Viernes, 28 de Marzo 2025, 11:19h
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Aunque algunos de los jóvenes que sentaron las bases de la revolución tecnológica en la que andamos inmersos hace ya tiempo que dejaron de ser jóvenes, queda en pie la enmienda drástica que con sus invenciones hicieron al tradicional aprecio al valor de la experiencia. De qué vale la sabiduría atesorada por el humano curtido si cada poco aparece un invento que pone todo patas arriba y obliga a reajustar a cero el contador del aprendizaje, en beneficio de los alevines más despiertos y más predispuestos al cambio. En nuestra carta premiada se desliza una pista sobre lo que la experiencia sigue aportando cuando mantiene la ilusión por aprender: una mirada con más fondo, la capacidad de separar el grano de la paja y de apostar, en lo novedoso, por lo esencial. Si perdemos eso, puede que estemos perdidos.
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