Hace 40 años que cambió Fexdega

José Ramón Alonso de la Torre
J.R. Alonso de la torre EL CALLEJÓN DEL VIENTO

AROUSA

La feria de 1985 supuso una revolución en el mundo de la imagen y las costumbres en Vilagarcía

29 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Fexdega es desde 2001 un aparcamiento donde toca la Panorama y un pabellón ferial donde se celebran actividades navideñas, exposiciones de coches y otras muestras de tipo deportivo y lúdico. Pero la Fexdega actual no tiene nada que ver con la Fexdega de antes y lo que significa para la ciudad no llega ni a la milésima parte de lo que significaba para Vilagarcía en los años 70 y 80.

La Feria Exposición para el Desarrollo de Galicia nació en el año 1967 y tuvo un origen fundamentalmente agrario. Ese año celebró su primera edición, que también fue el primer salón ferial de Galicia. Años después, llegarían las ferias de Ferrol y Silleda, que competían con la vilagarciana por ser la mejor de la región. Silleda acabó venciendo en aquella curiosa competición, pero hasta finales de los 80, Vilagarcía destacó como el certamen más multitudinario y donde más se vendía y se compraba. Aún hoy nos encontramos en Foz, en Verín o en Monforte a personas que recuerdan haber venido por primera vez a las Rías Baixas con sus padres para visitar Fexdega, una feria donde encontrabas desde cortadores de patatas nunca vistos y licores afrodisíacos hasta tractores que costaban millones y hornos panaderos de última generación.

Aquella Fexdega tenía tanta fuerza y era tan comercial que los industriales panaderos catalanes llenaban una nave ofreciendo sus equipaciones para panaderías. Hubo una edición en la que vendieron tantos hornos que en las fábricas estaban asombrados y tenían que establecer listas de espera. Por no hablar del año en que se vendieron tantos Mercedes que el concesionario no daba crédito. Fexdega era un acontecimiento social y económico que movía multitudes y millones. Era también una feria didáctica que mostraba a los vilagarcianos las últimas novedades de la industria, la pesca y la agricultura. Y no faltaba el aspecto popular de los bocadillos con las mejores salchichas, los churros con chocolate más deliciosos y las navajas multiusos más increíbles. Fexdega no era una feria, Fexdega era una fiesta y cuando acababa junio, Vilagarcía se convertía en el destino favorito de los gallegos.

Con tanta importancia y tanto movimiento, era lógico que aquella feria despertara las ambiciones políticas. Durante años, el alma de Fexdega, su impulsor y su referencia fue Gumersindo Rodríguez Eirea, un señor de maneras elegantes, poderío político y económico, buenas relaciones con el poder, ya fuera en Madrid, ya fuera en Santiago, y mucha influencia en el empresariado. De frente, todos lo llamaban don Gumersindo o señor Rodríguez Eirea, pero popularmente era conocido como Lord Sindo, un mote exacto que resumía la imagen que de él se tenía en Vilagarcía.

Su trabajo durante 18 años fue impecable y la feria alcanzó cotas impensables e imprevistas, pero tras la edición de 1984, empezó a fraguar un movimiento que pretendía darle un cambio a Fexdega, modernizarla y acompasarla a los tiempos. Naturalmente, detrás de esas ideas generales, que valen lo mismo para una feria que para una ciudad o un equipo de fútbol, estaba un movimiento político que intentaba hacerse con el resorte de poder de la feria.

Un pacto entre la Cámara de Comercio y el PSOE acabó con el poder de Rodríguez Eirea en Fexdega y se montó, a toda prisa, un equipo de gente joven, inexperta y poco conocida en el mundo ferial cuya principal característica, se creía entonces, era la de ser hombres de paja, un bluf, tipos manejables desde el poder. Pero la operación salió rana. El presidente de la Fexdega de 1985 fue Quico Redondo, entonces secretario de la Cámara de Comercio, y a su alrededor se creó un equipo donde había gente rara que venía del mundo de la imagen y el diseño o relacionada con el mundo de la enseñanza y la literatura. Ya desde la primera reunión se descubrió que aquel equipo estaba formado por unos inconscientes a los que les importaban un pimiento las tradiciones y las estructuras vilagarcianas de poder. Duraron dos años, ¡solo faltaba!, pues el vilagarcianismo rampante no podía permitir tantos cambios, pero sacudieron la ciudad.

Lo primero que hicieron fue cambiar el anagrama de la feria, un batiburrillo sesentero de yunques, vacas, tractores, espigas y barcos por un redondel con un punto abajo y una vírgula con resonancias de Lancôme. Era un logo abstracto, sugerente y moderno que supuso un vuelco en el mundo de la imagen vilagarciano.

Después llegaron las azafatas. Hasta entonces, ser azafata de Fexdega era sinónimo de importancia, poderío y nivelazo. Y claro, solo eran azafatas las hijas de las mejores familias. Pues en 1985 se acabó esa costumbre porque para ser azafata del certamen hubo que asistir a un curso y hacer un examen escrito tipo test (con el nombre cortado) y otro oral. Resultado: no entraron ni los familiares de los líderes de la Cámara, del PP y del PSOE ni las sobrinas del presidente del comité ejecutivo.

Aquello fue una revolución muy pequeña, pero formidable. La edición de 1985, hace ya 40 años, no fue un éxito comercial, pero sí social. La de 1986 fue, además, un bombazo económico. Y se acabó. Redondo Penide no se plegó a las presiones y él y su equipo fueron cesados, pero aquella Fexdega tuvo el encanto de lo efímero y en Vilagarcía cambiaron algunas cosas.