Cuarenta años mojándonos

J. R. Alonso de la Torre REDACCIÓN / LA VOZ

AROUSA

XOSE LUIS ABALO

La edición de Arousa de La Voz, El Callejón y el Auga nacieron en el mismo período

07 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

En una paradoja muy propia de Vilagarcía, el 40 aniversario de la Festa da Auga va a coincidir con un año de sequía. A esta fiesta, la ciudad le debe mucho. Vilagarcía tuvo sus épocas doradas con la escuadra inglesa, el balneario, la llegada del tren, el paseo marítimo, la zona de ocio del puerto, el desarrollo del propio puerto y otras alegrías que nos regaló la historia, pero es la Festa da Auga el evento que ha colocado a Vilagarcía de Arousa en el mapa.

Esto de colocarse en el mapa se ha convertido en la ambición papanata y bobalicona de todos los alcaldes de España, que se inventan festivales de rock en torno a la bellota, fiestas gastronómicas alrededor del nabo o maratones a las seis de la madrugada para saludar al sol jadeando. Cualquier ocurrencia es buena para situar un pueblo en el mapa. Pero esto del mapa es más chiripa que otra cosa. No hay una regla fija que sitúe tu pueblo por mucho dinero que te gastes. Puedes traer a los Rolling y pasar sin pena ni gloria o puede sucederte como al Ecce Homo de Borja, que una señora aficionada a la pintura lo reinterpreta a su bola y acaba convirtiendo el santuario de Misericordia de este pueblo zaragozano en lugar de peregrinación.

Más sencillo y disparatado

Lo de Vilagarcía es más sencillo y disparatado incluso que lo de Borja. Aquí bastó que cuatro gamberros tiraran agua desde un balcón para que aquella travesura acabara convirtiéndose en una de las grandes fiestas populares españolas, al nivel de las piraguas de Ribadesella, la tomatina de Buñol o los Sanfermines de Pamplona, con la diferencia de que aquí no hacen falta toneladas de tomates, no hay que hacer el esfuerzo de remar ni arriesgar tu vida corriendo delante de un toro. En Vilagarcía, basta un poco de agua y ya tenemos organizada la fiesta.

Estos festejos antes nombrados, y otros muchos que se celebran en España, se caracterizan por atraer a miles de jóvenes, consumir toneladas de calimocho, montar macrobotellones nocturnos y propiciar escenas muy divertidas que, bien fotografiadas, se convierten en material de exposiciones y en álbum de recuerdos: pocas actividades hay más evocadoras que repasar una tarde de invierno tus fotos de hace años rebozado en tomate, piripi sobre una piragua, dormido en una plaza de Pamplona o empapado de agua en A Baldosa de Vilagarcía.

Estas fiestas populares nacen de manera natural, sin trucos ni trampas. Empiezan con timidez, crecen sin orden, triunfan inesperadamente y, cuando te quieres dar cuenta, se han convertido en un acontecimiento nacional que se suma, a través del boca-oído, a la ruta española de los macrobotellones con pretexto. Porque botellones hay uno en cada pueblo, pero macrobotellones con justificación hay media docena en España y uno de ellos es el de la Festa da Auga de Vilagarcía de Arousa.

Cómo ha evolucionado

El caso es que el próximo 16 de agosto cumpliremos 40 años empapados y resulta muy interesante analizar cómo ha evolucionado el jolgorio desde aquellos cubos de agua lanzados desde un balcón hasta el frenesí acuático que ahora disfrutamos. Para ello, nada mejor que la exposición organizada desde el Concello de Vilagarcía durante este mes en la que se han reunido las mejores instantáneas de 12 grandes fotógrafos, que descubrieron en la fiesta un motivo anual de inspiración. La fotografía marcó el esplendor de la fiesta, que dejó de ser algo local para trascender el año que aparecieron por aquí dos fotógrafos que vivían de retratar al personal en los grandes eventos populares y multitudinarios de España, vendiendo después las fotos que exponían colgadas en A Baldosa. Llegaron más tarde los teléfonos móviles con cámara y ya tuvimos todos nuestras propias fotos, pero las que hacían y hacen Mejuto, Rañó, Abalo, Oubiña, Miser, Irago, Durán, Ferreirós, Salgado, Roma, Abella o Parga tenían la gracia de su clic prodigioso y ahora se muestran en esta exposición que celebra y conmemora una mojadura que ya dura 40 años.

Marquesinas y vallas

En 30 marquesinas de autobús y en 12 vallas publicitarias, esas fotos y su mensaje: «Volvemos», resumen el entusiasmo que sentimos ante el retorno del agua y su fiesta. Aunque esas fotos también nos permiten recordar a tantos amigos que se mojaron desde el principio y ya no están. Un recuerdo resumido en el icónico retrato en blanco en negro hecho por Xosé Luis Abalo en el que se ve al concejal y trabajador de Lantero Xosé Luis Meléndez tocando un tambor, con su pitillo en la boca, su bigote característico, una sonrisa en los ojos y un pañuelo atado en la frente.

Es emocionante recordar estos 40 años de historia local a través de 12 fotógrafos, a través de los retratos de 30 pregoneros, a través de decenas de camisetas confeccionadas para la ocasión, un merchandising de cuando no existía el merchandising o se llamaba de otra manera.

El Callejón del Viento nació con la edición local de Arousa de La Voz de Galicia casi al mismo tiempo que la Festa da Auga. Han sido, redondeando, 40 años juntos: el periodismo, la crónica local y la fiesta en una Vilagarcía que ha crecido al compás del pasodoble Triunfo, al socaire de San Roque, con la alegría de manguerazos, cubos y mojaduras.