Los inicios de los primeros ferrocarriles en Galicia

carlos abellán COMISARIO DE LA EXPOSICIÓN CONMEMORATIVA DE LOS 150 AÑOS DE LA PRIMERA LINEA DE FERROCARRIL DE GALICIA

AROUSA

Carlos Abellán relata el proceso de la construcción de una infraestructura histórica. En su primera entrega, con el contexto en el que nació el proyecto y la sorprendente explicación a por qué el tren no pasa por Cambados

12 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

El siglo XIX estuvo marcado por la era de la industrialización, por las grandes revoluciones y por el despegue de ese gran invento que llamamos ferrocarril, que se configuró desde sus inicios como un impulsor del desarrollo económico y social, sirviendo como un instrumento válido para mejorar las comunicaciones y todo ello a pesar de la epidemia de cólera que asoló Galicia al final del siglo XIX y después continuó con la gran diáspora de gallegos que se veían obligados a emigrar a otros países en busca de un mundo mejor. Su implantación permitió pasar en un breve espacio de tiempo de los canales de navegación sujetos al cabotaje de las embarcaciones, a los carromatos, diligencias, los ómnibus de caballos y mulas, hasta que llega el ferrocarril: un sistema de transporte que desde sus inicios se percibió y se formuló como un medio más cómodo, más barato y más rápido.

Los medios de transporte en Galicia a mediados del siglo XIX eran arcaicos, sobre todo los terrestres. Debido a nuestros orígenes celtas era más fácil relacionarnos por el mar con los países del norte de Europa que con el resto de la península por la dificultad dada por los puertos de montaña del Padornelo, A Canda y O Cebreiro. Sometidos, además, sus caminos reales al tránsito que debían abonar con elevados peajes en forma de tasas, portazgos y barcajes, cuando no sufrían los asaltos de fugitivos y bandoleros, siendo esto una de las muchas causas de nuestro ancestral aislamiento. Por este motivo el tren ha sido y será el símbolo del progreso y desarrollo, teniendo una enorme importancia entre la población. Por ello a lo largo de la historia han reclamado a los poderes públicos el paso de los caminos de hierro por sus localidades, aunque siempre hay algún caso aislado como el de Cambados, en donde se negaron a que el ferrocarril pasase por su ciudad, porque no les dejaba dormir la siesta, «bastante tenían con el ruido de los carruajes y diligencias».

Los grupos impulsores del ferrocarril en Galicia utilizaron todo tipo de acciones y foros, pero es de destacar que el interés por los caminos de hierro se plasmó especialmente a través de los artículos que aparecieron en la prensa local. De hecho, la demanda del ferrocarril impulsó la aparición de varias publicaciones periódicas locales que proliferaron entre 1840 y 1890 como El ferro-carril (1853), El ferrocarril gallego (1861), publicado en Pontevedra o El correo de Lugo (1861) y El Villagarciano (1897-1901) creado por José María Abalo y Souça, presidente del ferrocarril de Beira Alta en Portugal y presidente de la Cámara de Comercio de Vilagarcía y también la revista económica (periódico, agrícola, artístico y comercial) que editaba RSEP de Santiago, entre otros.

Al frente de las primeras iniciativas para la construcción de un ferrocarril gallego se encontraron poderosos aristócratas y representantes de la alta sociedad gallega como Emilia Pardo Bazán, novelista que escribía bajo el nombre de Marineda, condesa de Pardo Bazán, cuando decía en sus apuntes autobiográficos, con motivo de los continuos retrasos en las obras de la conexión ferroviaria entre Galicia y Madrid, y expresaba lo siguiente: «El ferrocarril era como un sueño fantástico de las imaginaciones gallegas». También escribía en 1894 en El imparcial: «Un camino, sea de tierra o de hierro, es la civilización en forma visible». Hubo otros, como Manuel Vázquez de Parga, conde de Pallares o personalidades como Juan Flórez o el célebre Juan Martínez Picabia, y tantos otros. Hay que apuntar que todo este interés coincide con un momento político convulso, con cambios constantes de regímenes y presidentes de Gobierno que, más que fomentar, entorpecieron los intereses de la población gallega por el tren.

También en algunos ámbitos de la sociedad guiados por la ignorancia, por ser inculta y recelosa, y los negacionistas que desconfiaban del ferrocarril en todas partes, llegó esto a tanto que se afirmaba que las vacas dejaban de dar leche y las gallinas dejaban de poner huevos, y los mismos viajeros tendrán problemas pulmonares al atravesar los túneles al paso de locomotoras, y que estas provocaban continuos incendios en los campos.