Juan Aguirre (Amaral): «En los festivales íbamos a las carpas de música electrónica y eso nos contagió»

AL SOL

El dúo actúa el domingo 22 en el Morriña Fest de Culleredo presentando el sonido renovado de su último disco

21 ago 2021 . Actualizado a las 18:35 h.

Como tantos grupos, Amaral reaccionó a la pandemia el año pasado reduciendo el formato. Ofrecían conciertos en acústico para seguir presentando Salto al color (2019), su último trabajo. Sin embargo, este año miraron a la situación a los ojos, se hicieron fuertes y retomaron la gira tal y como la concibieron originalmente. «Añorábamos mucho poder ir con toda nuestra gente. En la prepandemia hubo un momento de exploración sónica en equipo que fue muy interesante. Todo se detuvo abruptamente y, por eso, el poder retomarlo, aunque sea con medidas de seguridad y dentro de esta normalidad relativa, se agradece», explica Juan Aguirre, mitad de la formación. Mañana estarán en Culleredo, dentro del Morriña Fest (O Burgo, 22.00 horas, entradas desde 29 euros).

-¿Se sienten extraños?

-Sí. Una cosa tan cotidiana y normal para nosotros como viajar con nuestra banda y técnicos, que son amigos, se ha convertido en algo extraordinario.

-¿Tienen la sensación de estar en un gran paréntesis?

-No diría que es un paréntesis, porque no nos hemos detenido nunca. Yo, afortunadamente, tengo una casa grande y me traje todos los instrumentos. Allí me despertaba y me obligaba a pensar en música para no pensar en todo lo demás. Tú vida sigue, aunque sea de espaldas a las giras y el público. Cuando retomamos los directos, eso supuso volver a las premisas de Salto al color. Pero, claro, nosotros ya estábamos en otra cosa. Es la primera vez que nos pasa algo así: girar con un disco y que la mente ya esté focalizada a otro tipo de texturas y cosas.

-Habla de texturas. Este disco sorprende por las electrónicas.

-Ahora, que con las redes sociales recibes información directa, hubo quien me interpelaba diciendo que en este disco había menos guitarras. La realidad es que en nuestros discos siempre hay muchas. En las entrevistas insistía que hay un montón de pistas de guitarra y, a veces ,alguna que solo suena cinco segundos. Al margen de ello, sí hubo fue un proceso de utilizar el estudio y experimentar con el sonido y los recursos digitales para procesar cosas. Había mucha curiosidad. Pero también fue fruto de que Eva empezó a pinchar en clubes con nuestro amigo Xabi, coruñés por cierto, que se ocupa del diseño de nuestros discos.

-¿Qué tuvo que ver eso?

-Los dos empezaron a pinchar por el placer de hacerlo. Eso tuvo un resultado: disfrutar de esa música de un modo más físico. Recuerdo estar en festivales en los que tocábamos Amaral y luego nos íbamos a la carpa electrónica porque pinchaba Eva y Xabi. De pronto, te descubres disfrutando de la música de un modo que resultaba muy chocante. Esa especie de sensación de catarsis colectiva a la hora de escuchar la música nos contagió y tuvo mucha influencia en el disco.

-¿Se cumple entonces lo que decía David Byrne (Talking Heads) de que el lugar en el que se ofrece la música termina afectado al modo en el que se elabora?

-Totalmente. Y, ojo, no quiere decir esto que tenga que estar todo súper arriba de energía, porque en el disco probablemente estén algunas de las cosas más intimistas que hayamos grabado nunca. Hay contrastes muy arriba y cosas más relajadas. Hay una mezcla folk mezclado con electrónica muy grande.

-Siempre han tenido esa querencia folk.

-Sí, desde nuestros inicios siempre nos han influido los discos de folk antiguos de Pentagle y cosas así. Se ve incluso en la manera de cantar de Eva, aunque se desarrolle en un contexto pop.

«Hay tantos sitios en la Ribeira Sacra para ir, componer y grabar, que sería maravilloso hacerlo»

La conexión con lo folkie llega a Galicia. De hecho, el disco lo abren cantando en gallego Ondas do mar de Vigo, cantiga de Martín Códax. «Claro, toda esa música con querencia céltica nos influye mucho», confirma Aguirre

-Esa fue la enésima conexión de Amaral con Galicia. A lo mejor van a Andalucía y le dicen lo mismo, pero aquí cuando no es una canción es la grabación de un vídeo o Eva haciendo de pregonera en la Feira do Viño de Amandi 2021 de Sober.

-Sí, la verdad es que Eva y yo no habíamos salido mucho de nuestros barrios hasta que empezamos a viajar a lo bestia haciendo música. Descubres lugares que te impactan por el contraste por los lugares en los que has crecido. Galicia es uno. No es el único, pero sí que nos impactó mucho. En el fondo es la resultante de un espíritu bastante viajero y nómada. Nosotros cuando vivíamos en Zaragoza y venían las bandas a tocar a nuestra ciudad pensabas: «¡Jo, yo me iría con estos a donde vayan!». Pues la vida esta nómada nos ha llevado a tener amigos en sitios diferentes y en Galicia tenemos muchísimos. También influye el hecho de que vivimos en el centro de Madrid y Madrid está llena de gallegos. Además, tiene que ver con que es una comunidad muy musical con una impronta en la música tradicional y la pop muy fuerte.

-Corre en el «mundillo» el rumor de que Eva se ha comprado una casa en la Ribeira Sacra para montar un estudio. ¿Es cierto?

-[Se ríe] No, para nada, pero hay tantos sitios en la Ribeira Sacra para ir a componer y grabar con un portátil y unos micros que sería maravilloso hacerlo. Eva, por temas familiares, ha pasado mucho tiempo en Galicia. Solemos ir bastante. No solo para tocar. Tenemos amigos relacionados con la música y otros que no tienen nada que ver.

-Se han solidarizado con el veto al cartel de Zahara en Toledo.

-Sí. Pienso que Zahara ha hecho un gran disco que utiliza una iconografía que es de todos, porque vivimos en un país con unas tradicionales. Sinceramente, creo que no ofende a nadie. Y lo defendemos en positivo.