Sin la colaboración de los pesqueros que los capturan accidentalmente, aún habría más incógnitas sobre los calamares gigantes. Luis Laria recalca su agradecimiento a las tripulaciones y a los armadores, porque esas criaturas marinas no se comen ni se venden. Cuando los izan a bordo, los kraken están muertos. Los marineros los apartan del resto de la pesca y, al mismo tiempo, avisan a Laria del hallazgo.
Con el último ejemplar, Laria y un equipo de 15 personas viajaron de Luarca a Gijón para recogerlo. Al frente de la lonja de El Musel está el mariñano Simón Arrizado, cuya colaboración también agradece Laria, al igual que la del jefe de cancha, Ángel Luis Falcón. Su apoyo permite que el calamar gigante hembra sea congelado. Después se descongelará y tocará hacerle la necropsia, para averiguar todo lo posible sobre su vida y su muerte.
Para exponerlo, el Parque de la Vida que dirige Luis Laria ha comprado una urna y más de 500 litros de alcohol, antioxidantes y otros conservantes. En ese recipiente se mostrará al público. Conservar cada kraken cuesta más de 7.000 euros, dice Laria.