Dejó atrás 18 años como maestra para vender sábanas «que no quitan bolas»

Lucía Rey
lucía rey VIVEIRO / LA VOZ

A MARIÑA

Ana, con las tijeras el metro que usaban sus abuelos para cortar telas ya en los años 40
Ana, con las tijeras el metro que usaban sus abuelos para cortar telas ya en los años 40 Xaime Ramallal

Ana Cabarcos Dopico dirige desde el 2014 Tejidos Rogelio, el comercio de telas y ropa de hogar que fundaron sus abuelos en el casco histórico de Viveiro en 1940

06 nov 2025 . Actualizado a las 10:02 h.

Aunque se crio entre las telas del comercio, a Ana Cabarcos Dopico le gustaba la docencia. Por eso estudió Magisterio y por eso trabajó durante 18 años en un colegio de A Coruña. Hasta que la «conciliación familiar» la animó a volver a Viveiro para hacerse cargo de Tejidos Rogelio, el negocio que montaron sus abuelos, Rogelio y Pilar, en 1940, y que después dirigió su madre durante más de cuatro décadas. «Dejé mi trabajo y cogí la tienda en el 2014. Mi marido y mis hijas estaban aquí y estoy súper contenta de haber tomado aquella decisión», destaca la actual gerente de uno de los comercios más antiguos de la ciudad del Landro, situado en la calle Pastor Díaz.

«Al cliente hay que mimarlo mucho, y ofrecerle artículos de calidad variados, como juegos de sábanas desde 30 hasta 180 euros», Ana Cabarcos Dopico, Tejidos Rogelio

«Calidad y variedad de precios» son aún hoy en día, según Cabarcos, las señas de identidad de un negocio que nació en plena posguerra, pero que vivió años de esplendor y de «muchas ventas» a partir de los sesenta, una época en la que todas las sábanas, toallas o vestidos para bodas y comuniones se confeccionaban a mano. Nada venía fabricado. «Los domingos de feria bajaba mucha gente a Viveiro y para las bodas se hacían ‘equipos de novia’», recuerda Ana.

Paño y terciopelo

Los tiempos han cambiado mucho y, aunque ella sigue vendiendo telas («sobre todo para disfraces o trajes para el mercado renacentista, o paño y terciopelo para trajes regionales», detalla), el grueso de ventas lo llevan las mantas, manteles, toallas o juegos de sábanas. También pijamas o batas de casa. Vende producción «100% española», con marcas como Bassols, Trovador o Manterol. «Es muy difícil que algo que venda haga bolas», razona», y reflexiona: «Hoy al cliente hay que mimarlo mucho porque sino se va. Tengo juegos de camas de 30 euros que son muy buenos, pero también vendí hace poco para una boda dos de algodón egipcio de 400 hilos. Cada uno costó 180 euros. Tienes que poder conseguir también esa mercancía para clientes especiales». La principal competencia, según señala, es el comercio electrónico. «Más que los centros comerciales», concluye.

«Hay gente de Madrid que viene a comprar sábanas que allí ya no encuentra en ningún comercio»

Orgullosa de su clientela se siente Ana Cabarcos Dopico. «Tengo un tipo de clientela y fiel. Hay gente que me dice que sus abuelos ya le compraban a mis abuelos», sonríe. En ese sentido, algunos detalles prueban la calidad del servicio que ofrece este emblema del pequeño comercio viveirense. «Hay gente de Madrid que viene a comprar sábanas que allí ya no encuentra en ningún comercio. Ocurre por ejemplo, con la medida de 1,20. Son camas que ya no se fabrican, pero todavía hay gente que las tiene o que las restaura, y nosotros todavía mantenemos esa medida», detalla. «Este verano fue muy bueno para nosotros», indica en relación con el bum que vive el turismo en la comarca. Su comercio es de los pocos que aún «vende toalla por metro» o «tela de sábanas de algodón por metro».

Manteles y cojines

Según expone, también hay bastante gente que «sigue haciendo manteles» e incluso cojines, o reconvirtiendo juegos de cama. «Hay gente que viene con un almohadón para partirlo en dos porque tiene dos almohadas», agrega, y pone en valor a la costurera que tiene de referencia, que repara todo tipo de artículos e incluso puede hacer trajes regionales. «Hasta el año 95 más o menos se hacía todo en las costureras. A partir de ahí cambió todo», remata.