El festival vilaxoanés se despidió ayer, a la sombra del parque de Dona Concha, con sabor a sardinas asadas, circo y música para toda la familia
16 sep 2024 . Actualizado a las 21:10 h.Puede que haya comenzado el curso escolar, pero el verano se resiste a marcharse. Quemando los que debieran ser sus últimos cartuchos, el estío nos ha dejado un fin de semana de sol y calor que volvió especialmente apetecible, ayer a mediodía, la sombra que ofrecen los árboles en el parque de Dona Concha, en Vilaxoán. Allí se celebraba el capítulo final del festival Revenidas: tras tres jornadas intensas de música, el domingo se reservó para disfrutar en familia de un programa en el que no faltaron los conciertos, el circo, la solidaridad y las sardinas revenidas, que fueron la excusa que dio pie al nacimiento de este gran festival arousano.
La gran sardiñada popular que vertebra la despedida del evento se ha convertido, desde hace años, en un punto de encuentro entre el pueblo vilaxoanés y el público del festival. En un puente que vertebra una relación que parece, a estas alturas, inquebrantable. Es una especie de romería campestre a la que las familias acuden con vituallas adecuadas para completar las raciones de pescado a la brasa que, desde la una y media, repartió la organización a todo aquel que pagaba el peaje de hacer cola. Ocupando las mesas colocadas para la ocasión, en mantas extendidas por el suelo, sobre piedras y bancos, quienes se sumaron al banquete de despedida del evento disfrutaron de una sombra bajo la que todo parecía estar en orden: jóvenes ataviados con camisetas de la organización se encargaban de que el recinto permaneciese impecable, los negocios de comida sobre ruedas que ceñían el perímetro del festival despachaban sus apetecibles menús y sobre el escenario por el que estos días han pasado desde Lendakaris Muertos hasta Tanxugueiras, la música corría esta vez a cargo de grupos capaces de entretener a toda la familia: desde la rapazada encaramada al cuello de sus padres, hasta las generaciones que son capaces de corear con el mismo entusiasmo una canción de Los Suaves que aquello de que «del barco de Chanquete, no nos moverán». Y por el medio, púberes que en sus camisetas rendían tributo tanto a AC/DC como a Iron MaIden. ¡Hay futuro más allá del reggaeton!
Una alegría comunal, familiar, reverberaba en Vilaxoán, extendiéndose desde el recinto del festival a las calles aledañas, donde también las terrazas vibraban animadas por quienes prefirieron esperar fuera el inicio del espectáculo de circo solidario que por la tarde se iba a desplegar bajo los árboles, con más música y trapecios, con magia y humor. Y con una buena causa como telón de fondo: la crítica situación que vive el pueblo palestino, azotado desde hace meses por una violencia que parece no tener fin, que parece dispuesta a engullirlo todo.
Revenidas se ha despedido dejando un recuerdo de grandes conciertos, de miles de personas disfrutando de una música que se sale del carril. Ahora tocará hacer balance, echar cuentas, analizar posibles mejoras y, también, disfrutar del buen sabor de boca que el certamen parece haber dejado en quienes han tenido la ocasión de pisar el recinto. Toca, también, ir desmontando todo ese tinglado, devolviendo así a Vilaxoán a ese otro ritmo que lo envuelve durante la mayor parte del año. Se acerca el invierno. Pero en el territorio Revenidas siempre será verano.