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YO ENCONTRÉ LA FELICIDAD 2 | Edgar Martín-Blas, experto en metaverso «Cuando descubrí el metaverso, vi que yo ya había estado allí»

Hablamos con tres personas que han encontrado la felicidad de manera muy distinta: en un convento de clausura, en la filosofía o inmerso en el metaverso, como le ha pasado a Edgar Martín-Blas, el Cofundador-CEO y director creativo de Virtual Voyagers... Para ellos, la felicidad, simplemente, estaba ahí. Nos lo cuentan.

Por Raquel Peláez | Fotografía: Endika Portillo y Carlos Carrión

Sábado, 02 de Julio 2022

Tiempo de lectura: 4 min

Especializado en entornos virtuales, el madrileño Edgar Martín-Blas ha desarrollado ya, a sus 43 años, más de 200 proyectos inmersivos, incluida la plataforma de conciertos de Meta (Facebook). Hoy es cofundador-CEO y director creativo de Virtual Voyagers y nos explica que reconoció el lugar donde siempre había querido estar cuando se puso el primer prototipo de gafas de realidad virtual: «Yo era el director creativo de Tuenti, pero cuando probé aquellas gafas pensé: yo he nacido para esto».


Gran parte de mi felicidad viene del mundo en constante innovación en el que me muevo. En la tecnología, todo se reconfigura cada tres meses, y esas experiencias nuevas me mantienen siempre con la emoción de un niño pequeño. Aquí nunca ha habido comodidad, así que no hace falta salir de ninguna zona de confort [se ríe]. Y esas experiencias nuevas te mantienen siempre como un niño pequeño. Yo me levanto cada mañana pensado en qué aventura me tocará vivir o qué reunión loca tendré ese día. Y esa ilusión se transmite a la gente con la que trabajas.

Habitualmente tengo reuniones con los directores generales de muchas empresas importantes. Quieren saber qué es esto del metaverso y cómo pueden estar ahí y es curioso ver cómo ellos también se vuelven como niños cuando lo descubren. De repente, se quitan esa máscara dura y corporativa porque ven que pueden cumplir el sueño de su infancia: viajar a Marte, visitar el mundo de Oz… Es como tuvieran una especie de cortocircuito mental porque esto no es una página web o una serie de una plataforma, es algo totalmente nuevo.

Mi aventura comenzó en 2013. Yo era el director creativo de Tuenti, pero compré un prototipo de gafas de realidad virtual y pensé: «Yo he nacido para esto». Gracias a esa tecnología podías crear mundos que cambiaran un poco a la gente y les hiciera vivir experiencias nuevas, y eso me llenó. No se trata de evadirte de la realidad, que eso nunca hay que hacerlo, pero sí cumplir sueños como viajar a Egipto. Y no me refiero al de ahora, sino al de los faraones. Entonces dejé la empresa para iniciar un nuevo camino y ahora el metaverso se ha convertido en un negocio que mueve millones.

Fui un niño muy feliz que vivió entre dos mundos. Mi padre es matemático y llegó a Madrid procedente de un entorno muy pobre, mientras que mi madre venía de una familia muy poderosa y con mucho dinero. Como la familia de ella no aceptó muy bien que se enamoraran, se mudaron a un barrio que se estaba construyendo a las afueras de Toledo y que se proyectó en los años setenta para acoger a las familias que iban a trabajar en el polígono industrial cercano. El problema es que ese barrio se empezó a degradar muy pronto y se convirtió en un gueto.

«No se trata de evadirte de la realidad, que eso nunca hay que hacerlo, pero sí cumplir sueños como viajar a Egipto. Y no me refiero al de ahora, sino al de los faraones»

Cuando yo nací aquello era una especie de selva donde veías cosas muy salvajes de pobreza y marginación. Estamos hablando de ratas por las paredes mientras dormías y yonquis por todos lados. En ese contexto, apareció un chaval en mi barrio que quería ser director de cine, nos hicimos amigos y empezamos a transformar con la imaginación aquel mundo horrible en una especie de película. Entonces todos aquellos descampados gigantes donde había vertederos y lavadoras tiradas se convertían en naves espaciales y creamos una especie de realidad virtual que nos ayudó a superar toda esa época y ser felices. Por eso, cuando de mayor descubrí el metaverso, yo ya había estado ahí [se ríe].

En el otro mundo, en el rico, las reglas eran diferentes. Cuando nos íbamos con la familia de mi madre ocurría todo lo contrario. Era un entorno de lujo, en clubes privados con caballos, con sirvientes… Pero allí todo era más aburrido. No ocurría casi nada y yo lo que hacía era proponer cosas locas: saltar una valla, salir del club sin que nos vieran… Romper pequeñas normas para ellos era vivir la gran aventura. Eso me dio una capacidad increíble para saber moverme en muchos mundos. Por eso ahora puede estar un día con un famoso muy famoso y al día siguiente en un lugar perdido en mitad de la selva con gente más humilde.

Tener un avatar es muy divertido. Es como disfrazarse en la vida real. Te lo pones un rato y luego no vuelves a la oficina pensando que eres un pirata [se ríe]. Los que dicen que nos va a traer problemas mentales es porque no lo han probado. Nos tratan como si no tuviéramos cerebro. El ser humano sabe diferenciar cosas mucho más complejas que eso. Es verdad que puede haber gente que tenga problemas psicológicos y que se enganchen a la realidad virtual, pero no la población global. Es como cuando se estrenó la película de Superman y salieron anuncios diciéndole a los niños que no se tiraran por la ventana. De momento, y por la trayectoria de la gente que lo lleva utilizando desde que empezó en 2013, todavía nadie ha dicho: «Dejó la realidad porque el metaverso es más chuli que el mundo real» [se ríe]. Y estamos hablando de millones y millones de gafas vendidas. No tiene pinta de que vaya a destruir la humanidad. Cuando yo era pequeño se decía: «Se te va a quedar la cabeza cuadrada de tanto ver la tele».

A veces se generan alarmas sociales extremas. Pero ha pasado más veces. Siempre que hay un cambio impactante, la humanidad reacciona como en un duelo: negación, ira... Pasó con la tele, con Internet... Con el metaverso estamos en el momento de la ira, pero llegará la aceptación. Pasaremos por un momento de crisis y luego ya lo utilizaremos todos los días para trabajar.