Cuiden las tiendas de su barrio (si todavía pueden)

Antonio Garrido Viñas
Antonio Garrido VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

Mónica Irago

El confinamiento nos ha llevado a echar de menos muchas cosas, pero una de ellas han sido las tiendas

10 may 2020 . Actualizado a las 10:57 h.

Durante el confinamiento, no llegaron a la media docena los establecimientos que permanecieron abiertos en O Piñeiriño. Las dos panaderías, el súper, el kiosco, el estanco y poco más. O mucho más porque una de las que aguantó el chaparrón fue la carnicería Eugenio. Una carnicería que en realidad es prácticamente un ultramarinos. Como los de antes, pero con el toque de modernidad que le llevó a apostar ya hace varios meses por el horario continuo. Y con éxito. Las colas a su puerta no mienten.

Las tiendas de barrio molan. A finales de los 70 estaba la de Adela en la calle Edelmiro Trillo. No debía ser muy grande, pero para un mocoso que apenas levantaba un palmo parecía todo un mundo. Adela te enseñaba a contar cuando te daba la vuelta en pesetas y, además, tenía una libreta siempre preparada para apuntar, y esperar a que llegaran los primeros de mes, cuando los meses parecían durar siempre cuarenta días en unos tiempos complicados. Era una mujer mayor, o lo mayor que le podía parecer a un zagal que ni de puntillas podía mirar por encima de un mostrador, y una mujer que parecía llevar las cosas con calma.

Muy cerca de la tienda de Adela estaba la frutería de Manolo y Amparín. Otro mundo apasionante para un crío. Ver a Manolo pesar la fruta, calcular el precio con aquella balanza y hacer las operaciones a toda velocidad es algo que todavía tengo grabado. Y muchas veces caía alguna cereza de la mano de Amparín. Manolo murió hace unos años. Amparín nos dejó la semana pasada y estamos deseando que abra La Perla para despedirla tomando una birra con Manolo y Maribel.

El confinamiento nos ha llevado a echar de menos muchas cosas, pero una de ellas han sido las tiendas. Cualquier tipo de tiendas porque, además de para comprar, ese tipo de establecimientos valen para mucho más. Valen para echar una parrafada con el vecino, aunque te lo encuentres en la puerta y tras hablar con él te olvides de lo que ibas a comprar, y también valen para enterarte de la última novedad del pueblo porque toda la vida del pueblo suele pasar por delante del mostrador. Habéis tenido la oportunidad de comprar a golpe de clic, porque Internet nunca para, pero también que seguro que os habéis dado cuenta de lo triste que sería una ciudad si todas sus tiendas estuvieran cerradas. Por estas páginas han pasado en los últimos días Álvaro el de Mobu, Rocío la de Motobazar, Bea la de Viva la Vida, y bastantes más. Gente imprescindible para que un pueblo, o una ciudad, tenga vida. Pensadlo cuando os vuelva a aparecer una oferta en la pantalla del ordenador para comprar unas longanizas en AliBaba a un precio imbatible.