Maastricht y O Piñeiriño aman lo pequeño

J. R. Alonso de la Torre VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

MONICA IRAGO

En la ciudad holandesa está el café más chico de los Países Bajos y han creado el miniabeto arousano

15 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

O Piñeiriño, aquella promoción de viviendas de los años 80, levantadas en un lugar periférico y de paso, con pocos servicios, pero que, hace 40 años, eran los únicos pisos asequibles, bien acabados, luminosos y acogedores que se podían comprar en Vilagarcía en un momento en que las hipotecas estaban por las nubes… O Piñeiriño, que era conocido como As Pistas, fue creciendo hasta dejar de ser «esos edificios que hay antes de Procoarsa» para convertirse en un barrio con alma, estilo, personalidad y hasta eso tan moderno que llaman relato… O Piñeiriño, que vuelve a ser noticia por tener el árbol de Navidad más pequeño del mundo: mide diez veces menos que el diámetro de un pelo.

Maastricht, bonita ciudad holandesa de 120.000 habitantes que da nombre al tratado más importante de la Unión Europea… Maastricht, tan próxima a la frontera alemana que, hace 25 años, en un intercambio de estudiantes del IES Armando Cotarelo de Sobradelo-Vilaxoán con un instituto de Korschenbroich (Renania del Norte-Westfalia), fue destino de una interesante excursión en la que, entre otras curiosidades, descubrimos el café más pequeño de Holanda: In de Moriaan o Petit Cafe Moriaan, un bar entonces algo desvencijado y hoy, una preciosidad coqueta y acogedora.

Maastricht y O Piñeiriño unidos por lo mínimo, lo diminuto, lo minúsculo… En tiempos de grandilocuencia, cuando o eres grande o no eres nadie, lo insignificante se llena de significado y apostando por lo breve, un barrio vilagarciano y una ciudad de los Países Bajos destacan y se hermanan en el amor a lo párvulo.

El laboratorio Merln de Maastricht, asombrado hace un año ante la original apuesta de la Asociación de Vecinos Breogán de O Piñeiriño por crear el árbol de Navidad más pequeño del mundo, se conjuró, de la mano del investigador compostelano Adrián Seijas y su colega Elisabetta, para diseñar en un ordenador portátil un árbol microscópico con estrella, bolitas navideñas y estructura de abeto. Ese diseño materializado es tan pequeño que hay que verlo con un microscopio electrónico. Trasladado al escaparate de la asociación de vecinos Breogán, las palabras de una vecina que lo contemplaba resumen la nano-realidad: «Para ver este árbol hay que tener fe».

El abeto navideño ha dado el salto de la artesanía, pues fue una artesana de Vilagarcía, Marián García, quien creó en el 2023 el árbol de dos centímetros que dio la vuelta al mundo, a la ciencia. Ambos, artesano y tecnológico, conviven ahora en el escaparate de O Piñeiriño y los medios vuelven a fijarse en el barrio vilagarciano para hacer comparaciones entre lo máximo y lo ínfimo.

En todos los informativos

Ya el año pasado, el arbolito cerró los informativos de Telecinco, Cuatro y La Sexta, pero también fue noticia en emisoras de radio locales, como pude constatar viajando de Úbeda a Baeza y escuchando a un locutor de Jaén referirse con admiración e ironía al arbolito gallego que, literalmente: «Mide un centímetro, se ve con una lupa, tiene la friolera de tres luces led y pretende reírse de los alcaldes hiperbólicos».

Nuestro árbol más famoso triunfa por oposición. España, esta Navidad más que nunca, ha enloquecido con lo exagerado: el árbol más grande, la iluminación más formidable, la pista de hielo más extensa… En la calle donde vivo, en Cáceres, se ven, desde hace semanas, folios pegados en las paredes anunciando viajes a Vigo, Madrid, Sevilla, Lisboa, Elvas y Málaga para admirar la iluminación navideña. El puente de la Inmaculada Constitución, la ciudad estaba vacía víctima del éxodo lumínico. Y estos días, en los bares, se comentan con admiración las 420 calles iluminadas de Vigo y sus 11 millones y medio de luces leds.

En esta carrera hacia lo grande, la brillante y sencilla idea de O Piñeiriño acabará marcando tendencia y liderando un cambio de paradigma. Lo de Vigo, imitado por tantas ciudades, es solo moda y pasará… de moda. De hecho, Vigo no siempre fue así de grandilocuente. En 1999, entrevisté a Argimiro Alborés, empresario pirotécnico de Nigrán (Pontevedra), y el hombre estaba indignado porque le habían llamado del Ayuntamiento de Vigo para contratar la miseria de 100.000 pesetas en cohetes con los que recibir el milenio. Don Argimiro me contó que él, por menos de medio millón de pesetas, ni empezaba a negociar. Ya ven, 25 años después, Vigo es la capital universal de la Navidad y su Ayuntamiento ha pasado de destinar 600 euros a bombas de palenque a gastarse dos millones de euros en iluminar la ciudad.

La fiebre de las alcaldías

Esta locura viguesa se ha extendido por toda España, hasta el punto de obligar a los alcaldes a esmerarse para que la iluminación navideña sea cada año más fastuosa. Se debate vivamente sobre la fecha de encendido, cada año se ilumina antes y los vecinos, que no están tan hartos como muchos vigueses, presionan para que sus calles también tengan guirnaldas, estrellas, árboles brillantes y lucerío en general.

Mientras tanto, en O Piñeiriño, a la contra, siguen disminuyendo y se enfrentan a un reto mayúsculo: poner cada año más luces es fácil, crear el año que viene un árbol once veces más pequeño que el diámetro de un pelo se antoja imposible, si no fuera porque esa palabra está proscrita en el barrio más joven y emprendedor de Vilagarcía.