Trabaja de traductora en Mondoñedo, donde eligió vivir atrapada por el paisaje, la gastronomía y la gente, «fantástica»
20 feb 2010 . Actualizado a las 02:00 h.En Mondoñedo, donde vive con su pareja desde diciembre de 2005, la conocen como Sarita, Sarah, Sarah Jane, o os guiris , un apelativo cariñoso. «Ya formamos parte del pueblo, pasamos muy rápido de no conocer a nadie a conocer a todo el mundo», cuenta esta inglesa de 42 años, nacida en Sutton, una pequeña población de las afueras de Londres. En el fondo, dice, guarda similitudes con Mondoñedo: «Es vivir en un pueblo, donde todo el mundo se conoce; aquí, cuando salgo a comprar sé que si me voy a las once llegaré a casa a las doce y media..., porque me encanta hablar».
Gallegos e ingleses también comparten la ironía y el sarcasmo, aunque Sarah reconoce que en esto le ganan en Mondoñedo: «Me toman el pelo y no me entero». A la ciudad episcopal llegó casi por azar. Llevaba un tiempo viviendo en Andalucía y en octubre del 2001 ella y su pareja hicieron un viaje a Galicia. «Pasamos diez días en el hotel Mirador; al año siguiente volvimos y coincidimos con As San Lucas, no sabíamos que existían..., no fueron unas vacaciones muy relajantes (...). Pero nos enamoramos completamente de Galicia». Y pronto decidieron mudarse a Mondoñedo, donde compraron una casa para restaurar, en el lugar de O Carmen, con una magnífica vista.
Acento de Granada y México
Sarah empezó a aprender castellano en el instituto. Luego cursó Estudios de España y América Latina, en la Universidad de Portsmouth, al sur de Inglaterra, donde se especializó en Traducción e Interpretación. «El segundo año lo pasabas en el extranjero, fue 1986, estuve cinco meses en Granada y cuatro en México, con una amiga. En Granada aprendimos mucho castellano. Volvimos a Inglaterra con acentazo granadino y tras tres semanas nos marchamos a Méxido DF», relata. La experiencia resultó apasionante. «Para una persona que se había criado en un pueblo de 10.000 habitantes, meterse en la ciudad universitaria, con 300.000 estudiantes...». Las aulas las pisaron poco, pero recorrieron nada menos que ocho mil kilómetros en cuatro meses: «Teníamos un mapa y una aguja, cada día cerrábamos los ojos y decidíamos dónde ir, el viaje más largo duró tres semanas, a Guatemala».
Tras la aventura mexicana -«cuatro meses equivocándonos de idioma porque el vocabulario es muy distinto»-, regresó a Inglaterra y al curso siguiente, como segundo idioma, eligió el portugués. «Fue una suerte tremenda porque nos fuimos con un Erasmus a Lisboa y acabamos viviendo en la Costa da Caparica. Tampoco iba a clase porque estaba muy lejos, pero volví hablando portugués muy bien». Luego completó la carrera y empezó a enviar currículos, hasta que una amiga residente en Granada le sugirió probar suerte en la ciudad andaluza. Con el título para enseñar inglés a extranjeros debajo del brazo Sarah partió de nuevo hacia España.
En Granada impartió clases particulares y estableció el primer contacto con la industria farmacéutica, para la que sigue trabajando, con traducciones de castellano a inglés. Allí conoció en una boda a su actual pareja, también inglés, con quien volvió a su país. Durante un tiempo viajó por Sudamérica, por razones laborales; y, preocupada «por un año casi sin castellano», contactó con un español a través de un anuncio en un periódico. «Por él conocí a todos los españoles en Londres», recuerda.
El karaoke de A Bodeguiña
Sarah comenzó a trabajar también con agencias de investigación de mercado. «Y con ello seguí en España, porque decidimos vender la casa y marcharnos, nos fuimos a Benalmádena, Arroyo de la Miel (...). Era salir de la puerta y escuchar alemán, inglés, sueco, todo menos castellano..., el calor no me gustaba, era insoportable». Luego descubrieron Galicia y Mondoñedo, donde se han asentado. «Tuvimos suerte con la pandilla, una gente fantástica, muy cariñosa, con la mente muy abierta», destaca. Asegura que en ningún otro lugar ha disfrutado de una vida social tan rica -«saben disfrutar de la vida, tienen una actitud muy sana»-; canta a Tom Jones en A Bodeguiña, el bar de Alfredo -«tengo récord de puntos en el karaoke»- y goza de la comida -«me encanta, para mí la mejor de España, y lo bien que cocinan»-. El tiempo le gusta menos pero, «como inglesa», está acostumbrada, «aunque llueve más que donde vivía en Inglaterra».
Entiende el gallego pero todavía no se atreve a hablarlo. De casualidad, cuenta, acabó implicándose en la comisión de fiestas de As San Lucas, As Quendas y Os Remedios. «Empecé para conocer a más gente, nunca había salido a las aldeas y aprendí dónde están As Abidueiras, O Couto, A Fonte...». Ahora ya tiene una zona asignada, «desde la rotonda de San Lázaro hasta A Fonte». «Para algunos -reconoce- es raro y ha sido un paso díficil que una inglesa esté en la comisión». Muchos de sus familiares conocen ya Mondoñedo, su madre se confeccionó el traje para participar en el Mercado Medieval, «uno de los mejores fines de semana del año».