El lunes, la base española de Istok, donde estuvo desplegada la brigada en el 2000 y 2002, fue cedida a las autoridades municipales para que le den un uso público
23 ago 2009 . Actualizado a las 02:00 h.El pasado 31 de julio, el retorno a base de las tres patrullas militares que diariamente habían recorrido la zona de actuación española de Kosovo significó algo más que el fin de una jornada laboral. Significo el punto y final de las actividades operativas que el Ejército ha desarrollado desde hace casi una década en esta provincia serbia.
En estos diez años, tropas de la Brigada de Infantería Ligera con sede en Pontevedra ha estado destinadas en base España, en Istok, en dos ocasiones. Ahora el cuartel se destinará a fines sociales tras haber sido cedido gratuitamente a las autoridades municipales.
De este modo, y tras tres operativos exitosos en Bosnia Herzegovina, en mayo del 2000 se desplegaron más de setecientos militares de la Brilat en Kosovo. El contingente se distribuyó en cuatro frentes, de tal modo que el cuartel general ubicado en Istok se reforzó con tropas asentadas en las localidades de Rackos, Zlocucane y Durakovac.
A lo largo de cuatro meses, los soldados gallegos dejaron una impronta duradera en el territorio sobre el que tenían competencia. No solo por su labor en pro de garantizar la paz en esta zona convulsa de los Balcanes, sino por su apuesta por luchar por la integración de las comunidades que, desde tiempo atrás, convivían en la zona.
Así, pese al tiempo transcurrido, aún se recuerda como un hito el haber logrado que retornase a la comarca de Istok la minoría serbia que la guerra había condenado al exilio. Aquel logro convirtió a esta área en la primera zona kosovar donde se producía un hecho de estas características y marcó el camino a seguir en futuros operativos encaminados en este sentido.
En este marco, en el cuartel pontevedrés de la Brilat también se suele rememorar un segundo episodio. Ocurrió el 23 de julio y consistió en la inauguración del primer puente que se reconstruía en esta región sobre el río Istog.
Otro aspecto destacado de esta misión fue la lucha decidida que la brigada emprendió para minimizar a las mafias que, aprovechándose de la posguerra, trataban de imponer su ley en la comarca de Istok. Especialmente adiestrados para este cometido, los soldados gallegos requisaron 350 armas y más de 10.500 cartuchos de munición, así como procedieron al arresto de casi dos centenares de personas sospechosas de haber participado en hechos delictivos.
La misión concluyó el 29 de septiembre y hasta esa fecha las familias de los soldados desplazados únicamente recibieron una mala noticia. A mediados de julio, el soldado Roger Carrodeguas Pumar, vecino de Ortigueira, resultó herido al caer desde un segundo piso. Sufrió un traumatismo craneoencefálico e ingresó grave en un hospital de Tesalónica (Grecia). Las últimas noticias de que se tuvo conocimiento es que se recuperó de estas lesiones.
No pasaría mucho tiempo hasta que, de nuevo, la Brilat fuese destinada de nuevo a Kosovo.
Segundo operativo
En marzo del 2002, la brigada pontevedresa desplegó de nuevo más de setecientos militares en esta provincia serbia. Desde el primer día, se percataron de que la situación era ya mucho más tranquila que en su anterior estancia, apenas dos años antes.
Sin embargo, uno de los riesgos de aquel primer operativo humanitario persistía: el crimen organizado.
Es por ello que, de nuevo, la presencia militar gallega y asturiana en esta área de los Balcanes buscó un doble objetivo. Por un lado, garantizar la estabilidad en la comarca de Istok y luchar contra los grupos organizados que pretendiesen operar en este entorno y, por otro, volver a tender una mano a los exiliados serbios. Fueron numerosas las intervenciones militares que tuvieron como meta definitiva el «asegurar el retorno y el asentamiento de los desplazados serbios», precisaron al respecto fuentes militares.
Es este punto, desde el Ejército de Tierra se reseñó que, en esta década de presencia militar española en Kosovo, se han desarrollado «varios planes para fomentar la tolerancia entre etnias, la educación vial o la formación de la población». En este marco, se logró reunir en un mismo aula a escolares albaneses y serbios, mientras que, a través del programa Cervantes -inaugurado en febrero del 2000- se enseñó castellano a miles de niños kosovares.
En su segunda misión humanitaria en Kosovo, las tropas de la Brilat fueron testigos de excepción de un hecho sin precedentes hasta aquella fecha. Los soldados gallegos participaron en el acto central del Día de las Fuerzas Armadas que, presidido por el Rey Juan Carlos, se celebró por primera allende de las fronteras que delimitan el territorio nacional.
Pasados casi siete años de aquella segunda y última misión en Kosovo, algunos de los militares que tomaron parte en la misma se muestran convencidos de que la población les seguirá recordando con cariño. «Nos lo ganamos a pulso, pero es cierto que allí también nos sentimos queridos», sostiene uno de aquellos soldados para quien la primera misión kosovar fue su bautismo de fuego en operaciones internacionales.
En breve, base España será un recuerdo en el imaginario colectivo de los kosovares.