Carlos Limarca era un joven futbolista al que le faltaba un ojo. Pese a ello, logró ascender al Deportivo de La Coruña a primera división, gracias a sus cabalgadas por la banda izquierda, a sus disparos desde fuera del área y a su gran visión para filtrar pases de gol a sus compañeros. Llamó la atención de los equipos más poderosos del mundo, que querían ficharle. Rechazó todas las ofertas.
También recibió la llamada inesperada del seleccionador español para ser elegido como uno de los 25 jugadores que disputarían el Mundial de Catar. En la final, España se enfrentaría a Argentina, planteándole un partido bronco en el que se cometieron muchas faltas para parar el juego y el movimiento de balón, sin que el árbitro amonestase a nadie. Lo peor de todo fue que en el minuto 45 de la primera parte se pusieron por delante los argentinos tras un gol de córner, comiéndose el rechace el portero, que hasta ese momento venía realizando una actuación inmaculada en el torneo. Mediada la segunda parte, España logró empatar. Mandaron el balón al delantero centro, que estaba libre de marca, marcando este a placer. Cuando parecía que el partido estaba abocado a la prórroga, Limarca fue el artífice de una jugada que, a la postre, le dio su segundo mundial a la roja. Corrió por su banda, llevándose a varios rivales, pero cuando llegó a las inmediaciones del área no pudo librarse de una tarascada de un defensa, lo que lo derribó. Pero antes pudo pasar el balón a un compañero, que estaba solo. El balón fue a las manos del portero, pero cuando este iba a sacar, el esférico impactó en el culo de Limarca, que se había acercado a presionar. Fue gol. Era el minuto 95. La bancada argentina enmudeció, haciéndose un silencio atronador. Solo se oía el pitido final del trencilla.
¡Gol, gol del ciego!
Víctor García. Auxiliar. 40 años. Oleiros.