Viernes, 12 de Diciembre 2025, 10:20h
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Afirmaba Valéry que la política, tal como la entiende el hombre moderno, es «el arte de consultar a las gentes acerca de lo que nada entienden y de impedirles que se ocupen de aquello que les concierne». Pruebas de esta evidencia las tenemos en esta fase terminal de la Historia a porrillo: así, por ejemplo, votamos a tal o cual político porque consideramos que es una persona capaz de combatir el cambio climático, sin importarnos que sea incapaz de impedir el ascenso desorbitado del precio de los huevos; o bien lo votamos porque consideramos que puede conseguir mágicamente que cambiemos de sexo de la noche a la mañana, pero paradójicamente no puede conseguir que nos atienda un médico cuando tenemos que operarnos de un tumor. Desde luego, para considerar que un gobernante incapaz de impedir que los precios de los alimentos básicos se disparen o para procurarnos asistencia médica elemental es, en cambio, capaz de impedir que los hielos antárticos se derritan, o de cambiarnos de sexo sin permiso de nuestros cromosomas, hay que estar completamente enajenado.
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