Vampire Weekend trenza una oda de puro amor a la música

AL SOL

Vampire Weekend durante su concierto en el festival Paredes de Coura
Vampire Weekend durante su concierto en el festival Paredes de Coura Hugo Lima

El grupo americano dio un concierto sublime en el festival Paredes de Coura revalidándose como una de las grandes instituciones del pop contemporáneo

17 ago 2025 . Actualizado a las 12:30 h.

Ya no está en aquel foco que, en la primera década del siglo XXI, lo encumbró como la última gran maravilla del pop mundial con su plus de modernidad. Los vientos de las tendencias soplan en otra dirección, que poco tiene que ver con aquel afro-pop proclive a la filigrana barroca que enamoró a tantos. Se podría caer en la tentación de decir que Vampire Weekend es un clásico cuyo momento quedó atrás. La escucha de dos discos como Father of the Bride (2019) y Only God Was Above Us (2024) —ejemplos perfectos de cómo expandir un discurso sin perder la esencia— debería haberse encargado de tumbar esa impresión. Pero, si quedaba alguna duda, el grandioso directo de la banda se encarga no solo de despejarla, sino de dejar a la audiencia boquiabierta, consciente de que algo así solo está a la altura de los gigantes.

Su pase, el pasado miércoles en el festival Paredes de Coura —como siempre, lleno de melómanos gallegos enamorados del evento que se celebra a pocos kilómetros de la frontera—, resultó sencillamente sublime. Una exhibición de inteligencia y talento que hizo brillar, aún más, un repertorio que reúne parte del mejor pop de las dos últimas décadas. Arrancando en formato base, con Ezra Koenig, Chris Baio y Chris Tomson tocando delante de un telón con las letras del grupo Mansard Roof y Holiday, ya se hubieran ganado a la audiencia. Pero, de repente, el telón se cayó y se desplegó una fantasía musical ilimitada con una banda que hizo pura magia. Dirigidos por un Ezra que parecía el Brian Wilson de esta era, esos instrumentistas acariciaron el pop como lo hacían los Beach Boys en Pet Sounds o Paul Simon en Graceland: a lo grande, con maestría, delicadeza, exuberancia musical y todo en su sitio. Con una ejecución perfecta y un sonido brillante, que permitía escuchar cada matiz de manera casi irreal.

Temas como Connect, Unbelievers, Step, This Life y muchos otros desfilaron como diamantes, haciendo que los miles de corazones presentes palpitasen al mismo ritmo, enamorándose perdidamente de lo que estaban escuchando. Una oda de puro amor a la música, la belleza sostenida en un estribillo y esas canciones que, al escucharlas así, sientes que son más grandes que la vida. Tanto que, al terminar, con los músicos dejando el escenario uno a uno tras interpretar Hope, la sonrisa tonta en los rostros unificaba el sentir común. El de un público que no se creía lo que acababa de ver.