que está firmemente decidido a quedarse en Berlín, incluso si la situación se vuelve dramática. En su entorno militar, reina un ambiente de fin del mundo, prueba de que el Führer sólo ha reunido a su alrededor a personas débiles en las que no puede apoyarse en caso de emergencia. […]

alternative text
Los 'buenos' tiempos. Goebbels y Hitler, con de la cineasta Leni Riefenstahl , quien filmó películas para el régimen nazi, paseando por los jardines de la cancillería.

El Führer confía de forma inquebrantable en su buena estrella, lo que es admirable. Siempre se tiene la impresión de que vive en otra parte. Pero ya ha caído muy a menudo de las nubes. Sigue convencido de que la crisis política en el seno del campo enemigo justifica nuestras mayores esperanzas, por pequeñas que sean. No realiza ya ningún cambio de personal, ya sea en el Gobierno o en la diplomacia. Göring sigue en su puesto, y Ribbentrop, también. […]

El Führer muestra una amplitud de miras como en raras ocasiones. Me siento feliz de tener su confianza. Me gustaría tanto ayudarlo con sus preocupaciones; pero mis posibilidades están limitadas. En cualquier caso, voy a hacer todo lo que está en mi mano para evitárselas. Hay que luchar, aguantar y resistir. Debemos pensar como revolucionarios y, más aún, actuar como revolucionarios. Ha llegado la hora de romper las últimas cáscaras de huevos de los burgueses. Las medias tintas ya no nos sirven. Ha llegado la hora de los hombres hechos y derechos y de las acciones integrales. Por terrible que sea la situación, podemos manejarla.

[…]

Por la noche, después del ataque de los Mosquitos, hojeo una serie de papeles privados que se remontan a la época de nuestra lucha política. Esta lectura despierta en mí un cúmulo de recuerdos. Parece como si me enviaran un saludo, desde la lejanía de aquellos tiempos felices que ya no volverán.

MÁS DE XLSEMANAL