Las pipas y el regaliz siguen reinando en el quiosco de Frigo en Cambados

Bea Costa
bea costa CAMBADOS / LA VOZ

AROUSA

MARTINA MISER

El negocio abrió en 1964 con Sita y ahora Bety celebra 25 años al frente de este templo de las chucherías

17 dic 2024 . Actualizado a las 20:43 h.

En el Cambados de los años 70 y 80 había muy pocos lugares en los que comprar helados, chicles, palomitas o gusanitos y los quioscos de Camy y de Frigo situados en A Calzada eran los principales referentes. Cincuenta años después ahí siguen, aunque se han movido unos metros, han cambiado de dueños y ahora venden chuches donde antes despachaban golosinas o las más genuinas julichadas. En el siglo XXI hay más variedad de establecimientos a la hora de pecar por gula de azúcar, pero los quioscos de toda la vida resisten el tirón.

El de Frigo estuvo la semana pasada de aniversario a propósito de los 25 años que lleva regentándolo Bety Costa y lo celebró con grandes globos dorados sobre el techo. Pero su historia viene de mucho más atrás. Empezó siendo el quiosco de Sita en 1964 y así se mantuvo hasta que se jubiló y cogió el relevo una sobrina. Cuentan los más veteranos que antes que heladería fue churrería y que su primer emplazamiento fue detrás de la casa consistorial. Después se trasladó a la plaza del Concello, a delante del Reboredo y aún se volvería a mover a la esquina del antiguo banco Banesto antes pasar a la parte trasera del parque infantil.

Atrás quedó aquella armazón de plástico en blanco y rojo. En un pueblo declarado Bien de Interés Cultural hay que cuidar la estética y los quioscos son ahora de madera y más espaciosos.

Sita abrió el quiosco a mediados de los años sesenta.
Sita abrió el quiosco a mediados de los años sesenta.

Bety Costa se puso al frente del negocio cuando todavía se manejaban las pesetas: hoy le pagan con el móvil a través de una TPV y cuelga historias en Instagram. Las nuevas tecnologías son buenas aliadas, pero el negocio, en esencia, no ha cambiado tanto; las pipas y el regaliz siguen siendo los productos estrella y de entre los helados son el Frigopie y el corneto de nata XL los más buscados. La compra media es de 5 euros, siendo una gominola de 0,6 euros el artículo más barato y un cono de un metro de largo lleno de chuches que cuesta 22 euros el más caro; no es un capricho para todos los días pero resulta un regalo muy apañado cuando hay mucha gente para compartir.

Lo que quizás muchos clientes no sepan es que en el quiosco de Bety también se pueden encontrar arroz de Senegal, guisante seco de Perú y chocolate de Marruecos. «Hay que diversificar», dice, y ella quiere diferenciarse en el sector con productos llegados de lejanas tierras.

Esta mujer nacida en Alemania de padre italiano, que pasó la niñez en San Martiño de Meis y ahora está instalada en Cambados es una vendedora nata, de esas que se toma su tiempo para darle a cada niño lo que más le gusta, porque los más pequeños se pierden entre tantas formas y colores cuando se plantan delante del mostrador. Ella todavía vivió los tiempos en que en los quioscos se vendía tabaco. Hoy el único producto solo apto para adultos que dispensa es cerveza.

Después de un cuarto de siglo, Bety se ha ganado el mérito de dar nombre al quiosco, aunque para la gran mayoría sigue siendo «el de Frigo», tanto es así que incluso llegaron a hacerse camisetas del Albariño con esa referencia: «Os de Frigho». La empresaria está tan orgullosa de esta herencia que incluso se adueñó de la gheada para su dirección de correo electrónico. Sus clientes se convierten muchas veces en sus cómplices y viceversa, tanto que el quiosco funciona como punto de entrega y recogida de bolsos, móviles y abrigos para las pandillas de chavales que se citan allí para quedar. También es lugar para confidencias. «Aquí se hace mucha psicología», cuenta. Y, salvo contratiempo, así seguirá siendo, aunque ahora se permita un «kikat» para cogerse unas vacaciones en un trabajo en el que no hay fines de semana ni festivos.