Santuarios rupestres contra los modernos molinos de viento, la batalla que se libra en Catoira

Rosa Estévez
rosa estévez CATOIRA / LA VOZ

CATOIRA

MONICA IRAGO

El colectivo Apatrigal organiza este sábado un recorrido por los petroglifos amenazados por los dos molinos autorizados en el municipio vikingo

02 jun 2024 . Actualizado a las 20:25 h.

Cuando el sol nace o «á tardiña». Esas suelen ser las mejores horas para admirar los mensajes que nuestros remotos antepasados nos dejaron grabados en las piedras que afloran en los montes. En Catoira, un grupo de personas están dispuestas a hacer que tanto sus vecinos y vecinas, como Patrimonio, puedan ver los petroglifos amenazados por la instalación de dos aerogeneradores en la parte vikinga del Xiabre. Por eso, este sábado, «á tardiña», la asociación Apatrigal ha organizado una ruta por los «santuarios rupestres de Catoira». Un recorrido que partirá desde la ermita de San Cibrán y escalará el monte hasta los petroglifos del santuario del Campo da Abroteira y el de Outeiro da Hedra de Arriba.

MONICA IRAGO

Esos dos conjuntos de grabados fueron descubiertos por un grupo de catoirenses liderado por Cristina Conde Escaloni. En el caso de Campo da Abroteira, las piedras fueron escudriñadas desde el principio con gran interés por estos apasionados a la historia: se encuentran en una formación de rocas de gran belleza, un espectacular balcón granítico sobre la ría. Allí encontraron una pila con cazoletas y un gran círculo concéntrico, además de numerosas coviñas y otros elementos. Se da la circunstancia de que, durante el solsticio de invierno, el sol se pone justo en el punto en el que se cruza la línea del Xiabre con el mar, creando además la ilusión de que se abre una puerta en las aguas. Eso ha llevado a pensar en este espacio como un santuario rupestre, un lugar cargado de significación y de misterio sobre el que proyectará su sombra, si nada lo evita, un aerogenerador que está previsto que se construya a 60 metros. «O entorno enteiro verase afectado», explica Francisco Ameixeiras, uno de los integrantes del grupo contra los eólicos de Xiabre. «Este monte xa ten bastante densidade de eólicos», comenta.

Hace meses, una antropóloga y una arqueóloga que forman parte de Apatrigal subieron a esa zona del monte para analizar los hallazgos pregonados por los vecinos. Ambas concluyeron que en las piedras de Campo de Abroteira y de Outeiro de Hedra de Arriba hay grabados «que non debemos deixar morrer», según Carlos Coto. Unos grabados que la asociación quiere documentar, elaborando un informe que exige financiación. La ruta que se celebrará mañana pretende, precisamente, ayudar a recaudar al menos parte del dinero que sería necesario para hacer ese trabajo.

Puede que falten informes elaborados por profesionales, pero quienes mantienen viva la esperanza de parar los eólicos han enviado fotografías, coordenadas e información a todas las administraciones implicadas en este asunto. Para su sorpresa esa zona no había sido objeto de ningún estudio previo al suyo, ni por parte de quienes pretenden instalar los eólicos, ni por la de quienes deben vigilar y autorizar dicha instalación. «Aquí estiveron —cuentan junto al conjunto de piedras del Outeiro da Hedra de Arriba—, fixeron unha foto e dixeron que non había nada». Sin embargo, algo había. Algo difícil de ver cuando el sol brilla, pero que unos ojos entrenados pueden detectar y una cámara que tome imágenes en 3D puede revelar. «Suponse que son profesionais», se quejan los vecinos.

Acudieron a investigar esa zona tras observar, boquiabiertos, la foto tomada por un vecino a un petroglifo que brillaba «á tardiña». Un círculo concéntrico que los hizo subir de nuevo el monte. Les llevó su tiempo encontrar aquel grabado, pero una vez que dieron con él volvieron sus ojos hacia una formación próxima. Allí, alrededor de una «pedra cabalgada», varias losas llamaron su atención. Y más, tras encontrar en una de ellas lo que les pareció —y luego lo confirmaron las profesionales que acudieron al lugar— los tenues rasgos de una inscripción en latín. A partir de ese hallazgo, y con ánimos renovados, dieron con una auténtica joya a la que bautizaron como «Flor de Xiabre». «E dicían que aquí non había nada», explica Manuel Recouso, otro de los integrantes de este grupo de exploradores del monte de Catoira. Según explican, este segundo conjunto formaría otro santuario que habría estado en uso durante varios siglos: así lo atestigua la inscripción romana.

El martes por la tarde, parte del grupo salió a hacer un reconocimiento de cómo está la zona por la que mañana discurrirá la ruta organizada por Apatrigal. Aprovecharon el viaje para colocar unos humildes carteles de cartón señalizando los dos santuarios. Alrededor de los mismos hay muchas otras piedras con marcas del pasado, entre ellos uno de los tres molinos naviculares identificados en Catoira. Salvar, proteger, documentar y hablar sobre ese patrimonio se ha convertido en una herramienta útil en la lucha contra los eólicos y, en este caso concreto, contra los dos molinos autorizados en el término municipal de Catoira dentro del proyecto Engasa-Xiabre.