El instituto vilagarciano fue galardonado con el premio Tolerancia cero por la Consellería da Educación
15 dic 2025 . Actualizado a las 19:04 h.Si a alguien le quedaba alguna duda sobre el calado del problema del acoso escolar, la trágica noticia del suicidio de una joven sevillana el pasado octubre llegó para derribar cualquier atisbo. Los casos que se hacen públicos, en diferentes grados, se suceden prácticamente cada semana. El panorama es desolador, pero si uno quiere renovar su esperanza puede asomarse al trabajo que la comunidad escolar del instituto Armando Cotarelo Valledor está llevando a cabo para luchar contra esta lacra, por el cual han sido distinguidos por la Consellería de Educación con el premio Tolerancia cero contra el acoso, y que involucra a todos los agentes: equipo directivo, profesorado y, sobre todo, alumnado. 42 estudiantes de ESO conforman, junto a 11 maestros, un equipo de convivencia enfocado en cohesionar y resolver los conflictos que surgen entre las cuatro paredes del centro vilagarciano. Todos ellos son voluntarios y rezuman implicación.
Trabajando la empatía
Algunos de ellos son Andrea González, Dani Pérez, Elías Outeda, Ana López, Pascaline Martínez, Diego Nogueira y Xián Rodríguez. Jóvenes entre los 12 y los 15 años que fueron elegidos por sus compañeros para cubrir el puesto de mediadores. Su primera tarea en el cargo fue participar en la formación que el instituto puso a su disposición con Jennifer Herbón, psicóloga especializada en mediación. Porque desde el equipo coordinador del plan de acción contra el acoso escolar, encabezado por la profesora Cristina Conde, entienden que no pueden esperar que los chicos y chicas sepan lo que hacer si no se les instruye antes. Allí recibieron claves sobre cómo escuchar de manera empática, ser asertivos, detectar los síntomas de un problema en el ánimo de una persona, cómo unir a un grupo o simplemente, a ser un buen apoyo. Si un compañero se acerca a ellos confesándoles que está sufriendo acoso, tienen claro su papel: «Es importante atender a lo que te cuenta, pero también escuchar la otra versión. Preguntar al acusado por sus motivos, quizás podamos resolverlo sin hablar con ningún profesor», explican. Si el problema va a más —agresiones físicas, acoso continuo— deben comunicarlo a los maestros del equipo asignados a cada curso, manteniendo en todo momento la confidencialidad de la víctima. La idea central es que para muchos es más sencillo hablar con un compañero que con un profesor. Además, codirigen junto a los tutores del curso las llamadas dinámicas de cohesión, que consisten en actividades en las que participa toda la clase que sirven para promover la empatía: «Aprendemos a ser pacientes, a no juzgar. A ver las cosas desde el punto de vista de la otra persona. Todos somos diferentes, pero siempre hay algo que nos une».
Resulta sorprendente el compromiso que estos jóvenes muestran con la convivencia, pero tienen de quien aprender. El director del instituto, José Ignacio Castro, se vuelca por completo en este sentido. Dedica muchas horas del día a dialogar con las familias y a preparar contenidos que hagan reflexionar a sus alumnos acerca de la tolerancia y sobre sus conductas. Cree firmemente en que, ante un mal comportamiento, debe intentar «recuperar á persoa», pero ante todo, es realista: «Hai disidentes que non queren rectificar. Neses casos, facemos uso da norma. Se procede unha expulsión disciplinaria, adiante». Y concluye: «O acoso pode seguir sucedendo. O que podemos facer nós é actuar antes de que provoque un dano maior».