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El Arousa juega hoy contra el Ourense el primer acto de un ascenso soñado
20 jul 2020 . Actualizado a las 18:43 h.No me apasiona el gran fútbol. Puedo pasar perfectamente de un Barcelona-Real Madrid si tengo algo entretenido que hacer. Sin embargo, sí que me entusiasma el fútbol menor, el local, el que mantiene las esencias de los jugadores cercanos, conocidos y la lucha esforzada por los colores de una ciudad sin recibir mucho a cambio. No recuerdo las vicisitudes de las copas de Europa, pero no olvidaré nunca el primer partido de fútbol que vi en directo (Cacereño-Pegaso), el primer ascenso del Arousa a Segunda B en Olot, ni el último ascenso del equipo arlequinado a la división de bronce en 1993, tras vencer 3-0 en A Lomba al Ríber de Salamanca.
Tampoco olvido que, tras el primer ascenso, hubo un Arousa-Pontevedra en A Lomba, con los dos equipos en cabeza de la clasificación, que hubo que poner gradas supletorias, se llenó el estadio vilagarciano, ganamos 2-0 y, como era final de mes, yo no tenía un duro y es la última vez en mi vida que he pedido dinero prestado: mil pesetas para ver al Arousa (¡manda carallo!). Aquellos Arousa-Pontevedra salvaban económicamente la temporada. Solo hace falta recordar que en el derbi de la temporada 76-77 se recaudaron en A Lomba cuatro millones y medio de pesetas, una barbaridad para la época. Claro está que entonces, según me contaba Celso Couso hace años, el equipo viajaba en avión estando en Tercera. Era un club rico.
Hoy es un día muy especial para los aficionados del Arousa. En mi caso, el jueves pasé de ver el Real Madrid-Villarreal, aunque soy madridista, porque a esa hora subo a un monte todos los días, pero esta tarde, a las 19.30 horas, pasaré de montes y montañas y estaré ante el ordenador, conectado a Footters, para ver el Arousa-Ourense desde Balaídos.
Ascender a Segunda División B es muy bonito. Recuerdo haber visto en A Lomba a clubs de gran categoría como el Éibar y el Logroñés y asistir a partidos con el campo lleno y la adrenalina disparada. Pero también es peligroso. La útima vez que se ascendió, en el 93, la cosa ya se torció durante el verano. La Comisión de Fiestas organizó un apoteósico concierto en A Lomba de Celtas Cortos y el sufrimiento del césped provocó tal polémica que en la redacción de La Voz estuvimos todo el mes de agosto entretenidos con el tema.
Después, empezó la temporada y el equipo fue penando de jornada en jornada hasta jugarse el descenso a partido único en Ávila contra el San Roque de Lepe. La directiva abulense congenió con la directiva vilagarciana y les propuso encharcar el campo para jugar «a la gallega». No hizo falta porque llovió, pero el barro sirvió de poco, se descendió y como se había fichado alegremente confiando en el apoyo de las instituciones, pero ese apoyo no llegó, comenzó un calvario económico que ha durado un cuarto de siglo.
El año del ascenso, el Arousa tenía 1.003 socios y en Segunda B llegó a los 1.217. Al descender, tocó fondo (700 socios) y lo cogió una comisión gestora, presidida por Celso Couso, que rebajó el precio de los carnés y se consiguieron los 1.300 asociados. Son números importantes para una ciudad pequeña que hoy se juega el primer acto de ascender a una Segunda División B que la temporada que viene promete ser intensa y realmente apasionante.
A Lomba remozada y flamante, se merece fútbol de categoría tras las obras. Cuando el club se fundó en 1944, Manolo Gallego y otros fundadores alquilaron A Lomba a una señora llamada Desamparados Barrio por 6.000 pesetas al año. El campo estaba sembrado de maíz y hubo que segarlo, explanarlo y prepararlo para poder jugar al fútbol. Esa temporada, mientras el maíz daba paso al césped, jugaron todos los partidos fuera de casa. Aquella directiva fue preparada por Celso Callón Loureiro y presidida por Manuel Porto González, que estuvo solo un año. Después, accedió a la presidencia Luis Cordal Carús, es decir, el doctor Carús, que ascendió el Arosa a Segunda División. Era la temporada 1948-49 y nunca llegó el Arousa tan alto. Por A Lomba pasaron el Zaragoza, el Rácing de Santander o el Spórting de Gijón, al que se venció 2-1.
En 1958, durante la presidencia de Manolo Gallego, se fundaron las secciones de atletismo y baloncesto del Arousa. De aquel equipo de atletismo salió José Encisa, que fue campeón de España en 1960. Pero las penurias económicas volvieron a agobiar al club, que en 1968 disolvía las secciones paralelas y se centraba solo en el fútbol, aunque Manolo Gallego, antes de dejar la presidencia, traspasó jugadores al Leixoes portugués y al Deportivo y, sobre todo, a Búa y a Pereira al Real Madrid eliminando el déficit y dejando el club con superávit y en Tercera.
Se dice que uno es de un equipo campeón (Real, Barça, Atlético) y de otro cuyo fin último es no descender. Al que se quiere de verdad es al segundo, al humilde, al que tiene que reinventarse cada verano para no arruinarse. Ese es el Arousa, un club que, desde 1944, cada mes de agosto renace y hoy, al atardecer, intentará enfilar el camino de la gloria.