
Forzado por el repunte de su negocio de motonáutica, Rícar aparca, que no jubila, su gran pasión
10 sep 2017 . Actualizado a las 05:00 h.Si no le falla la memoria, su historia de amor con el Xuven arrancó cuando Pombo y Sineiro todavía empezaban a despedirse del equipo juvenil, justo antes de comenzar a convertirse en los dos grandes jugadores históricos del club cambadés. Una década después de la retirada del base y el escolta, Ricardo Fernández Arenaz, Rícar, (Cambados, 25 de Septiembre de 1972) recoge sus bártulos en O Pombal. En su caso, la inseparable planilla que lo acompañó como delegado del primer equipo amarillo el grueso de sus 27 años en la entidad, en la que también era directivo. Un, confía, «punto y aparte», que no final, en la relación; obligado, recalca, por las cosas del comer. Esas de las que depende poder cocinar a gusto un exquisito guiso de arroz con carne como el que sirve sobre su mesa.
«¿Por qué lo dejo? Por incompatibilidad con mi trabajo. No puedo dedicarle al club el tiempo que yo querría», nos dice Ricardo, que junto a un cuñado regenta el negocio de reparación motonáutica que en su día había levantado su padre. El suyo es uno de esos sectores de la economía real en los que «noto que poco a poco va mejor la cosa, va remontando el chollo, y no tengo la disponibilidad suficiente para cumplir con un club que se ha tenido que profesionalizar como lo ha hecho para mantenerse en la LEB Plata», explica Rícar. Claro que no lo duda: «Si veo que tengo más tiempo, volveré seguro en el futuro. Y para lo que necesiten y pueda, ahí estaré. Que nadie piense que me voy por mala relación con la directiva», afirma mientras recuerda que «el actual presidente -Toño Lema- fue quien me entrenó el único año que practiqué baloncesto, en el Colegio San Tomé», en una de las primeras ediciones de O Xuven nos colexios. Pero Rícar «era muy malo», y prefirió jugar, hasta cadete, en el Juventud.
Y seguramente nada más habría tenido con el Xuven de no ser por «una liada de Juan Luis -Iglesias-», que un día en A Illa lo convenció para echar una mano. «Empecé de delegado de los cadetes con Vivi como entrenador», relata Rícar. Y en nada, delegado del primer equipo. Entonces en Primera autonómica, cuando las tareas del puesto no pasaban de «llevar las fichas de los jugadores a los partidos, y el botiquín».
Con los años y los ascensos se pudo olvidar de lo último, gracias a la llegada de un Emiliano del que habla maravillas. Rícar y, resalta, todo el que pasa por el vestuario de O Pombal. Pero por lo demás, su puesto no dejó de exigirle la asunción de nuevas funciones. Empezando por el registro de las estadísticas de los partidos.
«Antes se iba en coches, solo en bus a Ourense y O Barco. Ahora desde agosto, en cuanto sale el calendario, tienes que mirar el viaje que compensa más para ahorrar unos duros». A eso se venía dedicando también el cambadés, como a «recoger y llevar al aeropuerto a los jugadores, o atender cualquier cosa que necesitasen, desde comprar una televisión a conseguirles un cargador de móvil. Los jugadores son como niños», nos desvela.
«La gente que está en el club», señala Rícar, «da las horas que le sobran, y las que no, para que esto siga adelante. Y faltan manos. Es dificilísimo aguantar en LEB Plata». Lo bueno es que «la gente de Cambados está ahora muy volcada con el Xuven. Hubo años en que ibas por las empresas y te decían ‘Ya miraré...’ Ahora todo el mundo echa una mano». Solo falta ese gran patrocinador necesario para ganarse la alegría de un año en Oro, lo más a lo que, entiende Rícar, puede aspirar el Xuven dada la realidad de las cosas.
Las espinas clavadas
De hecho, entre lo poco que lamenta está el «no haber logrado el ascenso, y no haber jugado la Copa» en una pasada temporada espectacular con segundo puesto en la fase regular. Eso, y «que no pude disfrutar del ascenso a LEB Plata, mi mayor alegría con el equipo. Era la Primera Comunión de mi hijo. Hasta pensé en cambiar la fecha», confiesa, «pero ya no había posibilidad». Eso sí, Rícar se las ingenió para al menos ver buena parte del segundo cuarto de un tercer partido de la fase de ascenso de O Pombal convertido en finalísima. «Al acabar la ceremonia, mientras el resto de la familia iba a pie a la casa de mis padres, donde hacíamos la comida, yo cogí el coche e hice una escapada». Y «por la tarde nos apareció todo el equipo en la casa».
El cambadés se reconoce en el hombre que arrancaba la risa en el vestuario del Xuven: «Yo me he llevado y me llevo muy bien con todos los jugadores. Mantengo contacto con ellos. Sabía qué broma decirle a cada uno. Les tenía la aguja de marear tomada. Eran muchas horas de bus, e intentaba hacerlo lo más llevadero posible».
Son varios los exjugadores del Xuven en la punta de la lengua de Rícar. Pombo y Sineiro, los mejores productos de la cantera amarilla junto a Emilio Oubiña. Taylor García y Grismay Paumier, que «venían», se acuerda, «con una mano delante y otra detrás al año de haberse escapado de una concentración de la selección de Cuba, y resultaron un impacto en el club. Grismay por ser un animal y Taylor por su talento; no habíamos visto nada así». Los Quintela, «como deportistas y como personas, súper integrados en Cambados a los 3 días». Y Baru, que «estuvo muy poco, pero dejó una gran huella, porque se hizo con el liderazgo del equipo en nada».
Más allá de todo lo demás, Rícar salta del banquillo a la grada de O Pombal, donde advierte que cuenten con él cada sábado, con dos grandes satisfacciones. «Ver la progresión del Xuven, de casi no conocerlo nadie a estar donde hoy está»; y «la cantidad de amigos que haces. Es rarísimo que hoy no vaya a cualquier punto de España, y no tenga con quién tomar una caña». Eso, no tiene precio.