Desde mi condición de nieto de judíos

A MARIÑA

XAIME F. RAMALLAL

16 oct 2025 . Actualizado a las 21:16 h.

Desde mi conocimiento, residencia, trabajo, aprendizaje y admiración por la cultura del Mediterráneo, tanto en Barcelona como en Gerona, donde tuve el honor de dirigir dos grandes hospitales públicos, nunca he podido encontrar motivos que justificaran a esa dama incierta, Ada Colau, ejerciendo por votos democráticos el honor de ser alcaldesa de la gran Barcelona.

Me hubiera gustado que el gran Pablo Picasso la hubiera pintado en su etapa negra y Salvador Dalí en su momento de inspiración cubista y desde luego Miró con su minimalismo de cartel o en el arte conceptual de Tapies. Habría disfrutado escuchando como Eugenio le dedicaba uno de aquellos monólogos, pero sin duda donde más habría triunfado sería disfrazada de perrita Marilín de Herta Frankel.

Creía a estas alturas de mi ciclo vital poblado intensamente de paisajes y personajes, que me iba a resultar casi imposible verme sorprendido por tal dama -al menos por su trayectoria en mi querida ciudad fundada por Amilcar Barca allá por el 230 antes de Cristo-. O habría sido tema de tertulia en los años setenta cuando frecuentaba la Espineta de Calafell en torno a Carles Barral. Y es que, de verdad, Ada Colau aprovecha cualquier claro entre chubascos de gota fría para asomarse a los medios audiovisuales con esa sonrisa entre picarona y cínica para lanzar dicterios o emitir un canto de sirena sobre lo que sucede en alguna parte del mundo en donde se siente como enviada desde el Olimpo conectado con Montserrat. Puede que como Perseo y Teseo termine por formar parte de alguna constelación del firmamento en una noche de plenilunio cuando collas ampurdanesas cantan habaneras en Palafruguell.

¿Cómo no iba a ir en la famosa flotilla que algunos con su maldad irónica han calificado de tripulación pijoprogre? Y lo mejor, como se han puesto de acuerdo en el guión y así a la llegada al aeropuerto de Barajas contar el relato de los malos tratos sufridos al más puro estilo de aquel chiste de las monjitas cuando había una más inocente que no paraba de señalar,  «y nos querían envenenar...».

El motivo primordial de este artículo, desde A Mariña, es pedir a la heroína de los desahucios en la ciudad que tan bien diseñó el gran arquitecto Cerdá, ciudad que quiero y en la que -como dije- tanto trabajé, que tome una embarcación y al más puro estilo colombino regrese a Tierra Santa para escuchar el trato que sin dudarlo «ha sido generosamente respetuoso» y han tenido esos inocentes rehenes israelitas desde aquel 7 de octubre en 2023, cuando unos muchachos alegres y combativos -me recordaron a ETA- la emprendieron a disparos de Kalashnikov con las gentes de Israel que trabajaban o celebraban un festival. Pudo ser motivo el que la música estuviera tan alta que los valerosos soldados de Hamás quisieron terminar con la molesta contaminación sonora. ¡Quién sabe el motivo!

Siempre hay muertes inocentes por causa de esas guerras en las que siempre ganan y pierden los mismos. Sí. Pero alrededor de tales miserias también suelen crecer algunas plantas xerófitas que saben aprovechar la coyuntura. Espero, deseo, imploro, suplico, que la aventura de la reaparecida ADA no sea instrumento para regresar al convulso espacio de la política y hacernos el peor de la favores, volver a ser mandarina de mi querida Barcelona.

* Pablo Mosquera, ex director de hospitales en Cataluña y del Hospital da Costa en Burela. Ex parlamentario. (Nieto de abuelo judío-gallego y abuela judío-italiana). San Ciprián.