«Son unos valientes»: dos jóvenes salvan a un anciano de morir calcinado por un brasero en Vilagarcía

Serxio González Souto
Serxio González VILAGARCÍA / LA VOZ

AROUSA

M.Irago

Sacaron a pulso al hombre, que no podía andar, del incendio que devoró por completo la vivienda de madera y granito en la que veraneaba su familia

01 sep 2025 . Actualizado a las 22:09 h.

El azar, sobre todo cuando se alinea para provocar los peores resultados, no entiende de contemplaciones. Que septiembre arrancase este lunes a orillas del mar de Arousa con una secuencia alterna de sol y aguaceros no fue obstáculo para que el fuego devorase por completo una vivienda ubicada en la calle de A Escardia, muy cerca de la estación de ferrocarril de Vilagarcía. Una de las víctimas del incendio, un hombre mayor que contemplaba impotente cómo las llamas envolvían la edificación, explicó que el origen del siniestro se encontraba en un brasero. «Mi hermano, que no está bien, lo encendió porque tenía frío y sabe dios qué pasó para que los faldones de la mesa comenzasen a arder».

La persona que prendió el calefactor tradicional, un modelo que no acaba de desaparecer pese a haber dado muestras sobradas de constituir un verdadero peligro, es también mayor y no puede caminar. Solo la intervención de dos vecinos, que acudieron al escuchar sus llamadas de auxilio, evitó que sucumbiese a una muerte atroz.

El fuego se declaró hacia las dos de la tarde en una casa antigua, de granito y madera, con planta baja, un piso superior y faiado, huerta, balcón y un letrero que le daba nombre: Miña Terra. En la vivienda contigua, varios miembros de una misma familia se disponían a comer cuando oyeron gritos que parecían pedir ayuda. «Vimos que saía algo de fume, pero de súpeto o lume xa se fixo visible dende unha fiestra e fomos correndo», relata uno de los dos jóvenes.

En la planta superior, el hombre que debe recurrir a una silla de ruedas había conseguido arrastrarse hasta el balcón. Su hermano, que acudió desde la huerta al percatarse de lo que ocurría, trató de sofocar las primeras llamas con una manta. «Era imposible». Él solo nunca hubiese sido capaz de mover a su hermano. Sus dos vecinos, en cambio, lo agarraron y lo bajaron a pulso hasta que todos pudieron abandonar la finca. En ella veraneaba la familia —dos hombres y una mujer, los tres mayores, y una pareja de cuidadores— desde hace 23 años. Un alquiler estacional de los de toda la vida que no volverá a repetirse por la sencilla razón de que Miña Terra ardió hasta sus cimientos. El piso y la techumbre de madera fueron pasto de las llamas con rapidez, hasta el punto de que, tres horas más tarde, apenas quedaban en pie sus paredes de granito.

La central de emergencias del 112 recibió la primera alerta de lo que estaba sucediendo a las 14.34 horas. La llamada telefónica de un particular hizo que tanto los bomberos de la subsede de Vilagarcía como el departamento municipal de Emerxencias e Protección Civil se pusiesen en camino de inmediato, al igual que las policías local y nacional. Pese al despliegue, poco más pudieron hacer que controlar el perímetro del incendio y evitar que se extendiese hasta acabar por sofocarlo.

«Son unos valientes». Así se refería el hermano de la víctima principal del siniestro a los dos jóvenes que le salvaron la vida. El resto de la familia que vive a su lado trató de emplear su propia manguera contra las llamas en un primer momento, hasta que bomberos y Emerxencias se hicieron cargo de la situación. Era una tarea descomunal.

Para mayor infortunio, los veraneantes se disponían a regresar a Madrid, su ciudad de residencia, en el AVE de este mismo martes. «Ni billetes ni nada, todo está dentro», lamentaba uno de ellos mientras varios de sus vecinos les insistían para que comiesen y descansasen en sus casas. Al menos no hubo ningún herido.

MONICA IRAGO

El despliegue. Los bomberos, Emerxencias y las policías local y nacional acudieron al incendio de A Escardia. En la vivienda veraneaba una familia mayor de Madrid. Todos estaban bien, por lo que rehusaron la atención del 061. La finca, propiedad de un empresario de O Barbanza, permanecía deshabitada el resto del año.