En su cuarto curso en A Madroa, Íker Losada acaba de firmar sus tres primeros días con el equipo nacional Sub-16. Su padre Salvador, técnico del CD Bamio, había probado en su día como portero con el equipo Sub-19 del Sevilla
30 oct 2016 . Actualizado a las 05:05 h.Íker Losada Aragunde (Catoira, 1 de agosto del 2001) progresa adecuadamente en la factoría de jóvenes talentos de A Madroa. Con 15 años todavía, en un mundo hipercompetitivo como es el del fútbol y en una cantera del nivel alcanzado por la del Celta, hablar de otra cosa de él o de cualquier otro de los chavales que empiezan a asomar la cabeza por encima la media resultaría temerario. Íker Losada Aragunde progresa adecuadamente, alternando el extremo izquierdo y la mediapunta. Lo dice su nombre, el único gallego, escrito en la convocatoria para el entrenamiento oficial de la selección española de fútbol Sub-16 que llevó hace ahora un mes al joven vikingo a trabajar tres días en el complejo deportivo de Las Rozas, en Madrid. Fue en el arranque de una semana que completó volando con el primer equipo cadete del club vigués a Catar, para disputar el que ha sido hasta ahora el segundo torneo internacional de la todavía corta carrera deportiva del primogénito del entrenador del CD Bamio.
El hijo avanza con buen paso por un terreno en el que su padre vivió el capítulo más ilusionante, y a la vez más agridulce de su carrera. Con 18 años Salvador Losada fue requerido para una prueba con el equipo Sub-19 del Sevilla siendo portero del San Martín en categoría autonómica. Una experiencia que lo llevó cuatro días a la capital andaluza, permitiéndole descubrir la disciplina de trabajo de un equipo de la élite, para acabar quedándose con las ganas de al menos una llamada diciéndole qué había visto en él un equipo de Primera División. Los tiempos han cambiado, y ahora en Galicia un club como el Celta no pierde un segundo en captar valores en bruto como Íker en cuanto aparecen en su radar, y el cuerpo técnico de su cantera verifica la potencia real de la señal inicialmente percibida.
La política de comunicación del Celta obliga a conocer la historia de Íker solo por su padre. «Con 4 anos comezou xogando no Catoira en pavillóns. Carlos Padín -el exjugador entre otros del Pontevedra- foi o seu primeiro adestrador serio que tivo Íker, en prebenxamíns. Sempre xogaba cos compañeiros dunha categoría por riba. Un día chamáronnos do Celta. Dixéronnos que Dani Fernández, o adestrador do alevín de último ano, o vira xogar, que lle gustara, e que se podía ir adestrarse á Madroa un par de días á semana».
El catoirense empezó a hacerlo en enero del 2012. «Ao principio custoulle un pouco, máis cá nada soltarse, porque era un rapaz tímido». No así los entrenamientos. Con licencia en el Celta desde infantil, pasó por las manos de Carlos Salvados en el Infantil B, Tizón, hoy segundo del Boiro, en el A, y hoy continúa trabajando con Claudio Giráldez en el Cadete A de División de Honor tras haber ganado la Liga Gallega con el B la temporada pasada, cerrando el 2-0 con el que el Celta se impuso en la final a partido único con el Deportivo y acabando como pichichi del equipo con 25 tantos.
«Non é egoísta. Prefire dar goles antes que metelos. Ten pase e ten gol; ten de todo», dice el padre de Íker. Pero con los pies plantados en el suelo. «O rapaz voltou contentísimo da selección, díxome que fora unha experiencia bonitísima». Y le respondieron: «É unha anécdota, ten que seguir traballando cada día».
El consejo se lo dio Sergio Álvarez, O Gato de Catoira, junto a la felicitación a un joven vecino que quizá algún día pueda compartir vestuario con él en Primera División. Lo mismo opina Salvador: «Non se pode relaxar, Que siga traballando. E que teña moita sorte, que tamén inflúe».
«Non me voltaron chamar. Pero coñecín a Sucker, a vida segue, e ben que me foi»
Aunque su centro de entrenamientos está en A Madroa, la gran factoría de talentos del Celta, Íker Losada sigue viviendo con sus padres en Catoira, y cursando estudios en el colegio Progreso de la localidad vikinga.
A Salvador Losada la oportunidad de probar en el Sevilla lo cogió quizá demasiado mayor. «Desde os 12 anos estaba no San Martín. Con 15 anos xoguei un par de partidos co primeiro equipo, e con 16-17 a lesión de Brus, que partira tibia e peroné, deume a titularidade». ¿Cómo se fijó un club como el Sevilla en un portero de categoría autonómica? Aún hoy el técnico del CD Bamio lo desconoce, «imaxino que me vería un olleador. A directiva díxome que o central Óscar Franco e eu tiñamos que marchar a Sevilla a adestrar toda a semana».
Salvador vivió una «experiencia impresionante. O primeiro día presentáronnos ao presidente, Luis Cuervas. Era o ano despois de Maradona. Unzué e Monchi eran os porteiros do primeiro equipo, que puidemos ver adestrar. Nós o faciamos co Sub-19, foi a primeira vez que fixen adestramento específico de porteiros. Saíndo da tenda do Sevilla atopámonos a Sucker, e fixémonos unhas fotos con el, que perdín. Regaláronnos entradas para ver o partido de Liga co Celta, e flipamos co ambiente no campo». Pero tocó volver, y del Sevilla Salva nunca más supo. «Quedas fodido, porque non puido ser. Pero a vida segue», y al final, con una carrera en categorías autonómicas, Salvador resalta «que ben me foi. Teño unha familia con dous fillos que de quedar en Sevilla ao mellor non tería».