Azucena Gasalla: «De mariscar en O Vicedo xa non se vive se a persoa ao lado non ten soldo fixo»

O VICEDO

Azucena Gasalla
Azucena Gasalla XAIME RAMALLAL

Una de las últimas mariscadoras de ostra de la ría; se jubilará el próximo abril y solo quedarán entonces tres trabajadoras del marisqueo en la zona

23 nov 2024 . Actualizado a las 13:18 h.

Azucena Gasalla Rego (Vilapena, Trabada, 65 años) espera jubilarse el próximo mes de abril. Quedarán entonces solo tres mariscadoras en O Vicedo, pero serán dos en poco tiempo, puesto que otra compañera concluirá también el año que viene —no mucho después que Azucena— su vida laboral.

Las mariscadoras son una especie en extinción en esta zona. Cuando Gasalla se inició en este oficio, en la primavera del 2017, había diez trabajadoras en la zona. De las cuatro que quedan en este momento, dos tienen o rozan los 65 años, otra bordea los 60 y el «benjamín» es un varón de 40 años.

Natural del interior de A Mariña, Azucena probó todo tipo de trabajos antes de comenzar en la extracción de marisco. Fue ama de casa, costurera —con la consolidación de las grandes superficies y la «competencia das prendas baratas comezou a irme regular e non lle vin futuro», expone—, trabajó en una pensión y después la regentó, probó en albañilería y jardinería y durante cinco años estuvo empleada en una panadería. Hasta que se animó a acudir a un curso en Cariño y se inició en este mundo. Un sector en el que centró su vida laboral su marido, que faenó en Gran Sol y fue patrón de bajura. «Ao comentarlle que ía empezar nisto nin me animou nin me disuadiu», ríe.

Gasalla asegura que la adaptación fue rápida. «Gústame moito o mar e traballar ao aire libre», explica. Mariscar en la zona requiere maña y fuerza. Bien temprano —intentando aprovechar al máximo la marea baja y llegar un par de horas antes, «porque botar máis de catro horas alí é imposible»—, cargada con martillo y cuchillo, que se usa con cuidado para despegar las ostras de las piedras, Azucena baja por accesos «regulares, moi mellorables» hasta la desembocadura del río Sor. Esos senderos, a la vuelta cuesta arriba, provocan que la tarea más dura sea subir lo extraído cargando a mano sacos de 20 o 30 kilos hasta el isotermo, donde se guarda el molusco a la espera de ser trasladado hasta Celeiro. «Iso faino un traballo penoso», lamenta.

Tampoco es rentable porque quitando los meses de junio, julio o agosto, poder vivir el resto del año de extraer marisco en la zona de O Vicedo y Viveiro es una quimera. «Á ostra temos que ir cando hai marea grande, cando o mar baixa moito, e en verán tivemos sempre boas ventas, pero cando chega o inverno é moi difícil. En setembro fumos catro días, en outubro dous ou tres e en novembro só un e xa non imos volver máis. En decembro non hai mareas e tampouco demanda. Daquela ata febreiro tes moitos problemas, e o seguro hai que pagalo igual vaias ou non vaias traballar», explica.

La inconsistencia del trabajo genera incertidumbre. «Nunca sabes nada. Primero ten que haber mareas, e despois, compradores. É unha incerteza tremenda e vivir disto vólvese imposible. Non podes facelo se non tes a alguén ao lado que ten un salario fixo, como no meu caso o meu marido, coa pensión», zanja.

A Gasalla le da rabia que tampoco se valore lo suficiente, razona, el trabajo realizado. «O berberecho, as contadas ocasións nas que imos, págase moi mal. Xera moita frustración», indica.

Por eso entiende el grave problema de la falta de relevo del marisqueo en esta zona. Cuenta que en la pasada primavera se barajó ofrecer un curso de este oficio en Celeiro, pero no hubo demanda suficiente como para concretarlo. «Entendo que a xente nova non queira», manifiesta, aunque matiza que por otro lado «daríame pena se nuns anos ninguén se dedica a isto por aquí, que este oficio se perdese». Entiende que es un trabajo complementario y que por su irregularidad en el tiempo lo seguirá siendo, y cree que quizá «poida valer para mariñeiros de baixura, nas tempadas nas que non poden faenar a determinadas especies, ou de pouca rentabilidade».

«É certo que noutros empregos todos os días son iguais. Neste, se a xornada rendiu volves moi contenta», apunta Gasalla. Y feliz si el mar no está «enfadado», porque en ocasiones, comenta, «neste oficio tamén se leva algún zarpazo».

Las mariscadoras de O Vicedo se han vuelto dependientes en los últimos años de una sola especie, la ostra. En los años 90 del siglo pasado, Arealonga y O Lombo das Navallas eran los bancos naturales más prolíficos de Galicia en cuanto a coquina —en el occidente de A Mariña también llamada navalla—, que se convirtió en un sustento de la zona, por su abundancia y buena cotización. Veinte años después ya casi se había esfumado. Hoy ya no hay, y tampoco abunda el berberecho.

«Coa ameixa xapónica fixemos uns viveiros pero non deu resultado e cando comecei xa non había navalla», explica Gasalla, que no tiene claro qué ocurrió. Sobre la coquina, indica que «din que quedou enterrada coas obras dos portos, pero ninguén o sabe. Quedounos a ostra e vai habendo, pero tamén é certo que somos moi poucas», aclara.

La clientela procede fundamentalmente de Cambados y Marín, en el primero de los casos para batea y en el segundo para consumir directamente. Se valora más la ostra cruda, pero sin cocinar Gasalla no quiere verla ni en pintura.