Más enigmas de Tomás Portolés

Martín Fernández

A MARIÑA

CEDIDA

05 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

En su «Historia universal de la infamia» cuenta Jorge Luis Borges la del impostor inverosímil Tom Castro. Un personaje que usurpó la personalidad de un famoso militar inglés _criado en Francia y mayorazgo de una de las principales familias católicas de Inglaterra_ que fue condenado por ello en 1874 a catorce años de trabajos forzados.

El escritor argentino concluye su relato afirmando que “en la cárcel se hizo querer; era su oficio”. Y afirma que cuando salió de prisión recorrió Inglaterra pronunciando conferencias en las que declaraba su inocencia o afirmaba su culpa: “Su modestia y su anhelo de agradar eran tan duraderos que muchas noches comenzó por defensa y acabó por confesión, siempre al servicio de las inclinaciones del público”.

Hacerse querer, como Nicolás

Y es que eso _hacerse querer_ es la esencia y el oficio del impostor. Así lo hizo en Ribadeo Tomás Portolés Rafols, el supuesto indiano que dejó un reguero de deudas y estafas en 1916 como se relató el pasado domingo en la crónica de Memoria de Mariñáns. Hacerse querer de los niños, del gran público, de las familias pudientes, de las siete mujeres con las que se casó en una relación ilegal y bígama?

Así lo hizo, también en Ribadeo, el Pequeño Nicolás ahora procesado por hechos indiciariamente constitutivos de delitos de usurpación de funciones públicas, malversación de caudales, falsedad en documento público y dos delitos de cohecho. Un Nicolás que ajustaba su relato a las exigencias del público, a lo que la audiencia quería oir?

Y así lo hizo también, en Santiago de Compostela, en 1986, un argentino de 53 años llamado Carlos Jorge Valdiseen que se hizo pasar por Obispo de Avellaneda, celebró misa diaria en la Catedral durante dos meses y dejó pufos por doquier en la ciudad. Jesús Núñez Casal, el propietario del famoso hostal San Jaime, ubicado en A Raiña, _que falleció recientemente_, soportaba con gracia y estoicamente el que el apócrifo obispo le infringió?

El supuesto obispo se hacía querer tanto que, cuando se enteró de que un pariente del dueño del Barbantes _un restaurante situado enfrente de Fonseca_ abría al lado una tienda de recuerdos, se fue a la Catedral, volvió armado con hisopo y acetre y, sin pérdida de tiempo, bendijo el local?.

Artistas, imaginativos

Todos ellos y tantos otros, impostores, tuvieron _como los políticos_ por oficio agradar, caer bien, hacerse querer? Son, por así decirlo, auténticos artistas, imaginativos creadores, grandes poetas. Ya lo decía Pessoa, la gloria de las letras portuguesas: “O poeta é un fingedor/ finge tâo completamente/ ata finge que é unha dôr/ a dôr que de veras sinte”? Fingen, sí. Y eso los hace queridos, próximos, cercanos. Pero todos _y Portolés el primero_ tienen un lado oscuro, cosas que ocultar, facetas en sombra?

El lado oscuro

La otra cara de la luna de Tomás Portolés, el indiano impostor que “actuó” en Ribadeo en 1916 se publicará el domingo en esta misma sección de Memoria de Mariñáns?

* Nota: La crónica de Martín Fernández del pasado domingo sobre «El impostor Tomás Portolés», que dejó un reguero de deudas y engaños en Ribadeo en 1916, hospedado en el gran hotel La Ferrocarrilana haciéndose pasar por millonario y rey del cacao, tuvo más de seis mil visitas en la edición digital de La Voz de Galicia, edición A Mariña. Sobre Tomás Portolés hay mucha literatura, un libro dedicado a él y muchos secretos todavía.