Las Navidades son más «especiales» viviendo o trabajando muy lejos de casa: así las viven una ucraniana en Foz y una ribadense en Ámsterdam

y. garcia FOZ / LA VOZ

A MARIÑA

CEDIDA

Cada una con realidades diferentes, pues en Ucrania continúa la guerra, relatan su experiencia en familia Kateryna Minakova y Adriana Rodríguez

31 dic 2023 . Actualizado a las 12:16 h.

4.238 y 1806 son los kilómetros que, respectivamente, separan a Kharkov (Ucrania) de Foz y a Ámsterdam de Ribadeo. Es una referencia en distancia física, aunque la emocional siempre será mayor, tanto para la ucraniana Kateryna Minakova que reside en Foz con su familia, desde que comenzó la guerra en su país, como para la ribadense Adriana Rodríguez, que trabaja como diseñadora de moda y textil en Ámsterdam, y que allá donde pone énfasis en su identidad familiar, La Crixa. Con realidades muy distintas, tienen en común que viven en esta época del año unas fiestas muy señaladas y particulares y solo quien está alejado de los suyos por algún razón de peso sabe el significado más profundo que tienen. Son, por decirlo de algún modo, más especiales.

Va para dos años la guerra en Ucrania y parece que fue ayer cuando comenzó todo. Kateryna Minakova explica desde Londres, donde pasa el Fin de Año visitando amigos, que «Foz es mejor» que la capital británica, aunque las calles rezumen espíritu navideño a cada paso. Nochebuena y Navidad las disfrutó con su marido, su madre y su pareja, el perro, el gato, los padres de mi mejor amiga, Dasha, que se vinieron a vivir a Foz porque estar en Kiev era peligroso». Recuerda que antes celebraban la Navidad como lo hacen los ortodoxos, el 7 de enero, al seguir el calendario juliano y no el gregoriano pero su país aprobó este año una ley trasladando la fecha al 25 de diciembre, en consonancia con los países de Europa Occidental. «Han cambiado las costumbres en Ucrania, que antes iban más con la historia de la Unión Soviética», señala.

«Lo más importante y que aprendí este año es cómo tienes a tu gente en la vida. Que esté viva y tenga salud» (Kateryna Minakova)

A nivel gastronómico, los platos navideños que preparan en casa en estas fechas son la ensalada «olivié» que aquí llamamos «ensaladilla rusa» (con patatas, zanahoria, pepinos salados, huevos, mayonesa, salchicha o pollo y guisantes), el «shuba» (con arenque, mayonesa, remolacha, zanahoria y patatas) y las chuletas de Kiev (con pollo y mantequilla y huevo dentro). Un menú con otro ingrediente ideal: «Escuchar la música de Navidad y ucraniana y hablar de la vida». Guarda bonitos recuerdos de su infancia y estas fechas porque «mi madre y los padres de mi mejor amiga eran vecinos cuando yo era pequeña. Era la atmósfera de mi niñez», dice. Este año en Foz se ha sentido, confiesa, «como en casa» con su compañía, pero el año pasado fue «muy extraño, especialmente la Navidad». Poder estar juntos, subraya, es el mejor regalo: «Lo más importante y que aprendí este año es cómo tienes a tu gente en la vida. Que esté viva y tenga salud». Aunque las costumbres de Foz a Ucrania pueden variar notablemente, Minakova enfatiza en que «podemos ser diferentes porque hay costumbres diferentes. Pero veo que somos iguales en el fondo porque nos gusta comer juntos, estar en familia y con las mejores intenciones. Por eso me pregunto, ¿por qué no podemos estar en paz? Hay que respetarse a uno mismo y a la gente alrededor».

Pide paz para su país 

En Ucrania, apunta, no hay tradición de comer las doce uvas en Fin de Año pero sí que ese mismo número se aplica al de los platos del menú: «En Ucrania son doce los platos que hay que cocinar y poner en la mesa». «De los Reyes oí hablar, pero nosotros no lo celebramos», añade, mencionando a Nicolai en su tierra de origen, «parecido a Santa Claus» y que también trae regalos a los niños. Otra costumbre universal es poner el árbol. Kateryna Minakova le pide al 2024 «como cualquier persona de Ucrania, paz en nuestro país». «Si no logras 'acostumbrarte' a la guerra, hay que salir del país. 160 es la cantidad de misiles que mandaron ayer por la mañana a muchas ciudades ucranianas. Compañeros del trabajo me dijeron que es terrible. Yo creo que no es posible acostumbrarte a algo así. Quiero visitar mi país... pero no sé, no puedo volver a lo que era en el pasado. Ahora lo que quiero es probar otras cosas diferentes en mi vida y poder visitar otros países», finaliza. En sus redes sociales abundan los vídeos que ella graba, al amanecer o atardecer, con el Cantábrico como protagonista, desde su ya querido Foz: «El mar es bello».

«Se me haría súper raro pasar la Navidad en Ámsterdam»

Poco a poco, la fase de morriña parece que se le va acortando a Adriana Rodríguez «La Crixa» cuando regresa de Ribadeo a Ámsterdam, como ocurrirá en breve al volver de las vacaciones navideñas. «Para Nochebuena y Navidad siempre intento venir aquí y Fin de Año lo paso allá», señala, aunque este año ha podido compartir ambas fechas con los suyos, pues en casa suelen reunirse con familiares que vienen también de A Coruña y de Gijón: «Somos 14 cuando conseguimos juntarnos todos». «En Ámsterdam, como no comen doce uvas, les hace gracia nuestra costumbre. Allí celebran cenas más informales, más con amigos, y lo característico es que la gente sale más a la calle que aquí y en todos los sitios hay fuegos artificiales y cohetes; creo que hay más ambiente», apunta. Tampoco celebran los Reyes Magos, sino Sinterklaas o la fiesta de San Nicolás, «que realmente trae los regalos el 5 de diciembre». La tradición señala que llega de España en barco. Adriana lleva ya varios años trabajando en Oilily, donde es diseñadora de moda y textil y donde expande toda su vena creativa. Comenta que este año al ser el 60º aniversario de la empresa y tener socios en Corea, celebraron un evento más especial y original organizando un curso de cocina coreana.

 Adriana vuelve a casa por Navidad y lo que más le gusta es que es «un momento del año de reunión» por lo que, confiesa, «se me haría súper raro pasarla allí, también porque hay muy buen ambiente en Ribadeo y veo gente que no suelo ver. La Navidad, para mí, es siempre bastante especial». Señala que está contenta allá: «Llevo muchos años fuera de Galicia, desde los 17 cuando me fui ya a Gijón a estudiar el bachillerato artístico. Al principio, los dos primeros años, cuando tenía que volver allá en Navidad, me costaba un poco. Ahora, en cuanto cojo el avión de vuelta, me da algo de morriña volver para Ámsterdam, pero cada vez siento más a Ámsterdam como mi hogar. Quiero decir que sientes que es tu lugar, tienes tu vida ahí, te sientes integrada, querida, tienes confianza con todo el mundo, aunque sí que se habla de la sensación de 'expat' [del término 'expatriado'  que alude a las personas que salen de un país para trabajar en otro], ni te sientes de ahí ni de aquí, estás como en un limbo. Es una sensación extraña, o difícil de explicar». «A Ribadeo volver por trabajo lo veo complicado. A Galicia nunca se sabe. Nunca cierro la puerta», finaliza alabando la calidad de vida que percibe en su tierra natal.