El oro paralímpico que nació en O Castro

Antonio Garrido Viñas
antonio garrido VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

Marcial Pesado es el vilagarciano más laureado y, su historia, una gran desconocida

04 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Un 20 de enero de 1934, en el número diez del barrio de O Castro, nació Marcial Pesado Ordóñez. Probablemente es el deportistas vilagarciano más laureado y, seguramente, el gran olvidado en la historia deportiva de la ciudad. Una medalla de oro paralímpica (en 1992) y dos más en sendos Campeonatos del Mundo (Atenas y Brasil) le contemplan. A sus 83 años vive en Ferrol y goza de una memoria privilegiada que le hace desplegar toda una serie de historias que conviene sacar a luz.

Los padres de Modesto murieron muy jóvenes y él, tras el servicio militar forzoso, decidió hacer las maletas y buscarse la vida por otros lares, y siempre con el deporte como punto de mira «aunque nunca jamás ni yo ni mis ayudantes recibimos un duro», matiza. Modesto fue, es en realidad, entrenador de baloncesto, monitor nacional de balonmano, entrenador de atletismo y juez de pruebas internacionales, profesor de educación física, deportes, ocio y tiempo libre en el colegio Carmen Polo de Ferrol, delegado de ANDE en A Coruña o director de campamentos para jóvenes con discapacidad. La relación es enorme pero es indudable que fue con el baloncesto con el que llegó a lo más alto.

Una competición sin Ligas

Modesto dirigía un equipo de personas con discapacidad intelectual que dominaba todos los partidos a su antojo, situación que se repetía cuando se encargaba del combinado gallego. Su buen hacer no pasó inadvertido en Madrid y le ofrecieron encargarse de la selección que debía disputar los Juegos Paralímpicos. «Acepté -recuerda- y a partir de ahí comencé dos años de concentraciones buscando los jugadores más adecuados». No fue una tarea sencilla. Por varias circunstancias. No había una Liga como tal y básicamente se jugaba por concentraciones. «Había que reunir a un grupo de chicos que pudiesen formar un buen grupo y, a partir de ahí, enseñarles a jugar en puestos específicos». La mayoría de ellos destacaban muchísimo en sus respectivos equipos y no estaban acostumbrados a jugar en equipo. «Todos jugaban de todo», destaca Pesado Ordóñez. El técnico apunta que de aquella selección se quedaron fuera probablemente chicos con mejores aptitudes baloncestísticas que alguno de los que entró, pero cuyo encaje en el grupo podría ser más complicada.

Más de cien jugadores pasaron por sus manos y los de sus ayudantes, Berta Fidalgo y Antonio López, hasta que finalmente se quedaron con once con los que se alojaron en la Universidad Complutense.

Todo fue según lo previsto y la selección española se plantó en las semifinales. Su camino en la primera fase fue abrumador. Venció a Bolivia (148-19), Japón (129-22) y Paraguay (105-35) para ganar también con contundencia a Grecia (112-35) en los cuartos de final. Enfrente, ya en la última ronda, la gran favorita. Una Puerto Rico que tenía como seleccionador a Morales, que era también el responsable del combinado absoluto. «Ellos eran mejores pero aprovechamos algunas circunstancias para ganarles. Se agarraron un cabreo monumental aunque por la tarde tuvieron el detalle de venir a disculparse», recuerda el técnico.

Solo faltaba un paso. La gran final se disputó en un Palacio de los Deportes de Madrid lleno hasta la bandera. En Madrid porque entonces los Paralímpicos todavía estaban divididos y las personas con discapacidades físicas no compartían competición. En aquella cita que se disputó en la capital de España en el mes de septiembre participaron 7.000 atletas de 73 países que compitieron las modalidades de fútbol sala, baloncesto, tenis de mesa, natación y atletismo.

La final fue el último acontecimiento deportivo de la competición y cayó del lado de la selección que preparaba Marcial Pesado. Fue una final que, según cuentan las crónicas, tuvo de todo. Hasta una tangana que acabó con varios jugadores de ambos equipos expulsados. La victoria cayó del lado de la selección española (85-67), que coronaba así una actuación portentosa.