De vivir lo peor de la pandemia en las residencias, con 13 víctimas, a abrir una pastelería para endulzar la vida

José Francisco Alonso Quelle
j. alonso RIBADEO / LA VOZ

RIBADEO

PEPA LOSADA

Natalia Zabaleta dirigía geriátricos, pero lo dejó y abrió La Ficel en Ribadeo, especialista en productos artesanos para personas con alergias

25 dic 2023 . Actualizado a las 11:03 h.

A principios de diciembre abría en Ribadeo La Ficel, en la calle Reinante, un establecimiento especializado en productos artesanos de elaboración propia para personas con alergias e intolerancias alimentarias. Una apertura en Ribadeo no es nada extraordinario, dado el dinamismo de su comercio. La Ficel abrió con éxito, con propuestas como sus productos sin gluten, para los que recibe pedidos de diferentes concellos de A Mariña y del Occidente asturiano. Pero como ocurre a menudo, tras un nombre, tras una iniciativa, se oculta una historia humana singular. Es la que protagoniza Natalia Zabaleta, que antes de dar el paso a abrir su propio negocio, fue la coordinadora de Mensajeros de la Paz en A Mariña, al frente del geriátrico de San Ciprián, donde vivió algunos de los momentos más dramáticos de la pandemia, como la muerte de residentes.

Formada en psicología y dirección de centros sociosanitarios, fue durante 27 años su profesión, una tarea que reconoce le sigue encantando. Pero a sus 46 años decidió dar un giro a su vida, ampliando la excedencia que había solicitado a Mensajeros de la Paz, estando en su última etapa al frente del geriátrico de Mondoñedo, para estar más cerca de su madre, con problemas de salud. Todo fue muy rápido. Contaba con los recursos (un local en la calle Reinante de Ribadeo), la afición y un nicho de negocio: «Me tenía que reincorpora a trabajar y vi un mercado que estaba muy abandonado, el de la alimentación a personas celíacas, con intolerancias alimentarias, diabéticos... que carecían de un lugar donde pedir a la carta algo artesanal que se adaptase a sus circunstancias», explica.

PEPA LOSADA

«Lo comenté en casa y me dijeron, ahí tienes el local. Y me decidí. Me encanta la repostería, todo lo relacionado con la cocina y completé la formación que tenía en cursos, charlas e investigando. Con ayuda de mucha gente preparamos el bajo, de proveedores que conocía de la residencia que me sirvieron los equipos y material y en poco tiempo arrancó todo». El nombre, La Ficel, es el que tenía una antigua mercería de su tía, en el mismo local, y que es un acrónimo de los nombres de sus abuelos, Fina y Celso, este último panadero en la posguerra: «Es como volver a mis raíces».

Usando productos de proximidad, harinas de O Ferrado Marelo, chocolate de Moreno, abasteciéndose en Manín... poco a poco fueron surgiendo las propuestas: galletas de limón apto para celíacos y para veganos; tartaletas de mermelada de ciruela y nata montada (también sin azúcar, aptas para celíacos y diabéticos); bizcocho de calabaza; magdalenas y bizcocho de frutos rojos sin gluten y sin lactosa; bizcocho de chocolate con mermelada casera de frambuesas y nata; bizcocho de chocolate con avellanas; tarta con base de bizcocho de naranja y merengue; bollos preñados; pan sin gluten por encargo...

Porque esa está siendo una de las claves de su éxito: el encargo. «Como todo negocio, al principito cuesta arrancar, pero poco a poco me van conociendo y estoy muy contenta. Aunque tengo producto en tienda, trabajo sobre todo sobre pedido, a la carta. En particular en estas fechas hay clientes que agradecen mucho disponer de un lugar donde poder conseguir el artículo que buscan, una tarta de cumpleaños, un bizcocho, galletas, turrón, roscón...  adaptado a sus intolerancias alimentarias. Es cuestión de buscar los ingredientes precisos a la medida justa de lo que demanda el cliente», comenta Natalia Zabaleta. Y esa opción es muy raro disponer de ella fuera de las principales capitales y ciudades.

El local es pequeño. Cuenta con un horno industrial de cuatro bandejas y hornea todos los días. De momento solo trabaja ella en La Ficel, pero si todo discurre al ritmo actual ya medida contratar personal en verano. «Soy decidida y creo que era el momento preciso de darle un giro a mi vida. Y si no me va bien, siempre me quedará la opción de regresar a mi anterior profesión, algo que tampoco descarto porque me encanta y en ello tengo que agradecer todas facilidades que me ha dado mi empresa, la comprensión de mis jefes para darme la oportunidad de seguir con la excedencia y experimentar cosas nuevas. Pero tengo 46 años y si no lo intento ahora, no lo voy a intentar con 60», concluyó.