Howard Gardner Sabio 07 | El creador de las inteligencias múltiples «Los padres deberían ser los antropólogos de sus hijos»
Con motivo de nuestro 35 aniversario y en colaboración con la Fundación BBVA, hablamos esta semana con este psicólogo de la universidad de Harvard que revolucionó para siempre nuestra idea de inteligencia. Gracias a él, los test han dejado de ser una terrible herramienta que divide a los niños en listos y tontos. El creador de la Teoría de las Inteligencias Múltiples ahora ha puesto sus ojos en las universidades. Y lo que ha visto le preocupa.
Este investigador de la Universidad de Harvard trabajó durante veinte años con pacientes con afasia, a los que un daño cerebral impedía hablar con normalidad. Pese a esa limitación, se desempeñaban normalmente en otros aspectos, como la música o la orientación espacial. Fue una revelación. En 1983, Howard Gardner formuló su teoría de las inteligencias múltiples, que puso patas arriba la educación a nivel mundial y cuestionó los test sobre cociente intelectual, que entonces solo medían la capacidad lingüística y lógico-matemática. Con Gardner aprendimos que la mente humana se despliega a través de un conjunto de habilidades que se complementan. Premio Príncipe de Asturias en 2011, es autor de más de 30 libros y, a sus 78 años, sigue trabajando incansablemente. Acaba de publicar The real world of college (MIT Press), junto con Wendy Fischman, una exhaustiva investigación sobre los retos que afectan a los universitarios en Estados Unidos.
XLSemanal. Ha dedicado diez años de su vida a investigar qué está pasando (de verdad) en las universidades. ¿Por qué?
Howard Gardner. Me interesan los dilemas de los jóvenes. Y muchos estudiantes me comentaban que la ética está muy bien, pero para más adelante, que primero hay que tener éxito en el trabajo y la vida. Eso me dejó preocupado.
XL. Han hecho un trabajo monumental: más de dos mil entrevistas en diez campus. Y no solo de élite.
H.G. Hemos analizado cientos de miles de respuestas. Y una de las palabras más frecuentes era 'ayuda'. Son muchos los que sufren problemas de salud mental: ansiedad, sentimiento de no pertenencia… Y los datos de campo se recogieron antes de la pandemia. Las evidencias indican que la situación ha empeorado.
XL. ¿A qué se debe esta situación?
H.G. El periodo de 1950-2000 fue bastante próspero, y desde entonces lo ha sido menos. Muchos jóvenes sienten que no les irá tan bien como a sus padres, y eso es una situación amenazante.
XL. ¿Alguna conclusión que se pueda extrapolar a Europa?
H.G. Casi la mitad de los estudiantes no sabe para qué va a la universidad. Es solo un trámite para conseguir un trabajo.
XL. Teniendo en cuenta lo difícil que está el mercado laboral, no es de extrañar…
H.G. Ya. Pero cuando les dices que son trabajos que pueden desaparecer en tres años se quedan estupefactos. Ni les pasa por la cabeza que cada vez hay más tareas que aprenden a realizar los algoritmos y la inteligencia artificial. Solo una minoría aprovecha su paso por la universidad para explorar sus intereses y utilizar ese conocimiento para una transformación personal. Y esto pasa incluso en las facultades de ciencias sociales y humanidades, no solo en las ingenierías.
XL. En España, eso también se da. Lo llamamos 'titulitis'.
H.G. Prefiero hablar de 'proyectitis'. Las universidades tienden a prometer de todo a todo el mundo... ¡y así tienen garantizado el fracaso! Se han convertido en una especie de centros comerciales del conocimiento. Compiten unas con otras por ofrecer a los alumnos y a sus padres un retorno de su inversión.
«Las universidades tienden a prometer de todo a todo el mundo... ¡y así tienen garantizado el fracaso! Se han convertido en una especie de centros comerciales del conocimiento»
XL. En los campus asiáticos están peor; tienen un problema de suicidios…
H.G. Influyen las presiones familiares, el perfeccionismo, la necesidad de aceptación, el síndrome del impostor… En los peores casos hay suicidios reales o de facto: borracheras, conducción temeraria, sobredosis accidental de drogas…
XL. ¿Soluciones?
H.G. No creo que las universidades por sí solas puedan resolver estos problemas. Tienen que colaborar otras instituciones educativas, médicas y cívicas. Algún tipo de servicio público obligatorio después de la escuela secundaria sería una buena idea.
