La ludopatía es un problema creciente entre adolescentes y niños gallegos
AROUSA
 
	
											Las apuestas en línea y los videojuegos enganchan a un perfil cada vez más joven
13 oct 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Aún es habitual, cuando hablamos de ludopatía, dibujar la imagen de un hombre de mediana o avanzada edad atado a la máquina tragaperras del bar, a pesar de que el prototipo hace tiempo que ha variado.
En Agaja (Asociación Galega de Jugadores Anónimos), que se dedica a la prestación de asistencia y rehabilitación de personas con adicción al juego, han observado en la última década cómo rejuvenece el perfil de la persona que acude a ellos. Hoy, el paciente medio que atienden es un varón de entre 20 y 30 años, estudiante o a la búsqueda de su primer empleo, con pareja y que juega y apuesta online.
Juan Lamas, director terapéutico de la asociación con sede en Vigo y que presta servicio en las provincias de Pontevedra y Ourense, señala el punto de inflexión: «A legalización do xogo online no ano 2012. Nos anos seguintes o cambio intensificouse coa proliferación dos locais de xogo físico». Una tendencia que parece no tener freno y afectar a una población cada vez más joven: «Os estudos do Plan Nacional sobre Drogas din que a idade de comezo sitúase en torno aos 14 anos e que máis do 20 % dos rapaces entre 14 e 18 anos admiten xogar a xogos de azar, o cal é ilegal entre menores de idade».
El juego de azar tiene un fuerte componente adictivo que, según la psicología del individuo, puede ser más o menos susceptible de derivar en una patología. Los adolescentes son, en este sentido, un sector más vulnerable, y las empresas del sector del juego lo saben: «Buscan atraer aos seus clientes dende idades temperás. Moitos rapaces reúnense agora a ver o partido nas casas de apostas porque as consumicións son máis baratas, teñen a mellor pantalla ou porque a recepcionista é guapísima».
Cuando la adicción no se practica en un espacio concreto, sino a través de internet, tiene aún más difícil solución. Por si fuera poco, cada año surgen nuevas vías de explotación. Una de las que está más en auge son las loot boxes: «Trátanse de mecánicas en videoxogos, algúns deles xogados por millóns de rapaces ao redor do mundo, que implementan o azar e o sistema de recompensas acompañados dunha chea de estímulos auditivos e visuais». Hablando en plata, algunos videojuegos basan hoy en día buena parte de su funcionamiento en una versión moderna de la ruleta del casino: «Permiten ao xogador, a cambio dun módico prezo, abrir unha caixa na que non se sabe o que hai, pero coa opción de que conteña obxectos ou habilidades que o fagan mellor que o resto de xogadores». Una peligrosa dinámica que puede generar adicción en usuarios muy jóvenes, incluso niños, que en algunas ocasiones acaban demandando más y más dinero a sus padres para invertirlo en el videojuego, y aislamiento social.
La ludopatía es, además, una adicción de la que es muy difícil salir. En Agaja llevan desde el 1990 trabajando con adictos y familiares. Han atendido en los últimos 35 años —cifra que cumplen el día 18 de este mes y que celebrarán con una acto formativo en su sede de Travesía de Vigo— a unas 250 personas. Lamas habla desde la experiencia: «O 68 % dos que completan o noso tratamento non recae, pero temos un índice de abandono elevado. Entre o 20 e o 30 % dos que o inician, déixano á metade».
En España, los datos analizados por el Ministerio de Salud indican que en torno al 1,5 y el 2 % de la población presenta indicios de una relación problemática con el juego. Pero la práctica en sí es mucho más popular: «Se contamos as loterías e xogos do Estado, máis dun 90 % da poboación xoga».
Lamas señala que uno de los mayores obstáculos es la normalización de esta actividad y señala a las Administraciones públicas como parte del problema: «Son o maior operador de xogo do país a través de Loterías del Estado». En el año 2024, Galicia aprobó una nueva ley del juego, que, a su juicio, se queda a medias: «Esquece o fundamental: a prevención e os recursos asistenciais». Una prevención que en Agaja acercan desde hace tiempo a los centros educativos, como antídoto a un mal que puede, si no se toman serias medidas, tornarse demoledor en unos años.
Richard Barreira, rehabilitado: «Es muy difícil ayudar a quien no quiere»
 
	
				
En cualquier caso, hay salida. Buena prueba de ello es la experiencia de Richard Barreira, afectado gran parte de su vida por la ludopatía, pero rehabilitado.
Lo consiguió precisamente gracias a la terapia ofrecida por Agaja, pero hasta aceptar su ayuda, este verinés tuvo que dar muchas vueltas y tocar fondo en varias ocasiones de su vida. Es también testimonio de que entrar en un programa de rehabilitación no significa que todo esté hecho, porque antes de la definitiva, en el 2012 —esta semana cumplió 13 años alejado del juego—, contactó en varias ocasiones con la asociación, pero el proceso no tuvo éxito. «Es muy difícil ayudar a quien no cree que tenga un problema», confiesa.
Richard comenzó a apostar dinero ya con 14 años, jugando al futbolín y el billar: «Me pulía el dinero de la paga semanal y luego tenía que pedirle adelantos a mis amigos y familia». Luego vino el póker, la verdadera causa de su ruina. Todos sus ingresos iban destinados a las timbas. En el 2000, ya adulto y con empleo, se encontró ahogado por los impagos. Su destino podría haber cambiado en ese momento, pero contaba con una red de seguridad: sus padres asumieron todas sus deudas. Él lo describe como «mala suerte», porque eso le permitió seguir apostando.
Durante la siguiente década, que por motivos de trabajo, la pasó casi en su totalidad en el País Vasco, el problema fue agravándose, pero su familia seguía sacándole las castañas del fuego. Hasta el 2009, año en el que un miembro de Agaja le pidió que, al menos, no arrastrase a los suyos consigo. Le hizo caso, cortó contacto con sus padres.
La siguiente etapa de su vida acabó con Richard ahogado por las deudas, denunciado y luego condenado por estafa por unos hoteles a los que no pudo abonarle las facturas, y viviendo en su coche: «En el 2012, tras año y medio en esa situación, me levanto y reconozco que no puedo seguir así».
De vuelta en Vigo, ingresó en el programa de rehabilitación de Agaja. Esta vez, lo completó. Reconoce, eso sí, que fue muy complicado: «Te arrancan algo que tú disfrutas y que otros sí pueden hacer». Otro duro golpe fue verse, con 40 años, sin dinero ni para un café y dependiendo por completo de sus padres.
Tras dos años de terapia, Richard recuperó el control de sus cuentas económicas, lo que supuso también volver a hacerse cargo de sí mismo: «Salir de rehabilitación es liberador, pero significa retomar unas responsabilidades en las que antes ni reparabas».
Desde hace siete años trabaja en Vigo y opera como voluntario de la asociación, de la cual es secretario. Colabora en grupos de terapia para evitar que otros caigan en el hoyo del que a él le costó tanto salir. Se encuentra sobre todo con chicos jóvenes y opina que ellos lo tienen aún más difícil que él: «El acceso al juego en su caso es más rápido, no tienen ni que salir de casa. Además, no suelen venir endeudados, tienen el apoyo económico de sus familias y con ello, es más difícil hacerlos ver su problema», lamenta.