Galego coa miña nai, castellano con mi cari

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la torre REDACCIÓN / LA VOZ

AROUSA

ADRIÁN BAÚLDE

Treinta años después, la mayor parte de los jóvenes de O Salnés olvidan su lengua en casa

22 may 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Han pasado 30 años, pero los titulares de prensa podrían ser los mismos. En 1992, se realizó un estudio sobre el uso del galego entre los jóvenes de la comarca y la mayoría de los encuestados respondieron que hablaban galego en casa, pero castellano en la calle. Y si se trataba de ligar, entonces era raro que ni ellas ni ellos iniciaran el cortejo en galego. El titular de entonces: «Galego en casa, castellano en (la discoteca) Zao», seguiría vigente 30 años después.

Ya entonces, las obras de teatro escolares se representaban en galego y se elaboraban postales, cartas de amor y collages en galego, pero predominaba la sensación de que eso eran deberes. A la hora de discutir de fútbol o comentar las cosas de clase, se recurría al castellano. Es decir, parecido a la situación de hoy, cuando el número de personas que emplean el galego de manera predominante en O Salnés ha bajado al 43.7% según un estudio de Sondaxe del pasado mes de marzo. Este porcentaje es menor que el 63.40% del año 2018 y que el 65.19% del año 2008, según estudios realizados en esos años por el Instituto Galego de Estadística.

En aquel estudio del 92, participaron los alumnos del Instituto de FP de Fontecarmoa, que ese mismo año se desdobló, yéndose una parte del alumnado al IES Armando Cotarelo Valledor de Vilaxoán. Los que se quedaron en Fontecarmoa vieron cómo su instituto pasaba a llamarse Fermín Bouza Brey, a quien se dedicó, precisamente, el Día das Letras Galegas de ese año.

En junio de 1992, viajé hasta la localidad ourensana de Cortegada de Baños para saber más sobre Bouza Brey. Allí, Plácido Méndez, bibliotecario y funcionario para todo del ayuntamiento, me confió sus recuerdos de una tarde de junio del año 1973 en la que se celebró en el pueblo un funeral de los grandes.

Plácido y su pandilla de amigos se acercaron al cementerio, camino del puente sobre el Miño. «La verdad es que fuimos a ver el espectáculo», reconocía el bibliotecario. Observaron la lle­gada de caballeros ilustres y aquel 11 de junio de 1973, vieron por primera vez en sus vidas la bandera gallega, que nunca antes se había mostrado en Cortegada.

Plácido me contaba que aquella bandera cubría el féretro de Fermín Bouza Brey, aunque ninguno de los mozos que se había acercado a ver el entierro sabía nada de la bandera ni conocía la condición de poeta de don Fermín. Lo que de verdad les interesaba era curiosear en el entierro del yerno de doña Isolina, la mujer más rica de Cortegada.

Las conversaciones que mantuve en Cortegada fueron en galego, pero no era fácil para un extremeño emplear la lengua del país porque recuerdo que algunos compañeros de Fontecarmoa me afeaban que hablara en galego en algún claustro. «Con lo bien que hablas el castellano», me regañaban sin caer en la cuenta de que mi castellano de Extremadura no era el más académico. A mi mujer le pasaba lo mismo: sus alumnos de la Escola Taller de Catoira no querían que les hablara en galego. Y ella flipaba porque había pasado parte de su adolescencia en Mollerussa (Lleida) y allí, cuando hablaba en catalán, todo eran sonrisas, ánimos y complacencia.

Ese desconocimiento de lo propio y cercano, tan común en Galicia y en España, se hacía patente en Cortegada de Baños en 1992. Hasta ese año, casi nadie sabía en el pueblo que tenían un escritor ilustre enterrado en el camposanto. Sí recordaban que Emilia, la hija de doña Isolina, se había casado con un caballero muy fino y elegante. Plácido lo recordaba así: «Era un señor muy edu­cado que se paraba mucho a hablar con los cesteiros, los hojalateros y cuanto artesano había por los alre­dedores. Lo que pasa es que aquí no había gente de su nivel cultural y no se relacionaba mucho con el pueblo». Plácido resumía la situación reconociendo que «en realidad, las gentes del pueblo no se han enterado hasta este año de la importancia cultural del yerno de doña Isolina».

No es fácil extender el galego y la literatura galega por un país que en 2022 habla menos su lengua que hace 14 años y donde muchos jóvenes de O Salnés se avergüenzan de su idioma y no lo usan en el trance donde más importancia tiene la imagen que se quiere proyectar: el momento de ligar.

En 1992, cuando el Día das Letras Galegas se dedicó a Bouza Brey, el alcalde del pueblo donde está enterrado dijo que no tenían que organizar ningún acto por un señor que no había hecho nada por el pueblo. Debieron explicarle la situación y rectificó: llamaron Fermín Bouza Brey a la calle principal de Cortegada y se conjuraron para sacarle una casa de cultura al conselleiro. En Ponteareas, donde nació, ni el 10% sabía de su existencia. Era más reconocido en Vilagarcía, por ser su apellido oriundo de la ciudad y por haber vivido aquí. Con su nombre se bautizó un instituto donde, como en todos los institutos, los estudiantes hacen teatro, revistas y actividades para fomentar el galego, pero, según las encuestas, no acaban de asumir con normalidad que su lengua es tan importante como cualquier otra.