XL. ¿Por qué tantos jóvenes han interiorizado que lo único importante es el expediente?
H.G. Es el mensaje que reciben de sus padres, de los medios de comunicación y de los propios institutos.
XL. Para cambiarlo, habrá que empezar desde que son pequeñitos…
H.G. Sí. La tendencia natural de los padres es que sus hijos sean como fueron ellos o como hubieran deseado ser. Aunque a veces funciona, es un error. Cada niño es diferente y hay que fijarse en lo que les llama la atención y lo que los motiva a perseverar.
«Siempre les he dicho a mis hijos que deberían hacer lo que quisieran y que yo los apoyaría. Pero un día uno de mis hijos me dijo: 'Solo había que ver lo crítico que eras con fulanito para saber lo que pensabas de verdad'»
XL. ¿Y eso cómo se consigue?
H.G. Los padres deberían ser los antropólogos de sus propios hijos. Por ejemplo, llevándolos a museos con actividades y observando lo que les atrae, pero también estando atentos a los cambios en sus intereses.
XL. Usted habla de la importancia del mentor, pero también de cómo nos influyen los que nos atormentan. Yo me acuerdo de mis buenos profesores, pero también de los muy malos…
H.G. A medida que he ido envejeciendo, he pensado mucho en cómo me influyeron mis padres y profesores, y en cómo yo he influido en mis alumnos y en mis hijos. Le contaré una anécdota.
XL. Diga.
H.G. Siempre les he dicho a mis hijos que deberían hacer lo que quisieran profesionalmente y que yo los apoyaría. Lo creía y lo sigo creyendo. Pero, un día, uno de mis hijos me dijo: «Solo había que ver lo crítico que eras con fulanito o menganito para saber lo que pensabas de verdad». Fue una llamada de atención. Las buenas intenciones están bien, pero los niños son muy perceptivos.
XL. Usted argumenta que los test de inteligencia solo pueden predecir si alguien va a destacar en la escuela, pero que no garantizan el éxito fuera de ella. Sin embargo, los gobiernos están obsesionados con medir competencias. ¿Cuál es su opinión sobre el informe PISA?
H.G. No me opongo. Y PISA es mejor que la mayoría mientras no se utilice para competir entre países o como arma política. Y, además, siempre se hacen trampas. El engaño suele ser por parte de la entidad política, que encuentra formas de elevar el rendimiento medio. Prefiero la evaluación formativa, en la que se detecta lo que está mal, a la aditiva, en la que se otorga una puntuación y se pasa a otras cosas.
«Creo que el mundo necesita una religión unificadora que no enfrente a un dios contra otro»
XL. ¿Dejaremos que la inteligencia artificial piense por nosotros?
H.G. Si la inteligencia artificial me ayuda a hacer algo mejor, estupendo. Pero no voy a entregar los juicios éticos a un sistema computacional no humano. Los valores deben negociarse dentro de una comunidad de seres humanos y no asignarse a un algoritmo cuyas fuentes y procesos no se entienden.
XL. ¿Qué vamos a necesitar para sobrevivir en esta época de incertidumbre?
H.G. Creo que el mundo necesita una religión unificadora que no enfrente a un dios contra otro. Me inspira Gandhi, que entendió lo que el mundo necesitaba mejor que nadie en el último milenio.
XL. ¿Y algo más realista?
H.G. Creo que en este siglo es muy importante tener una mente sintetizadora para poder manejar la sobrecarga de información a la que estamos expuestos y darles sentido a todos esos datos. Un truco: una buena síntesis no intenta abarcarlo todo.
XL. ¿Teme que algún día el rastro diario de información que dejamos en la Red se vuelva contra nosotros?
H.G. Es un tema que me preocupa mucho. China, Rusia y otros países autoritarios adoptan un enfoque; por su lado, Estados Unidos es muy permisivo en esto y reacio a instalar cualquier tipo de control. Creo que Europa es mucho más sensata: no controla el pensamiento, como hacen las sociedades autoritarias, ni se inhibe completamente.
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